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Mayo

Carlos Puentes

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No mentía. 7,5º C de temperatura mínima y 13,5º C de máxima se registraron el pasado lunes, 29 de abril. La estampa, 10 centímetros de nieve en puntos de la Subbética, aguanieve en cotas medias y el grito colectivo en honor a San Homobono, de queja y lamento por el desacostumbrado frío tardío. El genuino rizo del pelo escrotal con el que vaticino el futuro no me engañó. Bien.

El sábado, eso sí, una turba de amistades, al calor del alcohol, tenían a bien cagarse en mi nación por el tremendo calor que tenían al Sol. La cosa es bien simple, y además me servirá para explicar una de las cosas que tenía pendiente explicar. Verán, como curiosidad, la inclinación que el Sol tenía esos días sobre la línea del horizonte, venía a ser la misma que la que tiene en la primera quincena del mes de agosto. Me habrán leído ya en alguna ocasión lo del viaje de ida y vuelta alrededor del Sol. En ese viaje, llamado traslación, el planeta va variando su exposición a los rayos solares según se encuentre en un momento o en otro del año.

Al contrario de lo que mucha gente piensa, las estaciones no se dan por un cambio periódico en la inclinación del eje terrestre, no, éste siempre es el mismo, con una ligera variación en el eje magnético, pero que no afecta en absoluto a los ciclos estacionales que disfrutamos en ambos hemisferios. Tampoco las estaciones son consecuencia, como aún hoy mucha gente piensa, por la variación en la cercanía de nuestro planeta al Sol, no. Las estaciones se producen por esa diferente exposición del planeta, en su movimiento de traslación alrededor del Sol, que se produce por el movimiento estático del eje en relación a nuestro astro. Es lo que provoca que los veranos árticos no vean nunca ponerse el Sol y que por el contrario no vean amanecer durante el invierno, siendo al contrario en el antártico.

A lo que iba, en ese movimiento de traslación, se da la circunstancia que el Sol deba pasar dos veces al año por todos los puntos de nuestro horizonte donde vemos su recorrido. A mayor altura sobre la línea del horizonte, mayor capacidad calorífica por efecto de la concentración solar, ¿se entiende? ¿no? Es bien simple, la capacidad energética del Sol al amanecer o al atardecer es menor que al mediodía porque esta última está mucho más concentrada por unidad de superficie. Si trasladamos este principio a las estaciones, tendremos la explicación de porqué en verano el Sol calienta sustancialmente más que en invierno.

¿Ven ya hacia donde les dirijo? Estos días tuvimos Sol de verano y atmósfera de invierno. ¿Y esto cómo es? Se dirán. Una cosa es la radiación solar que tengamos y otra muy distinta la masa de aire que nos afecte. Evidentemente, ambos parámetros están relacionados, pero como ya les digo, son diferentes. No podemos entender la atmósfera como un espacio vacío de contenido, todo lo contrario, la atmósfera es un fluido, y como cualquier líquido tenemos que comprender que su comportamiento está sometido a la misma dinámica.

Explico todo esto para que entiendan el porqué en meteorología se mide la temperatura del aire y no la de la capacidad calorífica de los rayos solares. No es baladí, especialmente entre aquellos que ponemos nuestro entusiasmo en hacer divulgación meteorológica, la aclaración de este hecho, máxime cuando año tras año vemos repetidas las inservibles imágenes, muy llamativas eso sí, de termómetros callejeros al Sol en una suerte de absurda competición veraniega por ver cuál es el pueblo de España con más sobacos sudaos por metro cuadrado.

Cualquier medición de temperatura hecha al Sol adquiere un error que puede oscilar entre el 5 y el 25% dependiendo del momento y de la época del año, una burrada de diferencia que es más que suficiente para entender el porqué de la necesidad de medir la temperatura de la masa de aire en unas condiciones determinadas, y para entender el porqué de la urticaria que nos sale a los amantes de la racionalidad cada vez que vemos a alguien hacer fomento de la estupidez.

Dicho esto, que no sirve absolutamente para nada, salvo para mi desahogo personal, el parte. Comenzamos mayo, hoy, día de la clase trabajadora, para quien siga teniendo esa desgraciada condición, saliendo del fugaz episodio de nieves y recuperando los valores normales de esta época del año, los que nuestro particular Lorenzo ya nos empieza a imponer cual merecido castigo, con una recuperación progresiva de las temperaturas. Vuelven las altas presiones y vuelve el flujo del suroeste, lo que en nuestra tierra significa humedad desde el Atlántico, el ingrediente clave para la sucesión de tardes de tormenta, fenómeno que con casi toda certeza será la clave de estos primeros días del mayo festivo, desde el viernes, por ejemplo. Así que ya saben, vuelta a la manguita corta pero no a las chanclas, al menos, no por las tardes. ¡Viva el vino!

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