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Rafael

Carlos Puentes

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Rafael, en una semana es San Rafael, ¿lo tengo que explicar? Que levanten la mano los que se llamen Rafael, o tengan un hermano, padre o abuelo que se llame Rafael, Rafa, Falito, Falo, Falete. Ahora la levantan los que siendo de Córdoba no conozcan un sólo Rafael... Rafael, para el que no sea de Córdoba, es el custodio de la ciudad. Yo no soy creyente, pero para el que lo sea, que se lo haga mirar. Les cuento.

Sabrán ya, y si no lo sabían ahora sí lo van a saber, que el Atlántico Norte está en plena temporada de huracanes. En latitudes más tropicales, entre el 1 de junio y el 30 de noviembre, tienden a formarse una serie de depresiones con características ciclónicas de diferentes tipologías e intensidades. Estas depresiones, atendiendo fundamentalmente a la velocidad del viento y profundidad depresionaria (presión central), pasan por una serie de estados progresivos que según la escala de Saffir-Simpson tendría la siguiente sucesión: Depresión Tropical, Tormenta Tropical, y Huracán. Una vez que una de estas depresiones alcanza la categoría de huracán, se clasifica del 1 al 5 según su intensidad y fuerza destructiva. Dos de las claves para que dichas depresiones adquieran más o menos fuerza ciclónica, son la temperatura del mar en el momento de formación, mayor cuanto más alta sea esta, y una baja cizalladura vertical (esto es el viento en altura). En función a la evolución de esas dos variables, una de esas depresiones tropicales alcanzará una categoría u otra de huracán. Al subir dicha depresión de latitud, hasta zonas más templadas o frías del mar, dicha depresión pierde fuerza, se extratropicaliza y adquiere otras características no ciclónicas.

Como seguro que saben, este tipo de fenómeno meteorológico en muy raras ocasiones se pasea por nuestras latitudes, como aquel 11 de octubre de 2005 en que un sistema ciclónico subtropical, adquirió categoría de huracán  nivel 1 en las inmediaciones de la costa onubense, donde “tocó tierra” y se adentró por el Valle del Guadalquivir como depresión tropical, afectando especialmente a Córdoba con una precipitación acumulada  en 12 horas de 84 mm. En aquel entonces, por el sistema de denominación ciclónica que sigue el Centro Nacional de Huracanes de los EE.UU., tocó llamar a la depresión con el nombre “Vince”. Este sistema se compone de seis listas diferentes, con 21 nombres cada una, ordenados alfabéticamente y alternando masculinos y femeninos. Esta temporada el NHC está usando la lista IV, donde por cosas del destino, la que fuese decimoséptima depresión tropical, se llamaría Rafael. ¿Lo van pillando?

Sí amigos, el pasado 12 de octubre, día de la cojonada hispánica, se forma frente a las costas de Dominica lo que ha venido a ser el noveno huracán de la temporada 2012 en el Atlántico Norte, el Huracán Rafael. Ya hoy mismo debería perder tal categoría, alcanzando latitudes más septentrionales hasta aguas más frías. Dicho huracán, de breve existencia, va a pasar sin pena ni gloria a la historia de los huracanes atlánticos, salvo que... Salvo que el grupo de meteofreaks con más mala leche a este lado del Guadalquivir le hagamos digno seguimiento en su deriva atlántica. Verán, una vez dicho sistema se extratropicalice y quede embebido en la influencia de una típica y sosainas baja atlántica que ahora mismo anda por Terranova, allá por el Nuevo Mundo, la trayectoria que los modelos más fiables en el largo plazo (ya van viendo mi predilección por el americano GFS) nos la vienen a situar frente a las costas portuguesas entre el 23 y el 25 de octubre, ejem...

Para ese entonces, si todo marcha como debería, lo que un día fuese el Huracán Rafael, tendría capacidad para dejar algún que otro frente de cierta intensidad al menos en la mitad occidental de la Península. Aún queda mucho, una semana, y eso en esto de lanzar pronósticos meteorológicos es todo un mundo, muchas piezas pueden cambiar y alejarnos o acercarnos dicha baja, profundizarla o desinflarla en función a la cizalladura y la temperatura del mar que se vaya encontrando conforme descienda de latitud. Pero para todos los que nos frotamos las manos pensando en la ruina de los elementos más diferenciadores de las señas culturales de la tierra del salmorejo, se convierte en pura poesía visual, metáfora de lo que la propia ciudad es, castigada y azotada por la misma deidad a quien rendimos pleitesía. Si la misma tierra que un día fuese punta de lanza del Partido Comunista, cobijó y fomentó al mismo tiempo la única de las cajas españolas bajo la dirección del mismísimo Dios, si la misma ciudad que arrasó uno de los más importantes yacimientos arqueológicos de toda la cristiandad tardoantigua, se volcó en el concurso de popularidad cultural más importante del 2016, si el que fuese Secretario General del partido antes nombrado, adoptó el mito de Prometeo para lanzar su apuesta ideológica tras quedar engullido por los que antes fueron sus compañeros de viaje, no podía sino poner en riesgo a su tradición más típicamente cordobesa, la del perol de peroles, el de San Rafael, con una nube que llevaría el mismo nombre del Arcángel custodio.

Como comprueban soy una mala persona, que tiende a descojonarse ante la remota posibilidad de un evento natural bautizado como Rafael, que podría arruinar todos los actos, paganos y religiosos, que en la ciudad acostumbramos a celebrar para c0nmemorar que el Arcángel vela por nosotros. Vuelvo al principio, si yo fuese creyente, y la fina lluvia de una nube llamada Rafael me jode la procesión de quien supuestamente me custodia, me convierto al ateísmo en un tris. Pero al margen de esto, que no es más que “algo” que podría suceder, o no, está el pronóstico inmediato. Rápidamente, entre el jueves y el sábado, paraguas, chubasquero y castañas a los bolsillos, más grande el paraguas y castañas más calientes cuanto más al norte y al oeste, si quieren algo más, mejor me siguen por aquí.

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