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La jefa

Elena Lázaro

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Camina rápida, aunque sus pasos son cortos. Y es esa contradicción de movimiento la que convierte su caminar en algo peculiar. Su gesto es serio, casi abstraído, pareciera dominada por sus pensamientos y por un diálogo interior en el que las discusiones con ella misma duraran eternamente. Pero cuando ríe se hace presente de una manera cautivadora. Y es esa paradoja entre su seriedad aparente y su sonrisa la que convierte su carácter en un auténtico misterio.

Al principio de los tiempos me resultó imposible ficharla de esa manera detectivesca tan mía. ¿Cómo es la nueva jefa? Es seria, pero amable. Delega, pero desconfía. Mantiene la distancia, pero es cercana. Uf, imposible.

Tampoco debería ser relevante fichar a las jefas. Basta con trabajar con ellas. Fue cuando abandoné esa tara mía de retratar psicológica y socialmente a quien tengo delante y me puse sencillamente a trabajar, cuando entendí cómo era la nueva jefa: una mujer brillante, inteligente, trabajadora, honesta, exigente, de las que te llevan con la lengua fuera y convierten en un reto seguir su ritmo. Una de esas personas que regalan su talento a manos llenas por pura conciencia cívica, por pura responsabilidad, con un irreprochable sentido del servicio público.

Tener una jefa así es un auténtico desafío que obliga cada mañana a pasar el más duro de los exámenes: el que nos hacemos nosotras mismas para saber si estamos a la altura de quien admiramos. He pasado cuatro años revisando mi manera de trabajar, buscando a diario la manera de mejorarla. Me busco en mi versión de 2014 y me descubro en 2018 más sabia gracias a lo aprendido de la mujer que ha liderado la investigación en la Universidad de Córdoba en los últimos cuatro años.

A quienes se regodean en el tópico de que las mujeres no son capaces de mantener un liderazgo de éxito les daría de collejas con el ejemplo de quien ha sido mi jefa los últimos cuatro años. A quienes crean que halagar su trabajo es mera adulación, es que no nos conocen a ninguna de las dos. Yo no regalo adjetivos y ella moriría antes de verse aplaudida en público. Porque la modestia es innata en las personas inteligentes. Por eso, Maite, mis disculpas.

Por todo lo demás, gracias.

*Teresa Roldán Arjona, Maite, es catedrática de Genética de la Universidad de Córdoba. Ha sido vicerrectora de Investigación desde diciembre de 2014 hasta esta semana, cuando ha decidido volver al laboratorio para centrarse en su trabajo científico. Dirige el grupo de investigación de Epigenética y Reparación del ADN, uno de los equipos más productivos científicamente de la UCO y del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica. Trabaja en el estudio de los mecanismos moleculares que afectan a la reproducción de células cancerígenas.

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