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Amamantar, vivir, investigar.

Elena Pérez Nadales

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En el servicio de Personal de la Facultad de Ciencias se mostraron muy escépticos cuando comuniqué al final de mi baja por maternidad que iba a solicitar una excedencia por cuidado de hijos. “Tendrás que ver si está de acuerdo tu director de Proyecto”. “Que va”- les dije- “tendrán que ver ustedes como resolverlo, es mi derecho legal”. Era la primera vez que una investigadora en mi situación, contratada posdoctoral a cargo de un proyecto de investigación de duración limitada, solicitaba una excedencia sin sueldo por cuidado de hijos en nuestra Facultad.

En cualquier caso tenía, como siempre, todo el apoyo de mi jefe. Podría justificarlo aduciendo que es suizo (mitad suizo) y el esquema mental respecto a la maternidad en ese país está a años luz del de la mayor parte de nuestra sociedad. Pero en este caso se añade que Antonio es uno de esos jefes inusuales que todavía anteponen lo personal a lo profesional. Y le va bien, le va muy bien. La gente le responde, apreciamos mucho poder trabajar con él.

En el Campus de Rabanales de la Universidad de Córdoba no existe una sala de lactancia. Ya lo intuía pero me lo confirmaron cuando decidí hacer uso de mi hora de lactancia en el lugar de trabajo. Es otra de las muchas incongruencias del sistema con las que me he topado en estos meses. “Nadie la había solicitado antes”, me dijo el Coordinador del Campus. Hicieron un apaño clausurando un baño, un pequeño habitáculo en el Edificio C4 del Campus al que trajeron una estufita y un cómodo sillón que situamos justo entre el water y el lavabo.

Como aquello no resultó ni muy práctico ni muy estético, entre otras cosas porque mi bebé de 7 meses a veces lloraba y el llanto se oía en las clases del Departamento de Agronomía, los y las bedeles del Campus me sugirieron alternativas para proponer al Coordinador que finalmente me cedió las llaves del despacho en desuso de un profesor emérito. No es una agradable y cálida sala de lactancia pero me ha servido para poder dar el pecho y ver a mi bebé a mitad de mi jornada, mientras los dos lo hemos necesitado, tranquilos y aislados.

No está resultando fácil compaginar la maternidad y la lactancia con mi actividad investigadora. Y esto a pesar de contar con todo el apoyo de mi director en cuanto a flexibilidad de horarios. En realidad, lo que me ocurre es que no me siento preparada para trabajar aún pero la opción alternativa era renunciar a mi derecho al paro. Así de claro. La mayoría de los días llego al trabajo sin haber dormido demasiado y tengo que hacer de tripas corazón para no mostrar lo agotada que me siento y hacer un esfuerzo a veces sobrehumano para situarme en el plano intelectual que demanda mi profesión.

La lactancia a demanda es así, las madres lactantes raramente dormimos más de 3 o 4 horas seguidas y está situación suele agravarse con el estrés y el cansancio añadidos que supone la reincorporación laboral. Me he cansado de escuchar las opiniones de todo el mundo porque todo el mundo parece tener algo que opinar: “pues dale el biberón”. Hay muchos motivos por los que opté por la lactancia materna con mi hijo. Para mí es una cuestión de principios. Y es doloroso ser parte de un sistema que nos lo pone tan difícil a las madres que elegimos esta opción.

Me llama mucho la atención cómo la incorporación de la mujer al mundo laboral no ha traído consigo un mayor calado de lo femenino en ese mundo laboral. La investigación, que es el caso que mejor conozco, es todavía una profesión muy masculinizada donde la feminidad se abre paso a duras penas y dónde es más fácil para una mujer llegar arriba adoptando el rol masculino. Es una pena, todo lo que la Ciencia se pierde al no dar paso a lo femenino. Quizá hable de ello en algún otro post.

En un mundo ideal, o quizá baste decir en un país como Alemania, Suecia o Suiza yo seguiría en casa en estos momentos asegurándome de dar a mi hijo lo que yo creo que él necesita y que me demanda y me incorporaría a mi puesto de trabajo tan pronto como realmente estuviese preparada física y mentalmente, sin verse penalizada por ello mi carrera profesional ni mi situación económica. Y sin embargo, muy al contrario, vivo en una sociedad que nos obliga a las madres a separarnos de nuestros hijos a los 4 meses de vida y a desvincularnos de ellos emocionalmente antes de lo que nos piden las entrañas.

Es loco, todo esto de alejarnos tanto del instinto biológico y de lo natural. Es loco.

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