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El juego y el juguete

Palco de El Arcángel, presidido por la imagen de San Rafael | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Al Córdoba no le sale nada. Lo intenta, o eso parece, pero no hay forma. Tuvo su mejor momento en verano, cuando todo son ensayos y promesas, los golpes no duelen y el personal tiende a pensar -porque el fútbol es así- que los fichajes son excelentes y que igual fue buena idea abrir la puerta a iconos del pasado. Hablar de futuro está sobrevalorado. Ahora, la entidad blanquiverde ni siquiera puede permitirse la licencia de hablar de lo que sucederá dentro de unos meses. Sencillamente, porque es imposible saberlo.

Lo verdaderamente pavoroso de su actual realidad es que no puede aliviar a nadie -ni aliviarse- contando que en el curso que viene todo será distinto y mejor. Porque ni puede hacerlo ni le creen. Si en los momentos de bonanza -que los hubo- apenas recibió caricias, no es difícil imaginar cuál es su rutina diaria lidiando en medio de la peor crisis de los últimos años. Vive sus momentos más bajos sin apenas amigos, atrincherado en su búnker, encajando golpes sin querer -ni saber, seguramente- dar una explicación a lo que le está sucediendo. Nadie sabe dónde estará allá por el mes de mayo.

Sí está claro hacia dónde se dirige. No hay nada más que hacer que mirar la clasificación. O ver los partidos. O analizar las declaraciones de aquellos que tienen que comparecer -obligados- ante los medios. Quien hace todo eso a la vez tiene muy difícil escapar de la depresión. Y no se puede obligar a nadie a apostar a caballo perdedor apelando al cordobesismo, a la fe o a la piedad. Esto es un negocio. Eso ya lo hemos aprendido en el Córdoba.

Antes de Navidad ya va por su tercer entrenador. Después de Carrión y de Merino -el peor revulsivo de la historia del club en Segunda- llega Jorge Romero, producto casero dentro de la política de promoción interna que ha sido sello de la institución desde la llegada de Carlos González. Así ocurrió con Berges, Villa, José Antonio Romero, Carrión... Todos terminaron destituidos. Si la medicina casera no funciona, es probable que haya un cambio más. Quién sabe. Nadie podía esperar que la campaña blanquiverde fuera incluso más tenebrosa que la que vivió en su fugaz paso por la Primera División. Ahí estuvo vivo hasta finales de enero. Ahora anda como alma en pena, huérfano de estilo en el campo, escondido en los despachos, sin la estima de la mayor parte de los suyos -la hinchada, las peñas, los fieles...- y bajo la mofa y la saña de la legión de detractores que se fabricó.

Viene el mercado invernal. Que el equipo precisa una remodelación a fondo es algo evidente, aunque no está nada claro si hay intención -ni posibilidad económica- de hacer fichajes. En cualquier caso, se avecinan unos meses críticos en los que cada cual tendrá que defender lo suyo. A González se le acaba el juego. Desde el Córdoba CF -desde el propietario al presidente, pasando por dirección deportiva, consejeros y asesores- nadie se atreve a decir nada. En una primera avanzadilla están enviando -después de años sin hacerlo más allá de lo estipulado por la Liga- a los rostros más cercanos, como Javi Lara o Fernández, para lanzar a través de los medios típicos mensajes que hablan de unidad. Los que construyeron todo esto, mientras tanto, permanecen ocultos tras el cristal. Esperan protestas populares, una junta de accionistas caliente, juicios y otros asuntos turbios que aliñarán lo que viene siendo un perfecto desastre. Y no. No es producto de los caprichos del fútbol.

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