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Dani de Morón y el primor sonoro de la guitarra flamenca

Dani de Morón, con Duquende, El Pele y Antonio Reyes | TONI BLANCO

Francisco Martínez Sánchez

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Un ilusionado Dani de Morón presentó en el Gran Teatro 21, con motivo de los espectáculos del XXI Concurso Nacional de Arte Flamenco; proyecto para el que cuenta con un ramillete de cantaores y cantaoras que pasaran a los anales del flamenco como referentes del cante que se interpretó en el naciente siglo XXI; como ejemplo los tres que le acompañaron anoche, Antonio Reyes, Duquende y El Pele.

Resultó gratificante escuchar a un joven guitarrista que tuvo la clarividencia para deslindar acertadamente el toque de acompañamiento con el de concierto, sin descomponer en ningún instante el discurso sonoro de su manera de concebir el flamenco. Acostumbrados en demasía a retruécanos melódicos elaborados para provocar fáciles, por embaucadores, desenlaces musicales que solo provocan el aplauso circense, escuchar con detenimiento a Dani de Morón en sus solos es deleitarse en el depurado significado de la música que denominamos flamenca. A escucharle debemos recordar las composiciones de sus dos discos en solitario Cambio de sentido y El sonido de mi libertad, el primero de 2012 y el segundo de 2015 para La Voz del Flamenco. En el Gran Teatro el guitarrista moronense sintetizo parte de su obra con aportaciones que reafirmaron la progresión del artista. Dejó constancia de un equilibrado virtuosismo eludiendo todo tipo de aspaviento técnico, que para él resultaría fácil; cada pieza tuvo un pulido entramado musical, coherente discurso en el que ninguna falseta o recurso técnico estuvo de más, todo el engranaje musical cumplió la función de exponer y comunicar lo pretendido por el guitarrista.

En el momento de acompañar al cante, Dani de Morón irradió lo que en el argot de los aficionados se entiende por flamencura de quilates. El guitarrista en otro plano, mostrando solvencia y tino para tratar a cada cantaor con el registro adecuado. No solo se trató del acorde, la nota, la falseta, el contratiempo... preciso y oportuno, sino más importante aún, el conformar la atmósfera sonora idónea para el buen acomodo del cante.

El expresivo diálogo cante-guitarra comenzó con Antonio Reyes. Soleá por medio y esbozos de zambra y tangos paraos en la aterciopelada voz de Antonio Reyes, nunca indiferente a nadie. Tiene para sí el cantaor chiclanero el volumen adecuado y justo a cada estilo que interpreta, paladeando cualquier verso interpretado con refinada seducción flamenca que el público valoró.

Duquende por cartageneras y seguiriyas, voz tronchada, a borbotones en agonía expresiva. Dani de Morón le acompañó desde el mimo y la contundencia que los cantes exigieron en un mano a mano que de nuevo puso de manifiesto la integridad del guitarrista.

Y con El Pele llegó el no va más. Ofreciendo públicas muestras de cariño y admiración hacía Dani de Morón, el gitano cordobés comenzó cantando por soleá para el goce de todos los asistentes. Pleno de facultades y con apetito de cante, El Pele desencadenó en pocos minutos un torbellino de sentidos oles y vítores por parte del público, en animosa correspondencia a su cante señero, voluptuoso y cabal. Se encontró a gusto el cantaor, quien por alegrías mostró originalidad, enfatizando una particular manera de ejecutar este cante que ya ha creado escuela. Dani de Morón mientras tanto disfrutando en el acompañamiento, dispensando al cantaor las notas más apropiadas para el redondeo de la actuación.

Una ronda por bulerías de los tres cantaores, Antonio Reyes, Duquende y El Pele pusieron el punto final al encuentro con Dani de Morón, guitarrista de los elegidos que atesora conocimiento y experiencia, como la vivida anoche en el Gran Teatro. Los artistas fueron aclamados en la despedida, y El Pele a pie de escenario cinceló un par de bulerías para el adiós. Final por todo lo alto y Dani de Morón satisfecho por la presentación de su proyecto 21, un número talismán para él. Que así sea.

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