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Volver a empezar, otra vez.

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Isabel Galindo

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“Volver a empezar, otra vez. Volver a estrenaaaar, zapatos y libros…” Todavía se me sigue poniendo la piel de gallina al recordar ese anuncio, el que empezaban a poner en la tele a finales de agosto y te amargaba la existencia, haciéndote ver que el principio de un nuevo curso se encontraba a la vuelta de la esquina y el verano ya estaba en sus últimas.

Empezamos un año académico nuevo, un septiembre más, un primer día de colegio y una vuelta a la rutina. Los más pequeños, empiezan su etapa escolar, y no todos siguen la misma pauta. Los más intrépidos se lanzan a explorar su nueva clase y a observar a sus nuevos compañeros que pronto serán amigos. A otros les cuesta más, y se despiden entre lágrimas y “no quieros” de sus padres (a los cuales también se les suele escapar alguna que otra lágrima, claro). En la mayoría de los colegios y guarderías existe un periodo de adaptación que dura unos días, durante el que los horarios son más cortos, para ir adaptando a los alumnos a su nueva rutina. Es muy importante el recibimiento por parte de los docentes en el colegio o la guardería para que esta ansiedad por separación (ya que, en muchos casos, el ir al colegio supone la primera vez que el niño se separa de sus padres durante mucho tiempo), se vea reducida y se lleve de la mejor manera posible.

Es muy positivo, en mi opinión, que los padres acompañen en este primer día a los hijos. Sé que en muchos empleos esto resulta imposible y se está luchando para conseguirlo, pero los padres son una figura de seguridad para ellos, y no debemos olvidar que esto es muy importante. El hecho de que los más pequeños se sientan protegidos, que descubran las nuevas aulas de la mano de sus padres, es fundamental para que ellos se sientan seguros y la separación sea menos conflictiva.

Para los más mayores también puede suponer un reto el primer día: están contentos porque van a ver a sus compañeros, van a estrenar material escolar (eso por lo menos a mí me hacía mucha ilusión), y también pueden estar motivados por aprender cosas o conocer a sus nuevos profesores. Pero también supone cambios perjudiciales: volver a levantarse pronto,  entrar en la rutina, a estudiar, tener menos tiempo para salir con los amigos o jugar, etc.

Toda esta tensión puede dar lugar a cambios en el estado de ánimo, siendo más irascibles, pero es comprensible: piensa en tu primer día de trabajo después de vacaciones. A nadie le hace especial ilusión, y es lógico que no te encuentres de buen humor. Pero también recuerda que eres un ejemplo, por lo que cuanto mejor te lo tomes tú y ellos lo vean, mejores perspectivas tendrán.

Para tratar de paliar toda esta situación estresante, es mejor empezar a establecer la nueva rutina un poco antes de empezar el colegio: comenzar con los nuevos horarios unos días antes, no haber olvidados los libros durante el verano (eso no quiere decir que hayan estado estudiando, me refiero a la lectura, por ejemplo), hará que la vuelta no sea tan dura.

Es bueno hacerles ver lo positivo de la vuelta a clase y ponerle ilusión. Especialmente los primeros días, es bueno llevarles y recibirles prestando mucha atención a lo que nos cuentan, y reforzando todas las actividades que han hecho. Escucha con mucho interés lo que cuenta, lo que le preocupa y cómo se está adaptando al nuevo curso.

Dicen que la mejor forma de superar un viaje es preparar otro: si lo equiparamos al verano, sería bueno hacer algo divertido el primer fin de semana antes de volver, tanto para los padres como para los hijos, y tenerlo en el horizonte y como objetivo para que la primera semana pase un poco más rápido.

Y sobre todo, no olvidar que cada día que pasa es un día menos para que llegue el verano que viene.

¡Nos leemos la próxima semana!

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