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Ventajas de viajar en tren

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Cristian López

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Curiosos los tiempos que vivimos. Todo ha cambiado en apenas unas semanas y, pese a que de ello ya se ha escrito en infinidad de ocasiones, no está de más recordar otra vez la importancia que puede tener en un momento determinado una conversación casual en un sitio al aire libre. Se echa de menos cuando se prescinde -por la razón que sea- de ello. Un encuentro (o quizá un desencuentro) en un medio de transporte público. Y quizá por ello, el visionado, a día de hoy, de Ventajas de viajar en tren (2019) puede tener incluso una dimensión psicológica añadida, dentro de una obra que cuenta con una inmensidad de capas en las que indagar y sumergirse. Dejarse llevar a través de un viaje tan irracional como reflexivo, tan disparatado como terrorífico.

Y es que precisamente eso aguarda en la ópera prima (¡OJO con este dato!) de Aritz Moreno, que está a su vez basada en la novela homónima de Antonio Orejudo. Una amalgama inabarcable para los cinco sentidos humanos. Una matrioshka que custodia en su interior una historia dentro de otra. Y de otra. Y de otra. Y no solo la propia narración participa en este juego de muñecas rusas, pues los propios personajes también confluyen entre sí uno sobre otro. Porque de un momento dado te encuentras con Pilar Castro, que a su vez pasa a ser Luis Tosar y éste en Belén Cuesta, que da paso a Ernesto Alterio y así sucesivamente. 

Todo parte, como decíamos, de un encuentro en un tren. Vehículo, por cierto, cuya disposición de asientos tiende a motivar la conversación entre (des)conocidos. Y eso es justo lo que le ocurre a Helga, editora en horas bajas, que se encuentra en su viaje de vuelta con un tipo que se le presenta como Ángel Sanagustín, psiquiatra que trabaja en la misma clínica de la que ella viene, investigando trastornos de personalidad a través de los escritos de los pacientes. Durante el trayecto, Ángel le cuenta a Helga la historia de Martín Urales de Úbeda, un enfermo paranoico extremadamente peligroso obsesionado, entre otras cosas, con la basura. Y la imaginación vuela hasta límites insospechados.

Porque hay de todo en Ventajas de viajar en tren. Desde una comedia agria e incómoda, hasta un absurdo que raya en lo ridículo, pasando por un paleta en la que también tiene cabida el humor negro, la crítica social, el terror y la paraonia. Una película que es puro Síndrome de Diógenes, cuya pretensión principal es sacar a relucir ese sótano mental en el que conviven nuestros miedos, filias o traumas. Y por no hablar de la estética, pues cuenta con una fotografía sobresaliente, y que por momentos se asemeja al estilo de Wes Anderson, con una gama de colores que respiran viveza y ciertos decorados directamente extraídos de un cuento infantil.

No cabe duda que Ventajas de viajar en tren es una de las películas más sorprendentes del pasado año. Un asombroso laberinto barroco que juega a acercarse a multitud de palos y de historias, y que consigue no perder en ningún momento la identidad. Virtud de Aritz Moreno, sustentada en un excelente trabajo colectivo a nivel interpretativo.

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