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El Córdoba se deja hacer de todo en el Sánchez Pizjúan

Ghilas arrodillado en el área del Sevilla | LOF

Paco Merino

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El conjunto blanquiverde sólo aguanta media hora y sucumbe ante un Sevilla superior | Los de Djukic, sin sustancia, se enquistan en la zona baja tras mostrarse vulnerables

Un Córdoba insustancial hizo acto de presencia en Sevilla para cumplir el papel que le asignaban las estadísticas, los antecedentes, la trayectoria, las casas de apuestas y los aficionados menos proclives a la divagación. El de perdedor. No hubo sorpresa porque los blanquiverdes, francamente, hicieron muy poco para que los hispalenses vieran rota su excepcional racha de un año sin perder en el Sánchez Pizjuán. Hubo palabras motivantes en las vísperas del partido, arengas para levantar la moral de una tropa que anda ahora huérfana de liderazgo, pero también de pasión y entusiasmo. Al primer golpe se cae y no se levanta. A Nervión fue con la idea de desgastar a los de casa con un fútbol presionante y aguerrido, con poco riesgo arriba pero disciplina espartana en los alrededores de Juan Carlos, un guardameta recién renovado y eternamente controvertido. El alcarreño no tuvo esta vez la culpa de nada. O sería mejor decir que no tuvo más que otros.

El equipo no funcionó. Empezó discreto, fue a peor y terminó fatal, dejando una impresión muy fea. Un marcador de 3-0 en el Pizjuán y unos gritos de la afición sevillista cantando “¡A Segunda, a Segunda!” resultan una experiencia repugnante. Los seguidores cordobesistas tuvieron que sufrir ese lamentable epílogo en un partido que no sirvió para construir un nuevo punto de partida en la reacción. El conjunto de Djukic sigue abajo en la tabla, con cuatro derrotas consecutivas ya y todo el caudal de ilusión que generó su comienzo de año tirado al retrete.

Para arrancar, un once rompedor. Un alboroto premeditado para incentivar a los propios y desquiciar -o al menos intentarlo- a los ajenos. Djukic dejó un sitio en el banquillo a Florin Andone, como se preveía, pero multiplicó el efecto sorpresa sacando del once titular -en el que estaba desde el mismo momento en el que aterrizó en Córdoba- al portugués Bebé. El cedido por el Benfica, más efectista que eficaz en sus últimas comparecencias, desapareció del equipo inicial para que entrara Héldon Ramos. El caboverdiano demostró más voluntad que acierto, como casi todos en su bando.

La puesta en escena fue efervescente. El Córdoba apretó a la salida del balón de los sevillistas, robando alguna pelota y tratando de cumplir desde el minuto uno su rol de adversario pesado e impertinente. Edimar fue el primero en ensayar el disparo, pero se le marchó muy lejos. Más atinado estuvo Reyes, que reaparecía en el cuadro hispalense, cuando se decidió a probar suerte desde el borde del área. Juan Carlos se lanzó a la esquina y despejó el latigazo raso con la mano derecha. Los de Emery se encomendaron al toque y las acciones combinativas para buscar huecos en un Córdoba compacto, obsesionado con no perder el sitio. Djukic había avisado en las vísperas de que no querían llegar al Pizjuán como víctimas. Eso se tradujo en un planteamiento que minimizaba el riesgo, en una especie de homenaje a Tim, aquel entrenador peruano que exponía una curiosa táctica: “Todos atrás y Dios delante”. La divinidad cordobesista la representaba Nabil Ghilas, que aparte de pelearse con todos los defensores que le salían al paso -además de árbitro y jueces de línea-, tuvo alguna ocasión. La mejor fue un contragolpe llevado por Edimar y Héldon que finalizó con un centro que cabeceó el argelino en una posición muy forzada. Lo detuvo Rico, igual que otro zapatazo del punta cuando se encontró una pelota suelta tras una desaplicación de la zaga sevillista. Su disparo tocó en las piernas de un defensa y perdió potencia, poniéndoselo fácil al meta local.

Dominó el Sevilla, tal y como le correspondía. Y el Córdoba se defendió, que era lo suyo. Reyes, que regresaba, decidió que era un buen día para recordar sus mejores años. El utrerano fue una pesadilla para los blanquiverdes, que se dispusieron con el mejor talante posible a resistir el asedio hispalense. Aguantar y esperar. Y aguantaron. Crespo se tuvo que tirar al piso para sacar un centro de Aleix Vidal que iba al corazón el área, donde llegaba Bacca desbocado. Las entradas eran constantes. Cada córner suponía un mal trago. El Córdoba daba por bueno su sufrimiento porque le resultaba rentable. Hasta que dejó de serlo. Reyes botó de manera magistral un saque de esquina y Krychowiak remató de cabeza adelantándose a todos. Khrin se quedó mirando cómo el polaco se elevaba imperial para conectar un testarazo que profanó por primera vez la meta cordobesista. En pleno desbarajuste llegó el segundo. Carlos Bacca remachó en la línea un 2-0 que afeaba todo lo realizado hasta ahora por el Córdoba y compensaba, quizá con exceso el control ejercido por el Sevilla. Al vestuario se fue el Córdoba con el gesto cortado. Había resistido un poco más de media hora y su presencia en ataque era nula. No había sido, ni mucho menos, un intercambio de golpes. El panorama exigía soluciones y Djukic rebuscó en el cajón.

Metio a Ekeng y Bebé por Deivid y Zuculini, pero el revulsivo no se notó. O sí. Pero no para bien. El camerunés solamente estuvo nueve minutos sobre el campo. Tras un forcejeo con Vitolo le soltó una patada y el juez de línea lo vio. Llamó a Bikandi y éste le enseñó la roja al africano, que incluyó así un cromo más en su álbum de jugadas tontas de la temporada. Con 2-0 y con uno menos, el porvenir era ya deselentador. El Sevilla rozó el tercero con un remate de cabeza de Carriço al larguero tras una falta botada por Reyes. Las acciones de estrategia del Sevilla eran mortales. El Córdoba, simplemente, no podía. Ghilas seguía barrenando arriba sin fruto, Bebé miraba más al lucimiento particular y Cartabia se desesperaba. No había modo de asociarse con nadie. El Pizjuán entonaba cánticos festivos y todo marchaba con una dolorosa normalidad para el Córdoba, que cumplía como si fuera un trámite funcionarial un partido que sólo podía irle a peor.

La expulsión directa de Krychowiak, que realizó una salvaje entrada a la altura de la rodilla a Rene Krhin, igualó a los equipos en número de integrantes. Pero la distancia futbolística se acrecentó. Iborra, de cabeza, resolvió con éxito otra acción a pelota parada en un córner que sacó Ever Banega. El Pizjuán empezó a corear cánticos hirientes y el ambiente se enturbió. El Córdoba fue a Sevilla con la idea de hacer algo importante pero terminó dejándose hacer de todo.

FICHA TÉCNICA

SEVILLA, 3: Sergio Rico, Aleix Vidal, Nico Pareja, Carrico, Fernando Navarro, Krychowiak, Iborra, Reyes (Deulofeu, 61'), Ever Banega, Vitolo (Denis Suárez, 83') y Bacca (Carlos Fernández, 82').

CORDOBA, 0: Juan Carlos, Gunino, Pantic, Crespo, Edimar, Deivid (Bebé, 46'), Rene Krhin, Zuculini (Ekeng, 46'), Héldon Ramos (Abel Gómez, 55'), Fede Cartabia y Ghilas.

ÁRBITRO: Bikandi Garrido (Comité Vasco). Expulsó con roja directa a Patrick Ekeng en el minuto 54 y a Krychowiak en el 73. Amonestó con tarjeta amarila a Krhin.

GOLES: 1-0 (38') Krychowiak.

2-0 (43') Bacca.

3-0 (76') Iborra.

INCIDENCIAS: Encuentro correspondiente a la vigésimo cuarta jornada del campeonato de Liga BBVA, disputado en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán ante unos 32.000 espectadores. La presencia de medio millar de seguidores cordobesistas se dejó sentir.

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