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El portero del Liverpool

Juan José Fernández Palomo

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Se llama Loris Karius y necesita que le canten. En Kiev se ha citado con el Fatum con millones de personas de testigos. Esas cosan pueden pasar y, de hecho, pasan.

Por eso, después de que él haya cantado con estridencia inusitada, necesita ahora que le canten con reposo.

Nadie como el bardo de Stradford upon Avon ha sabido contarnos cómo es un héroe trágico. Karius necesita a Shakespeare. Todos lo necesitamos. Para que nos explique cuál es papel de cada uno de nosotros en este mundo.

A la hora de escribir esto espero que Karius no se haya suicidado colgándose de la ducha del vestuario con la medalla de subcampeón de la Champions. Yo no soy Shakespeare: no mato ni personas ni personajes. De momento.

Yo también soy un personaje algo fatalista, como culé irredento que ha cantado el himno del Liverpool en la previa del partido. Yo, que lleva soportando que mis amigos madridistas lleven ganando tres champions viéndolas en la tele de mi casa. ¡Y comiéndose el jamón que yo compro! (Ellos traen cerveza, bien es cierto).

Y en esto que llega Cristiano Ronaldo y su ego desmesurado y se engulle de un bocado la decimotercera copa del Madrid, el gol de Gareth Bale, las cantatas del pobre Karius y el jamón de mi casa, si se lo pongo cerca.

El fútbol es fieramente humano. Por eso mola. Shakespeare sería hoy un cronista deportivo muy cotizado.

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