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Córdoba sopla las velas del 90 cumpleaños de Antonio Gala

Lona diseñada por Braulio Valderas que luce en la fachada del Ayuntamiento.

Juan Velasco

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Se equivocó Antonio Gala en sus dudas -si es que dudar fuera equívoco- cuando dijo: “Ser viejo es ser vencido por la amarga sospecha de no importarle a nadie”. En Córdoba, Antonio Gala importa a muchos. La ciudad se siente representada en su obra y en sus reflexiones, incluso las que no se cumplen, como esta.

Lo que sí ha cumplido Gala este viernes son años. Noventa otoños. Lo ha celebrado con su ausencia, alejándose de la fiesta, pero aceptándola en su honor. Ésta ha tenido lugar en la fundación que lleva su nombre en una tarde gris del mes de octubre. A unos metros, de la fachada del Ayuntamiento, ya colgaba una enorme banderola con la que la corporación felicitaba al maestro.

Por la noche, la música y la poesía han tomado su sitio. Una selección de poemas del querido autor han sonado en la voz de Carla Nyman y Ben Clark, dos jóvenes talentos que pasaron por su fundación y que hoy han venido a Córdoba a rendir tributo a su mecenas. Las notas las ha puesto el Cuarteto Jordán, uno de los cuartetos de cuerda andaluces más relevantes, formado por un compositor que también recibió el apoyo del escritor.

El vacío de Gala en su propio cumpleaños no lo han notado quiénes le conocen. Al fin y al cabo, Gala escribió una vez: “La felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante”. Nada o nadie, claro está.

Se cumplen 30 años de El manuscrito carmesí, Premio Planeta en 1990El manuscrito carmesí

Si celebrar 90 años es un hito que la ciudad ha celebrado en honor al maestro, este año también se ha cumplido un aniversario muy especial relacionado con su obra. Concretamente el 30 aniversario de la publicación de El manuscrito carmesí, Premio Planeta en 1990.

Fue la primera novela publicada por el autor, que debutó por todo lo alto en el género narrativo con 60 años, cuando su trayectoria como dramaturgo, poeta y columnista estaba más que consolidada. Para escribir aquella novela histórica, que narraba la vida del último rey nazarí de Granada, el escritor pasó numerosas jornadas encerrado en la Sala de Abencerrajes de La Alhambra, un monumento que era un protagonista más del texto.

Su publicación dio pie a una exitosa vida como novelista para Gala, un cordobés de adopción (había nacido en Brazatortas, Ciudad Real) que comenzó a publicar sus primeros poemas en los años 50, década que concluyó ganando el Premio Adonáis por Enemigo Íntimo. En los 60 debutó como dramaturgo -también con premio, el Calderón de la Barca para Los verdes campos del Edén- y sus obras rápidamente fueron un éxito de público. En gran parte de ellas, al igual que en su narrativa, destacaba su interés por la historia como lección sobre el presente.

Precoz lector de Rilke y San Juan de la Cruz, Gala es licenciado en Derecho, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas. También fue opositor a la Abogacía del Estado y fracasó como monje cartujo, orden de la que fue expulsado. Como él bien dijo, dio “vida a los años”, fuera cual fuera su empresa. Como columnista, tanto en El País como El Mundo, vivió en perpetua polémica.

Porque Gala nunca evitó mostrar su postura política. Así, entre otras causas, reivindicó públicamente la autonomía para Andalucía y mostró una feroz oposición a la permanencia de España en la OTAN. Hiciera lo que hiciera, Gala siempre ha sido él mismo, contra viento y marea.

“Quizá la fuente de la felicidad, si es que la tiene, esté en nuestro interior. Quizá consista en preservar el propio yo, no otro, y no en ser nunca otro por bueno que parezca. Quizá consista en aceptarse reflexiva y dócilmente como se es, y desplegarse”. Desplegarse o replegarse, claro está.

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