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Antes de Tiempo

María Isabel Martínez

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Sé que era demasiado pronto, que os di un susto de muerte. No estábamos preparados para esto, ni vosotros ni yo, pero creedme, tampoco pude hacer nada por evitarlo.

Sólo recuerdo que todo transcurrió muy rápido, que hacía frío y que la gente corría mucho a mi alrededor. No conocía a nadie, todos me miraban y me hacían pruebas para ver si estaba bien, supongo. Recuerdo que tenía mucho miedo, te buscaba  pero no conseguí encontrarte. Estaba muy asustado y lloraba sin parar para que me escucharas.  Sólo quería sentir tus brazos alrededor de mi cuerpo, oír de nuevo tu corazón, sabía que tú también me estabas buscando. Pero no lo conseguimos.

Me llevaron a algún sitio y mi cama era un lugar extraño, se estaba muy calentito pero no sé por qué no me gustaba estar allí, me sentía solo y nadie me abrazaba. Tenía una luz muy potente encima de mí que me hacía cerrar los ojos. De cuando en cuando me sacaban para pesarme y hacerme los controles, supongo que eran necesarios. Y de nuevo me dejaban allí. No me gustaba esa sensación.

Recuerdo la primera vez que nos vimos y me tocaste. Nada más sentir tus manos sobre mí, sabía que eras tú. Me cogiste y me acercaste a tu pecho. Nos fundimos en un abrazo piel con piel y recuerdo que jamás había tenido una sensación parecida a esta. ¡Olías tan bien! Tu olor me recordaba a ese líquido que lamía dentro del útero. Sentía de nuevo ese corazón, me relajaba y me hacía cerrar los ojos, me apetecía dormir. Estaba muy calentito, no tenía miedo, sabía que tú cuidarías de mí. Era como estar dentro de nuevo. Me sentía feliz y curiosamente desaparecían esos miedos. Sabía que estando a tu lado nada malo me pasaría.

Apenas duró unos instantes este primer encuentro. Recuerdo que alguien vino a decirnos que tenía que estar calentito y por eso nos separaban. Pero yo no era capaz de decirle que estaba más calentito entre el pecho de mamá. Nos separaron de nuevo y sentí mucha tristeza y de nuevo esa sensación de desprotección y frialdad. Necesitaba a mi madre y te veía a través del cristal pero no podía tocarte. Veía como de tus ojos brotaban lágrimas sin contención que resbalaban por tus mejillas, se te veía triste. Creo que te pasaba igual que a mí, también querías estar conmigo. O quizás estabas asustada porque yo era demasiado pequeño (es lo que oía constantemente). Yo intentaba decirte que no te preocuparas, que lucharía por mi vida y que para eso necesitaba que estuvieses cerca de mí.

Poco a poco nos fuimos viendo más a menudo. Me pasaba el día esperando ese momento Oía que venías cada tres horas, pero se me hacía eterna la espera. Me ponías al pecho y recuerdo que no sabía muy bien qué hacer, aunque lo intentaba. Tenía muchas ganas de aprender para que te sintieras orgullosa de mí.  Tu olor, tu calor me sosegaban. Sé también que peleaste mucho para que yo aprendiera a mamar y que fuiste muy paciente conmigo, pero ya ves, me costaba mucho mover la boca correctamente, me cansaba. Recuerdo que tenía una especie de tubo por mi nariz y por allí me entraba el alimento mientras lamía tu pecho buscando el sabor de ese líquido dulzón que manaba de él y que me encantaba. Extrañamente me sentía muy bien y tal vez por eso al final conseguí aprender.

Ya llevamos un mes aquí, oí decir que ya he engordado lo suficiente, me parece que no nos queda ya mucho tiempo de estar separados. Estoy deseando que salgamos de aquí y nos vayamos a casa juntos. Sé que entonces podremos estar abrazados cada momento. Sé que estarás a mi lado siempre  y eso me hará sentir más tranquilo. Estoy preparado.

No te asustes mamá, soy fuerte aunque ahora no lo veas así. Tengo muchas ganas de vivir y te lo demostraré. Sólo sé paciente conmigo.

Abrázame y creceré, creceré de verdad.

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