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La primavera, (los niveles de IgE en) la sangre altera

Elena Pérez Nadales

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¿Eres alérgico al polen del olivo o de las gramíneas y está sopesando si salir al campo con tu familia o amigos el próximo fin de semana? Este enlace de la Red Española de Aerobiología (REA), posiblemente pueda ayudarle a tomar su decisión.

Verás unos mapas de España en los que se reflejan los niveles polínicos de las plantas más importantes en cada momento (olivo y gramíneas en esta época) utilizando una escala de colores (verde: bajo, amarillo: moderado y rojo: alto) y un texto explicativo. Los datos son actualizados semanalmente por la Red SEA, cuyo centro coordinador se encuentra en la Universidad de Córdoba (UCO).

Si vives en el sur, ya habrás visto que esta semana la mancha roja se cierne sobre nuestra región, así que por muy bonito que esté ahora el campo, mejor quedarnos en casa con las ventanas cerradas y entre tanto usar una máscara con filtro para movernos al trabajo o al parque con nuestros hijos.

Las alergias no se heredan. Se hereda una predisposición genética a desarrollar un determinado tipo de alergia. Una persona que desarrolle una alergia al polen o a otro alérgeno debe de haber estado en contacto con él durante un cierto tiempo que puede ir desde horas hasta meses o años. Es el tiempo que el sistema inmunitario necesita para identificar al alérgeno como una sustancia peligrosa y desarrollar un sistema de defensa que incluye la producción de anticuerpos IgE o inmunoglobulinas E, los agentes moleculares especializados en detectar la reaparación del alérgeno.

Al encontrarse de nuevo con el polen, los anticuerpos activan rápidamente el plan de defensa que incluye la liberación por parte de las células de nuestro cuerpo de histamina y otras sustancias inflamatorias destinadas a combatir al agente extraño.  En cuestión de 15-20 minutos desde que eso ocurre los alérgicos empezamos a sentir los incómodos síntomas típicos de la alergia nasoocular y respiratoria: picor de nariz y ojos, estornudos, lagrimeo, obstrucción nasal, tos, dificultad para respirar. De cuatro a seis horas después, además, se produce otra reacción alérgica tardía, sin la participación de nuevos pólenes, cuando otras células especializadas acuden a la llamada del sistema inmune para combatir al enemigo y secretan sustancias que pueden conducir a la inflamación crónica, perpetuándose los síntomas de la conjuntivitis, rinitis y/o asma bronquial.

Una de mis compañeras de laboratorio, Esther, se preguntaba el viernes cuál es la causa de que hayan aumentado tanto las alergias en los últimos años. Los datos son alarmantes. Según un estudio epidemiológico europeo, la alergia al polen afecta actualmente a un 10% de la población en algún momento de su vida y en los dos últimos años se estima que han aumentado las patologías en un 2% así como el periodo de duración de las mismas, siendo este aumento mayor en las ciudades que en el campo. Varios estudios recientes apuntan a dos causas principales de este aumento diferencial en las ciudades: la contaminación y el cambio climático.

El entorno urbano afecta a las plantas muy negativamente y las estresa, pudiendo resultar en la producción de un polen alterado, más peligroso para los alérgicos. Además, en contacto con las partículas de diesel los granos de polen pueden sufrir cambios adicionales en su superficie que intensifican la respuesta alérgica.

Según un informe de las Naciones Unidas, las ciudades expulsan a la atmósfera entre el 40-70% de las emisiones de CO en Europa. El aumento de temperatura global está convirtiendo al planeta en un lugar más cálido que favorece que se adelante polinización de las plantas (entre dos y tres semanas en los olivos españoles), prolongando las rinitis y afecciones asmáticas.

Es más, según un artículo reciente de la Red Europea de Aeroalérgenos en el que participa el Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal de la Universidad de Córdoba, la mayor presencia de COen la atmósfera (imprescindible para las plantas, porque es lo que necesitan para hacer la fotosíntesis y liberar oxígeno) puede ser la causante de que las plantas aumenten su actividad biológica, llevando a una floración no sólo más temprana sino también más intensa.

El calentamiento global también favorece que se den fenómenos meteorológicos extremos, como la intensificación de los vientos, que ayudan a diseminar el polen o las temperatutas desconcertantes de esta primavera- ahora calor asfixiante, ahora lluvia torrencial y frío invernal- que también favorecen las alergias porque la concentración de polen aumenta en cuanto cesan las lluvias y salen los primeros rayos de sol.

Comentaba con Esther que además de la contaminación y el cambio climático, uno de los factores determinantes de este aumento de las alergias debe de ser es el tipo de vida que llevamos en las ciudades. Los estudios científicos generalmente no contemplan este factor porque es dificilmente cuantificable. Pero es evidente que vivimos sometidos a unos niveles de estrés mucho más altos que los que se contemplan en las zonas rurales. Nuestro sistema inmune puede estar sobrepasado por el ritmo de vida frenético y loco al que lo sometemos: estrés, falta de descanso, contaminación, químicos provenientes de la alimentación.

La primavera la sangre altera. A priori el refrán invitaría a una bióloga a hablar de los cambios en la melatonina que regula nuestros ciclos de sueño y nuestro estado de ánimo. O de las feromonas, las hormonas encargadas de atraer a otros seres vivos de la misma especie. Quizá hable de ellas otro día. Pero la verdad es que, aquí encerrada en mi casa, con este dolor de cabeza y sin poder respirarde una forma normal , son la inmonuglobulina E y la dichosa histamina las que se me vienen a la cabeza. Y encima, tengo que dar gracias a la evolución por las dos moléculas, que sin ellas, es muy posible que ni siquiera estuvieramos aquí.

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