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La Córdoba andalusí, “la ciudad más influyente de la historia de la música”

La corte de Abderraman, de Dionisio Baixeras Verdaguer

Juan Velasco

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La Córdoba de hace un milenio, cuando era la principal metrópolis del mundo occidental, es la ciudad más influyente en la historia de la música. Esa es la tesis que ha expresado el crítico de jazz e historiador musical estadounidense Ted Gioia en un artículo publicado hace más de un año, pero que han recuperado varios expertos españoles este fin de semana.

El artículo se titula La ciudad más importante en la historia de la música no es la que piensas, y expone la tesis de este experto estadounidense, que ha formado parte del cuerpo docente de la Universidad de Stanford y ha publicado doce libros, algunos de ellos considerados canónicos para la materia de investigación (La Historia del Jazz, por ejemplo, es el libro más vendido sobre el tema del siglo XXI).

Gioia, quien además publicó un libro sobre el folclorista norteamericano Alan Lomax (que, entre 1952 y 1953, recorrió toda la Península grabando sus músicas para la BBC), expuso su reflexión sobre la importancia de Córdoba en su web, destacando que la Qurtuba andalusí es “el mejor ejemplo a seguir en la creación de una cultura musical saludable y creativa”.

“¿Valoras la innovación o la tradición? ¿Quieres reconocimiento interno o éxito cruzado? ¿Tu objetivo es maximizar la creatividad o promover la diversidad? ¿Buscas una artesanía atemporal o dinero rápido atrayendo a una gran audiencia? ¡Ah, quiero todas estas cosas! Así que solo tengo una opción, pero estoy seguro de que mi ciudad ni siquiera está en tu lista. Mi ciudad musical ideal es Córdoba, España. Pero no estoy hablando de hoy. Me refiero a Córdoba alrededor del año 1000”, afirma en el texto Gioia, que defiende que “la Córdoba medieval tuvo más influencia en la música global que cualquier otra ciudad en la historia”. 

Para este investigador, los nuevos estilos musicales que suelen surgir tienen en común que nacen en “ciudades densamente pobladas donde se encuentran y se mezclan diferentes culturas, compartiendo sus canciones distintivas y formas de vida”. Así, pone como ejemplo Nueva Orleans, cuna del jazz, que surgió en una ciudad marcada por la intensa mezcla de culturas francesas, españolas, africanas, caribeñas, latinoamericanas y otras, e impulsada por el gran número de viajeros y comerciantes que llegaron a la región debido a la prominencia del río Mississippi como centro comercial y de distribución.

Y ese caso tenía un precedente: “Mil años antes de que Nueva Orleans estimulara el surgimiento del jazz e instigara la africanización de la música estadounidense, algo similar ocurrió en Córdoba, España. Incluso podrías llamar a esa ciudad el prototipo de todas las tendencias musicales decisivas de nuestros tiempos modernos”, expone Gioia, que cita a la profesora de Yale María Rosa Menocal, y la noción de Convivencia (sic) entre judíos, cristianos y musulmanes, quienes, “a pesar de sus diferencias inquebrantables y hostilidades duraderas, alimentaron una compleja cultura de tolerancia”.

El origen de la canción de amor

Para Gioia, de hecho, Qurtuba es el mejor ejemplo de “cómo Occidente puede entrar en un diálogo cultural fructífero con el forastero, en beneficio de ambos”. Y recuerda que la primera vez que tomó conciencia de la importancia de Córdoba fue cuando investigaba el origen de la canción de amor, una tarea que le llevó a descubrir que los trovadores del sur de la Francia medieval “habían tomado prestada esta forma de cantar de la España medieval”.

“Nadie pudo rastrear claramente este linaje antes de 1948, cuando un estudiante de posgrado de Oxford llamado Samuel Stern logró traducir líneas previamente indescifrables en canciones en español del siglo XI. Encontró que estas canciones eran difíciles de entender porque combinaban frases vernáculas del romance (una especie de prototipo del español) con letras en árabe y hebreo. Solo tenían sentido, y revelaban sus significados, cuando se trataban como fusiones culturales”, explica el musicólogo norteamericano, que detectó entonces una migración previa de cantantes esclavas femeninas a la España medieval desde Bagdad y el norte de África“, que ”estaban cantando el equivalente de letras de trovadores más de un siglo antes de que estas canciones florecieran en Francia“.

Así, Gioia llega al centro de su tesis: “En otras palabras, la canción de amor, el tipo de canción más popular durante los últimos mil años, fue el resultado de un crisol cultural en el que España fue el eje. Europa aprendió esta forma de cantar imitando este ejemplo español, y con el tiempo este estilo de canción romántica se extendió por todo el mundo”.

El primer conservatorio de Europa 

Gioia también se detiene, por supuesto, a loar las enormes aportaciones de Ziryab, quien fundó una escuela de música en Córdoba a principios del siglo IX, convirtiéndose, a su juicio, en el “creador del conservatorio de música” (“una escuela de música africanizada en Europa mil años antes de que se fundara Juilliard”, según la define en su texto).

“Si buscas un estudio de caso medieval sobre la creatividad multicultural, aún un desafío y una oportunidad enormes en nuestros tiempos, nada se compara con Córdoba”, sostiene el investigador, que además, añade otra clave: “Qurtuba tenía la población más grande de cualquier ciudad en Occidente en esos días”, era “diez veces más grande que Roma”, y mucho mayor que París y Londres, que entonces eran “pueblos diminutos en comparación”.

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El Modelo Córdoba

Así, Gioia sitúa a Córdoba como el paradigma que luego siguieron la Venecia del Renacimiento o Nueva Orleans y Nueva York en los siglos XIX y XX. “Todos siguen el modelo de Córdoba, que fomenta avances artísticos que no ocurren en entornos más homogeneizados”, asegura el musicólogo, que concluye definiendo lo que él llama “el Modelo Córdoba”, en el que “las reglas son la tolerancia, la conectividad, la interacción, el intercambio, una actitud acogedora hacia los nuevos pueblos e influencias”.

“El Modelo Córdoba todavía tiene algo que enseñarnos hoy. Si florecimos viviendo juntos hace mil años, ¿por qué no debería volver a suceder ahora?”, se pregunta el investigador. 

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