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A pesar de todo, Antonio es Feliz

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Bernardo Jordano

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Antonio, nada más entrar por la puerta de mi despacho, tras los pasos de su madre, lo primero que hace es plantarme dos besos, muy educado él. Y, claro, ya me gana. Tiene poco más de once años, es grandón pero en la mirada puedes percibir un aire de ingenuidad que te recuerda que vas a tratar con un niño.

Pasamos los tres a una sala para hablar más tranquilamente, y él se entretiene con una gran tele que hay en un lado, y sabe encender y manejar, incluso mejor que yo, con sólo ver el mando. Es muy nervioso, y no le basta con la tele. Le dejo unos folios y un bolígrafo para que dé rienda suelta a lo que le pida el nervio de su cabeza. Juro que no se oye ni un ruido fuera de tono que salga de Antonio en todo lo que dura la reunión. Él, a lo suyo, y no me lo esperaba así, la verdad. Esperaba alguien que pudiera mostrarse mínimamente agresivo. Es como un osezno ya crecidito, torpón, con sus manos gruesas siempre en movimiento, preguntando por todo, cariñoso, juguetón, inquieto, no más.

Su madre, Rafi, me explica que viene arrastrando un retraso madurativo importante y que se le diagnóstico TDAH desde hace ya mucho tiempo. El mismo tiempo que no ha dejado de trabajar con todo tipo de profesionales para mejorar su atención y su capacidad de comunicación.

Le gusta relacionarse y no le cuesta nada hacerlo con caras nuevas, como ya he dicho que me demostró al principio. Tiene otro hermano más pequeño, al que quiere y protege con pasión. Le encanta tener visitas en casa, y si se quedan a dormir ya es lo máximo. Se atreve a remangarse en la cocina, y ya domina el arte del “arroz con tomate”. Le gustan mucho, mucho, mucho, los animales, y no se asusta con ninguno. Le encantaría que hubiera wifi por todas partes y no le gustan los candados. Le apasiona la música, y pide a gritos que le ayuden a desarrollar esa pasión en el cole. Dice que, de mayor, quiere ser fontanero, qué imaginación. Veo una redacción suya y, aunque la letra es bastante difícil de entender, no más que la mía, leo un texto coherente, correcto en todos sus términos, incluso sin faltas llamativas. En fin, un chaval encantador, lo digo en serio.

¿Y para qué viene entonces la madre a hablar con nosotros? Pues, sencillamente, porque en su Colegio, el único que hay en la zona (CEIP Santa Bárbara) no lo ven tan encantador, y se están empeñando en sacarlo de un aula ordinaria y de un centro ordinario para relegarlo, ya sin remedio, a un aula específica.

Algo me dice que el niño tiene más potencial por explotar. Reviso el expediente, de varios cientos de páginas, y algo chirría muchísimo. Al principio, todo son halagos y buenas intenciones. Desde el Equipo de Orientación Educativa se marcan unas pautas que suenan bastante bien en el papel pero, por desgracia, veo que no se llegan a implementar. Veo cosas tan chocantes como que a Antonio, teniendo problemas de lenguaje, se le asigna un profesional con discapacidad auditiva. Veo que tuvo una etapa donde el rendimiento fue mucho mejor con otra profesora que estuvo provisionalmente con él. Veo que lo han tenido arrinconado “jugando” a un lado del grupo para que no moleste durante todo el tiempo que duró una baja por matrimonio de otra profesional que tuvo. Veo, y me repugna, que tuvieron que denunciar los padres una agresión de una profesora que “perdió los papeles”, y no se le amonestó siquiera, ni se hizo constar en el expediente. Tal cual, y pretenden que, con métodos así, el niño vaya como un cohete.

Pues no, es imposible. Y hay varios episodios más que me hacen sonrojar, porque me cuesta muchísimo creer. Pero lo que más me ha indignado, como si fuera mi hijo, es ver que todo eso se rebaja al nivel de anécdota y no se tiene en cuenta a la hora de emitir un nuevo dictamen de valoración que obvia la educación tan “irregular” que ha tenido el niño y, sin cortarse un pelo, se le invita a abandonar el aula. No me gustan las etiquetas. Creo en la inclusión como objetivo porque creo que todos ganamos en valores. Como creo en la libertad de las familias que entiendan que sus hijos van a estar mejor atendidos en un grupo más reducido. Cada niño es un mundo, y no existe un método universal que nos sirva para todos. A pesar de eso, las notas de Antonio, son más que buenas. No se entiende, de verdad. Aunque, claro, se trata de un “currículum adaptado”, dicen a modo de excusa.

Los tribunales están empezando a ponerse muy serios con las Administraciones, y les recuerdan que el niño tiene un derecho indiscutible a acceder a un centro educativo ordinario, y que debe hacer un esfuerzo y poner a su disposición todos los recursos materiales y humanos que sean necesarios. No se puede hablar de estos niños como si fueran números. Es, sencillamente, despreciable.

Desde junio vienen pidiendo una cita con la Delegada de Educación, por dos veces, y no se digna siquiera a responder a esta familia. En las últimas semanas, están intensificando los “reproches” a la actitud de Antonio inundando de “partes de comportamiento” la mesa de la directora, de los que nunca hubo alguno; lo castigan varios días consecutivos sin recreo; le prohíben ir a una excursión con sus compañeros, siendo radicales, podríamos definirlo como un “acoso escolar institucionalizado”. Me avergüenza, de verdad, y me entristece.

Lo tremendamente increíble de todo esto es que, a pesar de todo, Antonio, que se da cuenta de lo que pasa a su alrededor, es feliz, envidiosamente feliz. Lo tengo claro, es que Antonio les queda grande a ese colegio.

En fin, termina la reunión con nuestro compromiso de intentar echarles una mano, y Antonio me obsequia con un dibujo de mi persona, con el mismo escaso pelo en la cabeza virtual que en la real, con mis gafas, corbata y todo, y le pone mi nombre, sin que nadie le diga cómo hacerlo. Y nos hacemos amigos. Es lamentable tener que difundir esto para que se le escuche de una vez a estos padres, pero me resisto a que sigan pasando los días, sin más, siendo partícipe de su angustia. Me temo que, una vez más, tocará pedir auxilio al Juez. Ya os contaré.

*A día de publicar esta entrada, sólo se ha conseguido que la Delegada de la Junta de Andalucía en Córdoba atienda a la familia, mostrando un gran interés y todo su apoyo que, se agradece, pero no deja de ser insuficiente.

 

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