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¡Caracoles!

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Vanesa Cortés

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Caracol col col 

Saca tus cuernos al sol 

Que tu madre y tu padre ya los sacó 

Caracol col col… 

Aunque empezaron a finales de febrero, es ahora cuando la primavera ha asomado la patita y podemos aprovechar la temporada de caracoles que tanto caracteriza a nuestra ciudad, y que por si no lo saben, somos envidiados por otras ciudades aledañas (piensen, piensen...), lo cual me enorgullece bastante, qué quieren que les diga.

No hay plaza sin su correspondiente puesto, ni tampoco bar sin su cartel que diga “tenemos caracoles chicos y gordos” o “caracoles y cabrillas para llevar” y el tan querido “pedido a domicilio”, así como numerosas recetas como: caracoles chicos en caldo, cabrillas en salsa o picantes, caracoles gordos en salsa tradicional y nuevas propuestas gastronómicas donde el caracol es el protagonista.

Sea como fuere, cuando empieza la temporada, escucho casi a diario la misma pregunta: ¿Puedo comer caracoles? Y mi respuesta es siempre la misma: ¡Claro que sí! Aunque, como era previsible, les pongo un “pero” que comentaré luego.

A modo de curiosidad y para ratificar mi contundente afirmación, muestro una tabla sobre su composición nutricional tanto en macronutrientes (kilocalorías, proteínas, lípidos, carbohidratos) como en micronutrientes (vitaminas y minerales). Esta composición está realizada por cada cien gramos de alimentos, siendo la porción comestible de los caracoles una vez que los hemos liberado de su concha del 20%.















































































Agua82.3 g
Kilocalorías (kcal)78
Proteínas16.3 g
Lípidos1.4 g
Calcio140 mg
Hierro10.6 mg
Yodo6 mg
Magnesio250 mg
Zinc4.4 mg

Fuente: Moreiras O, A Carbajal, L Cabrera, C Cuadrado. Tablas de composición de alimentos. Guía de prácticas. Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, SA). 18ª edición revisada y ampliada. 2016

Si echamos un vistazo vemos que son ricos en proteínas, hierro, calcio, magnesio, yodo y zinc, son bajos en calorías y en grasas por lo que sí, son muy buena opción para estas tardes de paseo, como cena o aperitivo.

Pero… ¿dónde está la trampa? En este caso ya lo sabemos, en que si pedimos caracoles en salsa, lo que se nos apetece es mojar sopas, o como me dijo una camarera gaditana una vez: ¿No va usted a sopear? Pues ganas dan, para qué les voy a engañar, y más teniendo como pan de cabecera la maravillosa telera, esa artesana que sirve tanto para hacer salmorejo como migas y que es la más indicada para hacer barquitos que derivan en cruceros, pero… Mi recomendación en este caso es que no abusemos del pan blanco y comamos más caracoles. El pan blanco nos provoca picos de insulina, carece de fibra, apenas tiene nutrientes y se recomienda su consumo de forma muy ocasional.

Y, por lo demás, coman caracoles y disfruten de un paseo, del atardecer, de nuestras calles, del aroma a azahar que pronto nos invade, de la brisa y, en definitiva, de la vida.

“Quien busca la felicidad fuera de sí, es como un caracol que caminara en busca de su casa”. Constancio C. Vigil.

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