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Abuelos cordobeses y confinamiento: “Son muchos años y las cosas nos afectan más todavía”

Marta y Rafael en la entrada de su piso.

María Hidalgo

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Las personas mayores están en los pensamientos de toda la sociedad durante estas semanas. De un lado, por ser población de riesgo frente al coronavirus. De otro, por los efectos que puede tener sobre ellos el confinamiento, que ha cambiado los paseos diarios a los pasillos de sus casas y ha obligado a que las visitas de la familia se hagan por teléfono o videollamada. Aún así, muchos abuelos cordobeses están viviendo estas semanas con más optimismo, actividad y conciencia que muchos jóvenes.

Es el caso de Marta y Rafael, una pareja de 85 y 89 años para la que estas últimas tres semanas de encierro son solo una pequeñísima parte de los 63 años que llevan casados.

Aunque “unas veces con la moral más alta y otras con la moral más baja”, ambos están pasando estos días lo mejor que pueden, manteniendo sus rutinas y su unión con el resto de la familia y quitándose siempre el pijama.

“Son muchos años y las cosas nos afectan más todavía”, cuenta Marta tras el teléfono.

Antes de que comenzara la crisis sanitaria y se decretara el estado de alarma, ella y su marido solían salir todas las mañanas hasta la hora de almorzar, algo que ahora echan en falta. En su lugar, igual que muchas otras personas están utilizando hasta las garrafas de agua para mantener sus rutinas de entrenamiento, Marta y Rafael aprovechan el largo pasillo de su piso para hacer algo de ejercicio y mantenerse activos. Todos los días dedican cerca de una hora a recorrer el pasillo, ella con su andador y él con su bastón, una vez por la mañana y otra por la tarde.

Durante el resto del día se ocupan de las tareas del hogar, se entretienen viendo la televisión y salen a aplaudir a su balcón, algo que, según cuenta Marta, los anima mucho, pues en su calle salen muchos vecinos a aplaudir y, como está ocurriendo en tantísimos barrios de la ciudad, ponen música en sus altavoces y entretienen a todo el vecindario. Aún así, más que los aplausos, son las llamadas de sus hijas y nietos lo que hace que los días sean más llevaderos para Marta y Rafael, que siempre han estado muy unidos a su familia.

Vecinos que “son un encanto”

Ahora, aunque no puedan verse, mantienen esa unión a través del teléfono y todos los días se alegran juntos de que toda la familia esté bien. Además, han podido seguir viendo a una de sus hijas, pues ella se encarga de llevarles la compra para que cocinen y “está pendiente” de todo lo que necesitan. Así, su hija y unos vecinos que se ofrecen siempre a tirar su basura evitan que Marta y Rafael tengan que salir a la calle y exponerse innecesariamente a contagios. “Son un encanto”, cuenta Marta, agradecida por poder contar con su ayuda en una situación como la actual.

Es similar la situación de Ana y Rafael, de 73 y 75 años, otros abuelos cordobeses que pasan los días de encierro lejos de muchos de sus seres queridos, aunque ellos lo hacen con la compañía de Miguel, uno de sus hijos.

Rafael, acostumbrado a salir todos los días a andar con Miguel, que tiene síndrome de Down, ha tenido que sustituir las calles, los bares y el fútbol por los pasillos de su casa y la televisión. A pesar de que podría seguir saliendo con Miguel, pues a las personas con necesidades especiales se les permite, Rafael tiene un “miedo natural” a hacerlo, ya que ha sufrido un ictus y tiene problemas respiratorios. Estos factores hacen que tenga un mayor riesgo que otras personas mayores, por lo que es su mujer quien se encarga ahora de salir a pasear con Miguel y de hacer la compra.

“Algunos días te hacen falta horas para hacer más cosas de las que deberías”, cuenta Ana, que, junto con las labores cotidianas del hogar, está aprovechado para hacer limpieza “a fondo” y organizar algunas cosas de la casa. Entre esas tareas también se encuentra subir a la azotea a tender y a recoger la ropa, algo que, como cuenta, le sirve de “distracción”, ya que muchas veces se encuentra a vecinos con los que tiene “mucha relación” después de haber nacido y vivido siempre en el mismo barrio.

Poesía y videollamadas

Además, después de pasar la mayor parte del día haciendo cosas, suele dedicar un rato antes de dormir a hacer algo que disfruta mucho: escribir poesía. Eso, junto a las videollamadas con el resto de la familia, hacen que los días sean más amenos y que valore lo positivo de la situación, como escuchar a los pájaros en lugar de a los coches y saber que su familia está bien.

“Cuando piensas como estás tú y como está mucha gente, te sientes muy afortunada”, explica Ana, que no olvida la situación de todos los profesionales que ahora trabajan pie de cañón, ni la de las personas que viven solas durante estas semanas.

Preocupados por los mayores que viven solos

Esa situación, la de los mayores que viven solos en sus casas, está muy presente en el día a día de Juan José, que tiene 76 años y pasa la cuarentena con su esposa Antonia, de 74 años, y su hijo Carlos, que volvió de Madrid antes de que empeorara la emergencia sanitaria. Aunque a él no le falta la compañía, Juan José es portavoz de la Plataforma de Mayores de Lepanto y lleva años luchando por que su distrito tenga un centro de día, especialmente para esos mayores que viven solos, un compromiso que mantiene durante los días de confinamiento.

“Cuando tienes un compromiso y quieres que salga satisfactoriamente, te lo tomas con más ahínco”, cuenta Juan José, que estos días sigue estando más preocupado por los mayores de su barrio que por él mismo. Así, sigue trabajando con la plataforma a través del grupo de WhatsApp, donde los miembros se organizan y se dan ánimo para reiniciar su actividad en cuanto todo vuelva a la normalidad. Además, mantiene el contacto, aunque sea telefónico, con algunos de esos mayores que viven solos, preocupándose por “cómo están llevando la situación y lo que necesitan”.

A su vez, en casa, los tres “están llevándolo bien”, ya que tienen la “suerte” de estar juntos durante el encierro. Así, lo único que les pone “nerviosos” es que su otra hija está viviendo en Málaga con sus dos hijos, por lo que suelen hablar con ella por teléfono e intentar acompañarla desde la distancia. Por lo demás, mientras Carlos teletrabaja, Juan José y Antonia mantienen su rutina y comparten los “quehaceres de la casa”, aparte de entretenerse leyendo noticias en el móvil o viendo la televisión, dos de los pasatiempos que ayudan a tantos a aprovechar, y a pasar, los días de encierro.

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