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Carmen Calvo: “Llega un momento en que la cobardía es la norma en la política”

FOTO: MADERO CUBERO

Redacción Cordópolis

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Carmen Calvo (Cabra, Córdoba, 1957) nos atiende en el mismo despacho del que salió para ser consejera de Cultura en 1996, con el PSOE. Es pequeño y espartano hasta decir basta. Las vistas, desde su única ventana, dan a un triste patio interior de la Facultad de Derecho. Carmen Calvo enseña allí Derecho Constitucional, después de que en 2011 decidiese dejar la primera línea política y no presentarse al Congreso en las elecciones generales. Aquella lista electoral del PSOE fue encabezada por Rosa Aguilar, con la que Calvo mantiene tal abismo de separación que no dudó un momento en regresar a la aulas antes de compartir bancada con la exalcaldesa de Córdoba.

Aun así, Aguilar flota en el pequeño despacho durante buena parte de la entrevista. A veces se la llama por su nombre. Otras veces no. Pero Calvo, que fue ministra de Cultura en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y testigo del ascenso de Rosa, no escatima la oportunidad de arrearle collejas al cogote siempre que su fantasma asoma en el discurso.

Poco le importa a Calvo que, desde la espantada de Rosa Aguilar de la alcaldía cordobesa, su paso por la Consejería de Obras Públicas y su despegue meteórico hasta el Ministerio de Medio Ambiente -también con Zapatero-, su nombre haya estado ligado al PSOE. Carmen Calvo lleva años reclamando cambios en el partido para que experimentos como el de Aguilar no se repitan, la renovación de líderes sea más fluida y la comunicación entre las bases y la cúpula un hecho real.

Tras defender la candidatura de Carme Chacón en el último proceso interno del PSOE, Calvo dedica su tiempo en el partido a crear debates y reflexión en la fundación Alfonso Perales. Una de sus últimas aportaciones ha tratado sobre una propuesta federalista para España.

PREGUNTA. Ha sido consejera, ministra, le ha faltado ser alcaldesa y ha dejado ahora la política.

RESPUESTA. No la he dejado, he dejado los cargos. No me gustan los políticos que cuando no tienen cargo, ya no les gusta la política; esos que llegan a desvincularse de sus ideas y de todo. Ese es un mensaje bastante poco moral. Yo, la política, no la dejaré nunca.

P. ¿Acaso no se puede?

R. Yo estoy. No vivo de la política pero ayudo en todo lo que puedo en la visión que tengo de las cosas.

Yo, la política, no la dejaré nunca

P. ¿Qué piensa de los políticos que hacen de esa actividad su forma de vida y cuando la dejan no tienen una carrera paralela, como sí tenía usted?

R. Ese es uno de los problemas que tiene la política española. Tiene demasiados ejemplos de gente que, fuera de ella, no podría vivir. Y eso obstaculiza mucho porque cuando uno no responde frente a sus ideas sino frente a sus intereses personales de un sueldo a final de mes, se acaba la política y empieza otra cosa.

P. ¿Usted sigue teniendo ambiciones políticas?

R. Yo no sé si la palabra es ambición porque tiene mala prensa pero yo estoy viva, he estado casi 12 años en los dos consejos de Gobierno más importantes de este país -el de Andalucía y el de España-; he sido vicepresidenta del Congreso de los Diputados, diputada nacional y parlamentaria autonómica; por tanto, sé de lo que hablo. Cuando trabajo, me gusta planificar y saber lo que tengo que hacer, pero mi vida personal no la planifico nunca. Un día, yo estaba sentada aquí, trabajando con mis alumnos, era la secretaria general de mi Universidad y de repente me llamó Manolo Chaves y me dijo que quería que yo estuviese en su gobierno andaluz. Me dejó 48 horas para pensarlo. Yo llegué así a esto. He ido haciendo en mi vida las cosas que en cada momento me han parecido que eran útiles y me producían energía y entusiasmo. Ni abro ni cierro la puerta a nada. Estoy ahora muy feliz con mis alumnos y en la Fundación Alfonso Perales, escribiendo, pensando, dando conferencias y abriendo debate. Si me quedo así muchos años, muy bien. Si de aquí iré a otro sitio, no lo sé ni me importa ni me lo planteo. El día que ocurra, si yo tengo ganas, me voy. Y si no está claro para mí, no me iré. A estas alturas de mi vida ya he dado pruebas de que cuando llega la hora de tomar una decisión, me quedo con los sitios en los que estoy yo cómoda, donde sé que puedo estar y que puedo hacer algo dignamente. A ver, yo he salido de la política porque no he querido asumir una situación que a mí no me parecía, con la que yo no estaba de acuerdo.

P. Su nombre llegó a sonar para ser candidata del PSOE a la alcaldía de Córdoba.

R. Mi partido me lo pidió.

P. ¿Cuándo fue la última vez que se lo pidió?

R. En las últimas elecciones.

Yo he salido de la política porque no he querido asumir una situación que a mí no me parecía, con la que yo no estaba de acuerdo

p. ¿Y por qué lo rechazó?

P. Porque yo, en ese momento... Yo tengo también otra costumbre: creo que en la política no sirve uno para todo. No me gustan esos políticos que están en un tema y en otro tema, en un cargo y en otro cargo, en un partido o en el otro... No me gusta. Y lo que no me gusta, no lo practico. Yo estaba presidiendo la Comisión de Igualdad y que fue un compromiso que adquirí en ese momento con mi grupo parlamentario de mi partido porque íbamos a crear algunas leyes muy importantes, entre las que están la ley de interrupción voluntaria del embarazo en la que para mí, como mujer era muy importante que yo arrimara el hombro para que se hiciera. El caso es que, cuando me hacen un encargo, lo termino. Y no me gusta la gente que, por razón de su estrategia de futuro ahora se van, ahora se quedan, ahora se cambian, ahora se pasan. No me gusta eso. Además, yo creo que los candidatos para la alcaldía hay que pensarlos con más tiempo. No se pueden hacer las cosas así. Me acuerdo muy bien que cuando me llamó Manolo Chaves y me dijo que encabezara la lista para el Congreso en 2008 -iba Miguel Ángel Moratinos detrás de mí- le dije que si era para hacer algo útil me quedaba esa legislatura pero que si no, me volvía a la Universidad y a mí vida. Me dijeron que iba a tener una responsabilidad más allá de ser una simple diputada y me encargaron nada más y nada menos que la posibilidad de hacer la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Ese fue mi trabajo de cuatro años y me siento muy satisfecha. Por eso le dije a mi partido que no me retirase de aquello en ese momento.

No me gusta la gente que, por razón de su estrategia de futuro ahora se van, ahora me quedan, ahora se cambian, ahora se pasan

P. ¿La posibilidad de que los resultados en las elecciones locales no fueran positivos por la trayectoria descendente que llevaba el partido en Córdoba no influyó nada en su decisión?

R. No. Y le voy a decir por qué. Cuando se parte de una situación muy baja porcentualmente en votos -como tiene mi partido- para un candidato, en realidad es más cómodo, aunque parezca paradójico. Porque cualquier resultado que se eleve de ahí puede considerarse un éxito. El problema es mucho más difícil para un candidato que tiene que revalidar una mayoría absoluta o una mayoría minoritaria que le permita gobernar. Pero ese no era el problema. El problema era que a mí me pidieron ser diputada durante cuatro años, representando los intereses de mi provincia y, en medio de eso, me dijeron: cámbiate. Pues no.

P. ¿Se imagina en un pleno con Rafael Gómez como concejal y líder de la oposición?

R. Los resultados electorales de Córdoba, en una parte, son herencia de la actividad de muchas personas concretas. Lo que tenemos en Córdoba es producto de las urnas -que siempre son respetables- pero la herencia del paso de una supuesta política de izquierda, ha dejado una cosa muy rara en Córdoba.

P. Rosa Aguilar.

R. Rosa Aguilar ha sido la responsable durante muchos años de muchas cosas, evidentemente como alcaldesa. Esa es una parte de esa herencia, pero bueno, es lo que dictan las urnas. Más allá de todo eso, muchas veces me pregunto en qué se diferencia a Córdoba que la hayan gobernado los comunistas durante tanto tiempo en democracia. No se lo noto en nada. Uno diría que tendría que haber cosas muy diferentes y mejores y yo, que soy profundamente de izquierdas, diría que no las hay.

La herencia del paso de una supuesta política de izquierda, ha dejado una cosa muy rara en Córdoba

P. ¿A quién llamó y qué le dijo nada más saber que Rosa había sido fichada por el presidente de la Junta, José Antonio Griñán?

R. Me enteré por los medios.

P. Y a quién llamó?

R. Nos llamamos entre varios . Pero yo lo dije en público, creo que fui la única persona que lo dijo en público: me encontraba estupefacta, tal y como como lo estarían sus votantes cordobeses. A un alcalde se le vota en términos un poco personales. Por eso me quedé estupefacta. Pensé, bueno, si yo soy una ciudadana que voto a una persona, incluso aunque su partido no me interese, y una mañana me levanto y no solo no se queda en el cargo para el que la elegí, sino que además se va a otro partido, pues te quedas... Pues te quedas así: estupefacta.

Muchas veces me pregunto en qué se diferencia a Córdoba que la hayan gobernado los comunistas durante tanto tiempo en democracia

P. ¿Y cómo se quedó cuando a Rosa Aguilar la llamó Zapatero?

R. Pues me seguí quedando estupefacta. Pero no sé, pensé que tendría que ser una gran maniobra de mi partido que nos daría muchísimos votos y que colocaría a Córdoba en una situación extraordinaria. Si lo habían pensado, es que lo habían pensado bien... Me quedé estupefacta.

Cuando Rosa Aguilar dejó la alcaldía, se iba a la Junta y luego al Gobierno, no dejé de sentirme estupefacta

P. ¿Cree que hoy se han arrepentido?

R. No tengo ni idea. Es un tiempo tan lejano que ya ni me acuerdo, directamente. En cualquier caso, la organización es la que tiene prioridad.

P. Ha dicho que Córdoba no parece haber sido gobernada por comunistas.

R. No le noto nada mejor ni diferente a otras ciudades. Tampoco nada especial que diga que se ha desarrollado una política del Partido Comunista o Izquierda Unida.

P. Pues de los cinco alcaldes de IU o el PCE que ha tenido Córdoba, dos de los que más han durado en el tiempo, Herminio Trigo y Rosa Aguilar, ahora están en el PSOE. ¿Tampoco eran tan comunistas?

R. Yo no sé cuáles son las transiciones que ha hecho la gente. Yo no me he movido de mi sitio. Yo soy como el toreo cordobés, yo no me muevo. Provengo del movimiento feminista, he sido siempre socialista y esa ha sido mi única militancia. Y le garantizo a cualquiera que no me muevo. No niego que haya gente que pueda cambiar, pero yo no me muevo

Yo no me he movido de mi sitio. Yo soy como el toreo cordobés, yo no me muevo

P. Pero usted convive en un partido que sí transige con movimientos que parecen muy mediáticos. Como fichar a Rosa Aguilar en un momento dado y luego incluso llevársela a un ministerio.

R. Yo es que creo que en mi partido debe de haber grandes reformas internas y los liderazgos en los partidos tienen que cambiar muchísimo y conformarlos de abajo a arriba. Los partidos se tienen que democratizar internamente. Los líderes tienen que ser mujeres u hombres listos, emocionalmente potentes, fajados con la realidad, con el apoyo de las bases y que vayan creciendo de abajo a arriba. Sería muchísimo más lógico, democrático y haría a la organización más fuerte. Y desde ese punto de partida, se vería más claro que hay determinadas operaciones supuestamente maestras y que luego se ve que no funcionan porque la gente, por instinto, lo que está pidiéndole a los partidos son cosas mucho más sencillas. Y que no se establezcan élites de poder porque tras 30 años de democracia la gente ya sabe.

P. ¿Están muy desconectadas de la realidad las élites?

R. A veces sí. Y hay dos cosas que he observado. Una de las cosas que le suele pasar a las personas en la política es que se desclasan, usando terminología marxista. Es decir, de repente llegan a un formato de vida que les gusta mucho y lo quieren mantener para siempre. Y no tiene que ver solo con lo económico. Que la gente de derechas se desclase, va con ellos pero los de izquierdas no nos debemos de desclasar.

Los líderes tienen que ser mujeres u hombres listos, emocionalmente potentes, fajados con la realidad, con el apoyo de las bases y que vayan creciendo de abajo a arriba

P. ¿Se desclasó Zapatero?

R. Yo pienso que no. Pero es un peligro muy grande al que hay que ponerle prevenciones de forma rápida para que no ocurra. No se puede olvidar nunca que en cualquier caso tú eres un socialista.

P. ¿Y uno se desclasa en política haciéndose profesional de la política?

R. Es una fórmula. La otra es creer que has accedido a una clase y a un estatus a través del cual, ya filtras la realidad. Los líderes socialistas no tienen que desclasarse ni un milímetro. Han de tener vidas austeras, sencillas y normales. Y que no le deslumbren las cosas de Madrid, que deslumbran mucho.

P. ¿Cree que su partido ha pasado ya por la catarsis propia de la derrota de las últimas generales o todavía está pendiente un examen interno?

R. Mi partido político va a hacer durante este año varias conferencias preparatorias para una gran conferencia política que será en otoño, donde el mandato que tiene la actual Ejecutiva Federal tendrá cambios importantes orgánicos. No solo nos reuniremos para confeccionar nuestra respuesta a la realidad, una alternativa ante una derecha que está desmontando este país. Tenemos que reflexionar ante nuestras propias cosas internas, tomando decisiones que ayuden al partido a ser una organización mucho más democrática dentro de sus coordinadas ideológicas.

P. ¿Y ahí entra el cambio de líderes?

R. Con toda seguridad. Ese debate que hay a veces de qué son primero las ideas o las personas, es de locos. Las ideas son de las personas, no se pueden separar. Los líderes del futuro no serán los que vayan delante de la manifestación, sino los que vayan detrás, observando lo que les rodea.

P. ¿Lleva demasiado tiempo Rubalcaba delante, dirigiendo?

R. Yo apoyaba a Carmen Chacón. Apoyé lo que Carmen Chacón significaba y podía haber hecho. Apoyaba a la gente que la acompañaba y las ideas que representaban.

P. Según la última encuesta del CIS, el primer problema de los españoles es el paro pero después son los políticos. Es para hacérselo mirar.

R. Totalmente. Y eso tiene un lado muy complejo pero otro muy simple. La política ha generado un microclima interno que se retroalimenta y le asfixia. Ella sola ha conseguido quedar al margen de los demás. Ha llegado un momento en el que los políticos hablan delante de los medios, los medios interpretan en función de cuál es su empresa y quién les paga; y entre unos y otros los ciudadanos no entienden de las cuestiones ni están informados ni la política tiene pedagogía. Los políticos tienen que ser sinceros y valientes. Y hay que decir lo que se piensa. Algunos lo entenderán y otros no. Pero es que llega un momento en que la cobardía es la norma en la política.

Yo apoyaba a Carmen Chacón. Apoyé lo que Carmen Chacón significaba y podía haber hecho. Apoyaba a la gente que la acompañaba y las ideas que representaban

P. Obras inconclusas como las rondas, el Centro de Creación Contemporánea que no se sabe qué va a acoger, el Aeropuerto, el Palacio del Sur, las naves de Sandokán… ¿Todo eso qué dice de una gestión política?

R. Que nos hemos dedicado a torear el día a día. Y para mí la política es todo lo contrario. Hay que abarcar los que se puede, hay que ser muy sincero con lo que se está haciendo y, de vez en cuando, hay que decirle a los ciudadanos que tal cosa no se puede hacer porque es una locura. Yo lo he hecho muchas veces. La política, a veces, no es racional. Los políticos se asustan y en vez de aplicar la pedagogía y la racionalidad, hacen cosas que no se pueden hacer.

P. ¿Le ha dicho que no al Cabildo con temas de la Mezquita?

R. Lo he dicho en miles de ocasiones en los casi 12 años que he sido responsable de Cultura. Y me he ganado incomprensiones que, con el paso de los años me han terminado dando la razón. Insisto, la política ha adolecido de mucha cobardía: no se ha dicho que no. Y yo, que aplicaba esa metodología de hacer política, me daba cuenta en seguida que iba totalmente a contramano. Por eso, cuando me preguntan si echo de menos los cargos, me digo: “Con la de malos ratos que me he llevado...”. Y en cuanto a las iglesias, conmigo se hizo un repaso muy a fondo de todas las iglesias de Córdoba. Y qué decir de la Mezquita.

Llega un momento en que la cobardía es la norma en la política

P. Cuando ve la reforma de las iglesias y de la Mezquita con dinero público y luego ve la intención de cobrar la entrada sin pagar IVA, ¿qué piensa?

R. Se lo he dicho a mi partido muchas veces. El PSOE tiene que replantearse en serio muchas cuestiones en relación a la Conferencia Episcopal. Y no me estoy refiriendo a la religión católica, sino a la jerarquía. He visto con mucho agrado político el tema de las finanzas de la Iglesia. Hay que saber de cuántos impuestos está exenta la Iglesia. Las relaciones de una democracia aconfesional tienen que ser claras, nítidas y diferenciadas. Un socialista se las tiene que plantear con honestidad y franqueza. No podemos jugar a cosas raras con esto.

P. El PSOE es un partido laico y republicano.

R. Y federal. Nosotros los socialistas hemos hecho sacrificios de cosas que están en nuestros fundamentos. Pero todos son revisables y ha llegado el momento de hacer una propuesta federal de España. Es lo mejor para este país en este momento.

P. ¿Qué ha supuesto Bárcenas en la política?

R. Lamento profundamente que una democracia que solo tiene 34 años esté ahora inmersa en la desafección de la gente hacia la política. Me duele mucho porque he dedicado 16 años con todo mi corazón a la política. Me produce mucho desasosiego. Pero hay algo que no me entristece y es que la verdad salga y aflore, eso es muy bueno. Me agarro a eso para seguir viendo futuro. Por eso, propongo que la gente, cuando llegue a suprimir cargos en política, haga un registro público en el que diga todo lo que tiene cuando entra. Y lo mismo cuando se retire. Es simple y científico.

P. ¿Tiene amigos en la cúpula del PP?

R. Sí que los tengo. Al cabo de tantos años...

P. No sé si alguno le habrá dicho algo de los sobres, pero mi pregunta iba por otro lado. Usted estuvo en el Gobierno en pleno boom inmobiliario, cuando corría mucho dinero en España. ¿Ha tenido usted dinero negro cerca o se lo han ofrecido alguna vez?

R. Durante 12 años he tenido a casi el mismo equipo de trabajo. En ese tiempo, solo he cesado a una persona. En el grupo, somos muy amigos, trabajábamos mucho. Con un estrecho colaborador mío recuerdo que hablando una vez, le dije: “Fíjate que entre nosotros ninguno ha salido corrupto. Tantos años, con tanta gente y tantas obras, ¿por qué?, le pregunté. Y me dijo: ”Es que cuando tú hablas con un micrófono en un acto o en el parlamento o en el Congreso, eres tan bestia moralmente que ni nos ofrecían la corrupción“. La corrupción también se atrae. Es un ambiente, es un paso por aquí para que me veas, es un me gustan los yates, los hoteles caros. La corrupción es un mira mi modo de vida. Y mi equipo y yo, lo que hacíamos era ir al McDonald's. No nos han ofrecido ni una botellita de champán.

P. Pero usted estuvo en el ojo del huracán, ¿nunca vio nada?

R. Esas cosas se cultivan. A mí la gente en vacaciones no me veían en Mallorca en un velero. Me veían en Cabra, comprando en chanclas en el Mercadona y paseando a mi madre por las tardes en la Alameda. Forma parte de lo que decía antes, cuando tú te desclasas y das señales, pues las señales se reciben.

P. ¿Sigue teniendo amistad con José Luis Rodríguez Zapatero?

R. Sí. Cuando mucha gente se ha desentendido de él, cuando él fue el que nos llevó a muchos lugares importante, yo sigo teniendo contacto. El año pasado fui con él a León. Creo que era su primer acto en su tierra después de dejar de ser presidente.

P. ¿A qué fueron?

R. A un pueblecito en el que se había restaurado un puente romano cuando yo era ministra. Y el alcalde se empeñó en que fuera a la inauguración. Coincidí allí con Zapatero. Estuvimos en el acto público los dos y luego tuve un rato con él muy interesante para mí. Ese acto se colgó en la intranet del partido y recibí muchos mensajes de felicitación, en plan, bien hecho, con dos tacones. Porque yo no tenía que ir a ese sitio.

A mí la gente en vacaciones no me veían en Mallorca en un velero. Me veían en Cabra, comprando en chanclas en el Mercadona y paseando a mi madre por las tardes en la Alameda

P. Pero está hablando como si Zapatero fuera un apestado.

R. No, pero hay mucha gente a la que Zapatero hizo muy importantes dentro del partido y que en un determinado momento, parece que han querido pasar página.

P. ¿Y él cómo está, cómo ha vivido ese proceso?

R. A mí las cosas sangrientas de la política no me gustan, me parece que la violencia sobra siempre. Y nunca olvidaré en mi vida el honor inmenso que ser ministra de todos los españoles. Eso lo he conseguido porque José Luis me llamó un día. No me gusta que se me borren de la memoria las cosas y aunque he discrepado con él de muchas cosas es que...

P. ¿Tan sangrante ha sido el proceso dentro del partido, han volado muchos cuchillos?

R. No, pero no se puede pasar página de muchas cosas que el tiempo terminará poniendo en su sitio. Conozco muy bien las cosas que hemos hecho bien y mal. Yo estaba allí. Pero es que Zapatero ha sido un secretario general de nuestra organización, es un hombre que ha ganado dos elecciones. Y si esta crisis la hubiese montado Zapatero… Pero es que es de toda la zona euro. No me gustan moralmente los desleales.

P. ¿En esas conversaciones con Zapatero no surge esa pregunta básica de lo que se ha liado?

R. El tiempo irá poniendo las cosas en su sitio. Lo que no consiento es que la élite de PP esté dándole sopas con ondas de moralidad al PSOE. Porque es mentira, es intolerable. Aunque lo de Bárcenas les va a dejar en su sitio, más tranquilitos, sin necesidad de tener que dar lecciones de nada.

P. Me refería a la crisis.

R. Un país que ha tenido su segundo nicho capitalista en algo tan facilón como la construcción inmobiliaria, tarde o temprano tenía que ocurrirle esto. No hemos desarrollado la economía verdaderamente productiva, que pasa por la investigación y el desarrollo. El PP nos va a meter en un lío, en este sentido, con los recortes.

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