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CRÍTICA
Morricone y otras estrellas en el cielo de La Axerquía

Concierto de bandas sonoras ‘Morricone y 100 años de cine’

Rafael Ávalos

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Suena el silbido, gracias esta vez a un instrumento de viento. De repente, recorre todo el auditorio un tímido murmullo. Cesa enseguida, en apenas unos segundos. Y ocurre otra vez cuando, de diferente forma, se repite la melodía. Quizá sean los más populares, pero casi seguro no son los mejores temas. Porque entre las numerosas partituras del portentoso Ennio Morricone otras sobresalen. En cualquier caso, unas y otras tienen su lugar en una noche de cine en La Axerquía.

El teatro al aire libre acogió la noche del sábado un concierto en homenaje al magnífico compositor, probablemente el más aclamado en lo que a música para el séptimo arte se refiere. Aunque no fue su obra la única que reunió un recital magistralmente interpretado por la Royal Film Concert Orchestra, uno de los brillantes exponentes de la Fundación Excelentia. La batuta la tuvo Fernando Furones, de movimiento apasionado y dirección detallista. La conjunción fue espléndida, de ahí la respuesta del público.

Y hay que decir que el auditorio presentó una excelente imagen. Más de tres cuartos de entrada hubo para presenciar 'Morricone y los 100 años del cine', título de la propuesta. A lo largo de dos horas resultó placentero escuchar el silencio para que éste lo rompieran composiciones de bandas sonoras originales inolvidables. Tanto como fundamentales. Unas más que otras, eso sí. Arrancó el concierto con el tema principal de la clásica Lo que el viento se llevó, ahora en el patíbulo del presentismo.

Del Spaghetti Western a la joya de Cinema Paradiso

No fue ésta la única obra que se disfrutó en La Axerquía de Max Steiner, su autor, pues también hubo espacio para rememorar otro filme emblemático: Casablanca. Junto a su nombre surgieron otros como los de Nino Rota, con su presentación de El padrino, o John Barry, gracias a su partitura de Memorias de África. También estuvo dentro de un amplio programa la música de producciones más recientes, sólo relativamente, como El señor de los anillos o Piratas del Caribe, que marcaba el cierre.

Sin embargo, la noche en que las estrellas que iluminaron el cielo sobre el teatro al aire libre fueron los maestros de las bandas sonoras debía terminar con un tema del propio Ennio Morricone. Con el italiano fue posible recordar a Totó y esa hermosa oda al cine que es Cinema Paradiso. Para no pocos la música de la película de Giuseppe Tornatore es la mejor del romano, aunque su trabajo para La misión no le va a la zaga. Gabriel’s Oboe invitaba a gozar en absoluta mudez, con los ojos cerrados. Y más en directo.

Por supuesto, sonaron las peculiares sintonías de La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo. Sí, fue al inicio de sus interpretaciones que surgieron los murmullos en el auditorio. A todo esto, el público estuvo completamente entregado a los artistas, cuyo director, Fernando Furones, mostró una gran gratitud. Y hubo lugar a Novecento o para la oscarizada Los odiosos ocho, última colaboración de Ennio Morricone con el especial Quentin Tarantino.

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