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Rafa Berges, la sonrisa imposible del chico de oro

Paco Merino

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No hay cordobesista que no haya escuchado en las últimas semanas, ya sea en tertulias, peñas o en la mismísima grada de El Arcángel, una aseveración lógica en el universo del fútbol cuando sucede lo que está sucediendo por aquí. Primero, la situación: Un equipo con pretensiones de pelear por subir a Primera División destituye a su entrenador porque, en un determinado momento (octavo, 47 puntos en la jornada 33), entiende que no es capaz de extraer del conjunto todo su potencial para entrar en la zona de play off. Su sustituto agarra al grupo y unas cuantas semanas después, sin motivo aparente (¿o sí?), la formación que aspiraba a subir no sólo no se ha reactivado sino que ofrece un perfil calamitoso. Está en el puesto once, con siete puntos agarrados en otras tantas jornadas, y más cerca de la zona de descenso que de unas eliminatorias nobles que se dieron por perdidas desde hace mucho. Eso es lo que ha ocurrido en el Córdoba CF después del despido de Rafa Berges y la contratación de Juan Esnáider.

Y ahí va el comentario que circula, con su aliño malévolo, por los círculos blanquiverdes: “Hay que ver lo que se estará riendo ahora Berges”. Pues no. Berges no se está riendo. En absoluto. Berges se ríe menos que el hombre de negro, aunque también tiene sus momentos. Lo hace a veces -hay testigos-, pero nunca en horas de trabajo. “Esta profesión es muy jodida. Me marcho con ganas de seguir”, dijo en su forzado adiós al club un hombre cuya imagen siempre estará asociada a la de un profesional entregado, exigente hasta límites crueles consigo mismo y solitario por vocación. Así fue desde que entró en el Córdoba siendo un niño, cuando el cazatalentos Abelardo Sánchez le reclutó con once años en el Figueroa, hasta que a principios del pasado abril se sentó ante los periodistas para despedirse como primer entrenador del Córdoba, un club en el que ha jugado en todas sus categorías y donde ha dirigido desde el banquillo al juvenil de División de Honor, el filial de Tercera y, finalmente, el máximo representante en Segunda.

Berges, que abrió su trayectoria como entrenador en el mismo año (2004) que su amigo Paco Jémez firmaba su último contrato como futbolista profesional en el Rayo Vallecano, presenta anotaciones espectaculares en su hoja de servicios. El destino le deparó una carrera corta, frenada de modo brutal por una lesión a los 28 años (en un amistoso veraniego ante el Betis, el Memorial Quinocho), pero le reservó episodios intensos.

El único oro olímpico. No hay un cordobés que pueda presumir de tener en una vitrina de su casa una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos aparte de Rafael Berges, que logró el título de campeón en la memorable edición de Barcelona'92. Como interior zurdo fue uno de los integrantes de la Quinta del Cobi, aquella formación a las órdenes de Vicente Miera proporcionó a la sufrida afición española la primera gran alegría en color y el único referente de éxito hasta que Iker Casillas levantó el Europeo de 2008 en Viena. Compartió vestuario con jugadores como Luis Enrique, Guardiola, Toni, Alfonso Pérez, Amavisca, Mikel Lasa, Juanma López, Solozábal, Abelardo, Ferrer o Kiko Narváez. La selección española, a la que nadie llamaba todavía La Roja, venció en la final por 3-2 a Polonia.

Las “ligas de Tenerife”. Recién llegado desde el Córdoba, con apenas 20 años, Berges asistió como actor destacado a dos momentos históricos para el club chicharrero y para el Real Madrid. De gloria para los isleños y de trauma para los madrileños, que aún recuerdan con ramalazos de pavor aquellos dos batacazos en las últimas jornadas de las Ligas 91-92 y 92-93. Entraban al Heliodoro Pérez con las botellas de champán metidas en el congelador y salían con ganas de lanzarse al consumo de psicotrópicos. En la primera ocasión, el cordobés salió al campo en el minuto 64 de esa última jornada del campeonato para dejar su sitio a Pierluigi Querubino, conocido como Pier, quien fue el autor del 3-2 que aniquiló al equipo blanco, adiestrado por Leo Beenhakker. En la campaña siguiente, en la reedición del desastre, el Madrid de Benito Floro sufrió el excelente partido del carrilero cordobés durante los 90 minutos. Dertycia y Chano firmaron el 2-0 para el Tenerife de Jorge Valdano. Ése fue el último partido de Berges en el Tenerife.

El legendario “Eurocelta”. Llegó con 22 años, en la temporada 93-94, y se convirtió en una de las piezas maestras de la mejor época en la historia del club vigués, del que llegó a ser capitán. Debutó a las órdenes de Chechu Rojo con un empate en el derbi gallego ante el Depor en Riazor y concluyó su etapa siete años después con un partido ante el Atlético en el Vicente Calderón, el mismo estadio en el que debutó en Primera. En Vigo tocó el cielo con campañas memorables a las órdenes de Irureta o Víctor Fernández, participando en hazañas europeas como los triunfos en Anfield ante el Liverpool o la goleada por 7-0 al Benfica. Aquel conjunto llegó a alcanzar una reputación brillante por su estilo de fútbol, con jugadores como Mazinho, Mostovoi, Karpin, Makelele, Penev, Dutruel, Revivo... y Berges.

El Córdoba, para bien y para mal. Aquí empezó y aquí terminó todo. Crispi estaba en el banquillo cuando en 1989, recién salido de los juveniles, debutó en Segunda B. Crispi estaba en el mismo lugar cuando, en 2001, Berges se puso por última vez la camiseta blanquiverde. Fue ante el Elche, una victoria por tres a cero en El Arcángel a la que Berges contribuyó de forma tangencial. Salió al campo a falta de cuatro minutos para suplir a Alfonso, uno de esos jugadores sobrevalorados -en la teoría y en la práctica, pues sus sueldos dejaron arruinada a la entidad- que llegaron al lado de Fabao, Whelliton, Lawal o Chirola Romero. Era la jornada 10 y Berges se despidió sin saber que ésas serían sus últimas carreras en El Arcángel. No aplaudió al público ni hubo reconocimientos especiales.

Se fue con discreción, todo lo contrario que sucedió cuando en el año 2000 retornó al Córdoba y Rafael Gómez, el presidente, le presentó como a un hijo pródigo en una mítica rueda de prensa que dio la vuelta a España. Sí, aquella en la que el empresario cordobés habló sobre la filiación futbolística de los sevillanos -que son “del Betis o del Sevilla desde que salen del coño de su madre” (sic)- para contraponerla al desapego que los cordobeses sienten hacia su equipo. ¿Les suena? Vino a ser lo mismo que el propio Berges, hace unas cuantas semanas, explicó -con unos términos menos gráficos- tras ser puesto en la calle por el presidente Carlos González. “Si no hay unidad, será la batalla de unos contra otros”, dijo ante los micrófonos sin reparar en que estaba batiendo un récord más. Ha sido el entrenador al que el Córdoba ha despedido estando situado el equipo en el puesto más alto y más lejos del descenso en toda su historia.

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