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Extras de la cultura

Ángel Ramírez

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Mi compañera Elena Lázaro se sorprendía el otro día en su blog de Cordópolis por la baja asistencia a una actividad de divulgación científica que organizaba. Era de pequeño formato, con libertad para los asistentes, en un bar en el que te invitaban a una cerveza y hablabas uno a uno con distintos investigadores… pues ni así asiste el personal, así que habrá que pensar que algo no está funcionando, porque hacerlo me consta que lo hacen bien, y por falta de hedonismo de la propuesta no creo que sea. La verdad es que lo siguiente era enviar a los investigadores a tu casa cada vez que se te ocurra alguna pregunta con una pizza cuatro estaciones bajo el brazo y una botella de lambrusco. Pero no quiero hablar yo de porqué pasa esto que es mucho tema y estoy ya primaveral, pero sí que me da pié a pensar en algunos actos que tienen lugar en la ciudad con poco más que unas cuantas cabecitas dispersas por el patio de butacas o la sala de exposiciones de turno.

Si te fijas en las redes o la prensa abundan las fotos donde se ve en exclusiva a los que están interviniendo tras una mesa o desde un atril con un logo colgado a la espalda. Si delante estuvieran las masas agolpadas ya se hubiera preocupado el fotógrafo (seguramente aficionado) de reflejarlo, así que cuando no ocurre la hipótesis más probable es que hay muy poca gente. Algunas actividades tienen vocación minoritaria y lo que deben hacer es evitar salas grandes y en otras la buena voluntad de los organizadores no se ha visto recompensada, mi solidaridad con ellos.

Pero hay una tercera categoría fantasma, una contaminación de la virtualidad que nos invade. Te plantas en una inauguración y todo ocurre sin ocurrir, la gente está allí y habla o mira pero realmente está posando, todo lo que ocurre carece de realidad, nos comportamos como extras y tenemos como misión ser resultones a la cámara. Yo ya me he acostumbrado y cumplo con mi papel, que a fuerza de preguntas y comentarios de la gente he terminado por aprender. Son actos absolutamente prescindibles en sí mismos, diseñados fundamentalmente para generar unas cuantas imágenes y palabras que a partir del día siguiente inundarán las redes sociales, que es cuando la cosa empieza a ocurrir de verdad. Cualquier proyecto, programa o acción sucede básicamente en las redes y solo buscan apoyatura en la realidad en algunos eventos a partir de los cuales construir discurso, emocionalidad, verismo. Así que buena parte de las cosas que ves que ocurren en la ciudad realmente no ocurren, se trata de una representación para producir contenidos.

Y es que, como si fuera un episodio de Black Mirror, hemos creado un monstruo al que debemos alimentar constantemente, lo creamos para comunicar nuestros eventos pero se los ha tragado, ahora hacemos eventos para que los devore una y otra vez. No sabemos ya nada de los intereses y las demandas ciudadanas porque primero tenemos que darle su ración a la Bestia que tenemos en nuestros teléfonos, cada vez nos absorbe más energía, y ya nos da miedo contrariarla. Ultimamente la veo desconfiada y exigente y no se basta con las fotos tramposas que aparentan multitud y esas de los saludos copa en mano. Ahora quiere mucha gente de verdad, que muestre interés, y que lo esté pasando bien, que se les note. Y cada vez se está poniendo más difícil.

PD: El próximo miércoles 29 hay una actividad de las de verdad en El Astronauta. El profesor de Historia Moderna de la UCO, Enrique Soria, comentará el libro “Juego de Tronos” a las 19.30. Por ahí se dice que a los que vayan los cogerán de extras para la serie.

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