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Síndrome de Diógenes digital

Paz Segura

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El fin de semana pasado me tocó hacer limpieza. Pero esta vez era limpieza de la digital. Y es que creo que soy una víctima más del Síndrome de Diógenes en su versión digital.

Muchas  veces hablamos de la infoxicación (el exceso de información que nos llega, en su mayoría online) que en estos tiempos sufrimos, pero a veces tengo la sensación de que nos gusta y somos nosotros los que queremos cada vez tener más y más y más. Almacenamos datos, recursos e información que, seamos sinceros, es muy difícil que vayamos a consumir más adelante, pero por si acaso (o vete tú a saber por qué) decidimos guardar y almacenar eternamente.

Como os decía el fin de semana pasado me puse a hacer limpieza.

Comencé por mis favoritos de Twitter. Normalmente los uso a modo de “read it later” ya que a lo largo de la jornada no soy capaz de consumir todos los contenidos que me llegan a través de este canal y que en principio parece que pueden resultar de interés. Obviamente no siempre al finalizar la jornada cuento con tiempo (o ganas) para repasar eso que he ido marcando durante el día. El resultado es tener una lista de favoritos que a veces escapa a mi alcance. Así que para aligerar un poco la lista fui eliminando aquellos que ya no tenían relevancia, porque habían quedado obsoletos por haber sido actualizados con posterioridad, porque tenían “fecha de caducidad” o simplemente porque ya los había leído y se me había pasado desmarcarlos.

Luego continué con mis cuentas en Google Drive, DropBox y Box. Todos son sitios de almacenamiento online, los famosos “en la nube”. En los tres espacios tenía documentos que ya no tenían utilidad ninguna, había archivos que estaban guardados por duplicado o que los alojaba en los tres sitios, otros que estaban más que desfasados y otros tantos que había subido en su momento para compartir con alguien y que una vez más por descuido no había eliminado y estaban ocupando espacio de forma innecesaria.

En los tres servicios de almacenamiento online tengo espacio más que de sobra para el uso que le doy, pero siempre que tengo la ocasión recomiendo a mis contactos, amigos y familiares que se registren a través de un enlace concreto para conseguir más espacio, gratuito obviamente. (Estimados lectores, si alguno de vosotros no disfruta aún de una cuenta en Dropbox o Box, no dudéis en decírmelo y os paso un enlace para que al registraros me hagáis el favor de “regalarme” un poquito más de espacio en la nube). Y algo parecido me pasa con el correo electrónico, cada vez que anuncian una ampliación de espacio de almacenamiento gratuito una sonrisilla se dibuja en mi cara.

Después de aquello me tocaba meter mano a lo que más respeto me daba... mi Google Reader! Hace muchos meses que no bajo de los 1000 artículos por leer, y es que cuando supera el número de las cuatro cifras ya no te indica cuántos son en realidad. Si os suena a chino esto de Google Reader os explico: básicamente se trata de una herramienta donde puedes recopilar en una sola página todas las actualizaciones de las webs y blogs a los que te suscribes. Así me evito tener que estar navegando por la red y entrando una a una en las webs y blogs que me interesan y no me pierdo ninguna de sus nuevas publicaciones. Para mí se trata de una herramienta básica en mi día a día, tanto profesionalmente como en la faceta personal, por lo que tengo contenidos de todo tipo de temáticas. Eso sí, está todo categorizado y organizado por intereses, para que sea más fácil de “consumir”. Aquí la limpieza fue fácil: primero las noticias, si han pasado más de 24 horas, a la basura! Luego un repaso rápido por determinadas suscripciones y carpetas concretas eliminando aquello que tenga más de una semana. Las actualizaciones de tiendas online y sitios de compras de cabeza a la papelera. Y así poquito a poco la cosa se fue aligerando, aunque creo que aún no está todo lo despejado que debería.

Después de esto servidora estaba agotada, tanto como si le hubiera tocado día de limpieza general en casa, así que el tema de los marcadores y otras plataformas de gestión de información han quedado aplazadas para otra ocasión.

La próxima vez que toque zafarrancho de combate tendré como objetivo mis cuentas de correo electrónico. ¿Quizá este fin de semana? Miedo me da.

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