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Horror: Un bebé en el Congreso

Elena Pérez Nadales

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Hace algunas semanas hablaba con una compañera del Máster que estoy realizando en la Escuela Andaluza de Salud Pública en Granada. Es una mujer de mi edad. Tuvo a sus dos hijos mucho más joven de lo que yo tuve al mío. Hablábamos en el café, a raíz de una ponencia sobre  lactancia y disminución del riesgo de cáncer de mama en la mujer. Y me pasó como tantas y tantas otras veces me ha ocurrido desde que tuve a mi hijo y hablo de este tema con mujeres trabajadoras.

Hay muchas mujeres en nuestro país que, como esta compañera, sencillamente no tienen la opción de cuidar de sus bebés ni tan siquiera sus primeros cuatro meses de vida, si no quieren ser penalizadas en sus empresas. En estas empresas los “descansos prolongados” por maternidad no están bien vistos. Mujeres que además no tienen el respaldo de algún familiar cercano y cuya única opción es dejar a sus bebés de 4 o menos meses en una guardería. Ella tuvo que hacerlo a los 2 meses de dar a luz y aún se emocionaba al contarlo.

Dos meses. Dos meses después de dar a luz a tu primer bebé. Cuando aún te estás recuperando de las heridas físicas del parto, cuando aún te encuentras desubicada en tu nuevo lugar de madre y tratando de asimilar los cambios que está experimentando tu cuerpo, tu cerebro y tu corazón.

Nos guste o no, lo justifiquemos o no con toda nuestra lista personal de argumentos, esto ocurre continuamente en nuestra sociedad. Mujeres que tienen que separarse de sus bebés recién nacidos y que tienen que hacer de tripas corazón para sacar adelante a sus familias y a sus trabajos como mejor saben y pueden. Madres que quieren dar el pecho a toda costa por mil motivos, madres que deciden no dar el pecho por mil motivos, mujeres que quieren, todas ellas, lo mejor para sus bebés.

Para mi hay una realidad poco discutible y es que las leyes españolas nos obligan a las madres (y a los padres como apuntaba una amiga) a separarnos demasiado pronto de nuestros hijos. ¿Para quién es eso bueno? ¿Para la madre? ¿Para el bebe? ¿Para el padre? ¿Para la sociedad? ¿Para la empresa? Parece que la respuesta está clara.

En este país no tenemos mucha opción para elegir el periodo de tiempo que queremos cuidar a nuestros bebés, para poder volver al trabajo cuando realmente nos sentimos preparadas y recuperadas para dar lo mejor de nosotras mismas en un sitio y en otro. Este tiempo para unas personas será de unos meses, para otras será mayor. La clave para mi es entender que todas somos distintas, que se trata de un tema tan importante como el cuidado de nuestros hijos y que hay que reclamar sistemas sociales y legales que favorezcan la flexibilidad. Miremos a Suiza y a los países nórdicos como modelos dónde esto es una realidad desde hace tiempo.

Hacen falta gestos como el de Carolina Bescansa para que se hable de todo esto, para que se opine, para que se cree un gran revuelo. Lo que está ocurriendo, las reacciones que estoy observando, son realmente interesantes. Me llama sobre todo la atención la enorme indignación y desprecio que manifiestan muchas mujeres y hombres cercanas a mi entorno… y que a mi me levantan la siguiente sospechas… ¿No será que este asunto está tocando a más de uno y a más de una alguna zona sensible?

Estos días se ensarta la figura de David Bowie. D.E.P. Fue un transgresor de la música, de los roles de género. Por Facebook circula algo así como “lo que le tienes que contar a tu hijo de Bowie”… y habla de eso, de atreverse a transgredir.  Pero lo transgresor, lo diferente, asusta. Nos mueve de nuestra zona de confort, de nuestra zona de seguridad. A mi, como al sagaz Rafael Obrero Guisado, David Bowie  me daba mucho miedo. Como en aquella película, Dentro del Laberinto. Me ponía las manos en la cara cuando él salía, pero allí me quedaba, con mi pellizco en el estómago, delante de la pantalla.

Agradezco  a Carolina Bescansa el gesto que tuvo en el congreso. Me parece fantástico que estén ocurriendo cosas allí, en el congreso: un diputado con rastas, una diputada que entra con su hijo. ¡Fantástico!, que se mueva todo, que se tambaleen las zonas de confort, que se asusten los políticos y pillen el mensaje: “la silla del congreso no es tuya en propiedad, te la prestamos todos nosotros un tiempo para que hagas tu trabajo y si nos fallas, te echamos”.

El miedo, que sentimiento tan poderoso.

Un abrazo a todas vosotras, mujeres fuertes y valientes, a las que optáis por no ser madres por el motivo que sea y a las que decidís tener hijos, muchas veces en circunstancias difíciles y los criáis con todo vuestro amor.

Más comentarios sobre este tema en mi entrada: Amamantar, Vivir, Investigar.

P.D. Eso que pone en la columna derecha de mi blog describiéndome esta desactualizado. Ahora trabajo en otro sitio y creo que me describiría a mi misma de otra manera. Me gusta la idea de sentirme en movimiento y cambiante. A ver si los amiguetes de CORDÓPOLIS, que están siempre muy liados, se enrollan y me dan acceso para modificarlo.

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