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Los vecinos de Santa Marina que montan guardia en Cruces para que su calle no se convierta en urinario y 'botellódromo'

Los vecinos de Santa Marina que montan guardia en Cruces para que su calle no se convierta en urinario y ‘botellódromo’

Juan Velasco

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Dos vecinos de Santa Marina, Rafa y Bartolomé, van a montar patrulla por Cruces en la noche de este martes. Los dos son residentes en la calle Obispo Alguacil, una perpendicular a Isabel Losa, la calle que desemboca en la plaza Conde de Priego, la zona más problemática de las Cruces de Mayo de Córdoba por sus aglomeraciones y problemas de inseguridad e insalubridad.

Para Rafael y Bartolomé, las opciones escaseaban. Hartos de ver cómo en los dos últimos años su calle se había convertido en un urinario público y un botellódromo improvisado, en esta edición han decidido “ocupar” ellos mismos la vía, convirtiéndose en efecto disuasorio contra jóvenes borrachos y con la vejiga suelta. 

“Yo llevo viviendo en el barrio desde hace cinco años. Los dos primeros fueron los de pandemia, pero los dos últimos esto fue un cachondeo. Así que este año mi vecino y yo nos bajamos a la puerta de guardia”, explica a este periódico Rafa, que lamenta que la fiesta de las Cruces en Santa Marina se haya convertido en un trajín continuo de jóvenes que desemboca en “botellones, meadas, vómitos y/o peleas”. 

Así que, Rafa y Bartolomé han aplicado otra máxima: si no puedes con el enemigo, siéntate a espantarlo. Lo hacen de manera liviana. Se sacan sus sillas a la calle, con una neverita y algún refresco y cerveza, y sencillamente estrechan lazos vecinales mientras vigilan que nadie entre en su calleja a evacuar aguas menores o a hacer una parada técnica que sirva para rellenar las copas de líquido espirituoso. 

Para Rafa, el problema es que la propia arquitectura del barrio lo convierte en una zona muy sensible a este tipo de tumultos. Más allá del ruido está la suciedad, que es inaceptable. “Yo vivo en una casa independiente. Entonces, claro, si mean en la puerta, se mete el orín dentro. Y la cosa es que nos negamos a que nos meen más, porque se mean hasta en las ventanas”, señala Rafa. 

Desde 2007 apelando a los políticos contra el problema

Para su vecino, Bartolomé, los problemas vienen de mucho más lejos. En 2007 ya escribió una carta, que publicó ABC Córdoba, y que iba dirigida a la entonces alcaldesa Rosa Aguilar. Se titulaba Cruces para los vecinos, y decía, textualmente: “Doña Rosa, quiero pensar que usted desconoce que cada año las puertas de nuestras casas sirven de urinarios y vomitorios públicos a ciertos de individuos. Casa año, y tras cada noche de Cruces, somos los vecinos los que tenemos que baldear nuestros portales para eliminar los restos de tan bonita fiesta. Supongo que, de saberlo, usted no dejaría que esto pasara”. 

14 años después, Bartolomé sigue viviendo exactamente la misma situación, sólo que ahora monta guardias con su vecino. Lo hace, a pesar de que este año, según explica Rafa, la Policía está mucho más alerta y atenta a las quejas vecinales. “El año pasado, llamabas a la Policía y ni aparecían. Este año, en cuanto llegan, los chavales salen corriendo en tromba”, asegura este vecino, que apunta que el problema es que la zona está tan masificada que, cuando la patrulla desaparece, lo que aparece es el siguiente grupo de chavales por su calle.

Y frente a eso, dos señores sentados advirtiendo y apelando al civismo y al respecto, entre charla y charla de fútbol, de política o de cualquier otra cosa. Una imagen de vecindad que parece casi de otra época, y que es, quizá, lo único positivo que consiguen las Cruces de Mayo en Santa Marina: estrechar los lazos vecinales de una zona que, cuando llega cada mes de mayo, presta generosamente sus calles y sus casas a los visitantes.

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