Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Controles policiales en estado de alarma: el precio de no quedarse en casa

Control policial en estado de alarma | ALEX GALLEGOS

Juan Velasco

0

Un joven con domicilio en El Brillante que va a hacer fotocopias en un todoterreno al Sector Sur y un vecino del Campo de la Verdad que coge el coche para comprar tabaco en un estanco situado a menos de 500 o 600 metros a pie. Son dos casos que han sido sancionados en un control policial este mismo jueves. Pero hay más. “Se inventan 40.000 excusas”, dice un agente desde detrás de su mascarilla.

Son las 13:25 en la glorieta de El Palo, donde muere de la avenida de Grananda al cruzarse con la carretera de Castro del Río. El barrio está vacío salvo por la actividad que hay en la Frutería Romero, ubicada justo ahí, en la frontera de una y otra calle. Desde la Oficina de Correos aparecen dos furgones de Policía Nacional, que se sitúan en dirección Centro. Mientras media docena de agente se baja de ellos, aparecen otros dos furgones unos metros más al sur, replicando el control para los conductores que van hacia la autovía.

Controles rutinarios, hasta tres se están realizando por la mañana y otros tres por la tarde en diferentes puntos de la ciudad, según informan fuentes de la Subdelegación del Gobierno, que señalan que hasta hace unos días la orden era de informar, pero que, ante ciertas conductas, ya se ha pasado a sancionar a quienes, en pleno estado de alarma, eluden el confinamiento para coger el coche o para circular por la ciudad sin motivo justificado.

Así que a quienes se descubre haciéndolo, se le aplica la Ley de Seguridad Ciudadana, con multas que van desde los 600 euros hasta los 1.000 para quienes compartan el viaje en coche sin justificación alguna -y solo se permite que se acompañe a personas con discapacidad, a menores, personas mayores-. “Es importante que la gente sepa que se está multando, porque hay algunos que no se lo están tomando en serio”, dice un agente de los que participa en el operativo.

Uno de los primeros coches que se detiene en el control probablemente recibirá una sorpresa en unas semanas. Resulta muy poco justificable que alguien coja su coche desde una calle de El Brillante y haga 15 kilómetros hasta la zona sur de la ciudad solo para hacer fotocopias. El agente que lo atiende se lo explica. Toma una foto del coche y su documento de identidad y le dice que continúe.

El control, que apenas dura 20 minutos, continúa. En un 90% es informativo. Los agentes preguntan: “¿Dónde trabaja usted? ¿Tiene justificante? ¿Tiene el DNI?”. Las preguntas también van de la calle al control. “¿Puedo ir a recoger a mi mujer?”, pregunta un viandante a los agentes, para evitar problemas. El tráfico impide escuchar la respuesta del agente, pero el viandante decide marcharse.

La inmensa mayoría de quienes cogen el coche lo hacen por trabajo. También los que cogen a la bici, como un trabajador del Proxi al que se le pide documentación y aporta un papel de los supermercados. El agente le da las gracias, casi más por su labor, que por llevar el documento, y el joven se las devuelve. Los supermercados aportan movimiento a los controles: En unos minutos pasan por él repartidores en furgonetas de Piedra y un reponedor de otro supermercado al que le preguntan el horario.

El agente, de hecho, le aconseja que le diga a su jefe que en el documento detalle el horario, porque ya se han dado casos de trabajadores a los que se ha visto cogiendo el coche por la noche, con un documento que refleja claramente que su horario de trabajo es diurno. La picaresca no descansa, ni cuando toda España está parada.

Tampoco la ingenuidad. Dos chicas jóvenes en un mismo coche. Una de ellas con grado de discapacidad. El agente le indica que no deberían ir juntas a hacer recados. La conductora le dice que no quiere dejar sola a su hermana. Las dejan pasar, pero les piden comprensión: “Estamos en estado de alarma”.

Y tampoco hay control sin su caso rocambolesco. El que ha cerrado el control de este medio día resulta difícil de comprender: un joven que sale de su casa totalmente indocumentado y coge el coche para ir al estanco que está a unos cientos de metros de su domicilio. Tras recibir el alto, el conductor tiene que llamar a su esposa, indicarle donde está el DNI, esperar a que lo encuentre y ponerla en manos libres para que los agentes comprueben que los datos que les ha aportado su marido son correctos. Lo son y el coche continúa su tránsito, aunque muy probablemente tras haber sido sancionado.

Lo que no ha habido ha sido una palabra más alta que otra. Nada de incomprensión. Incluso los que han cogido el coche con excusas injustificadas entienden el estado de alarma. Quizá lo respeten en el momento en que reciban la notificación de sanción. Solo entonces comprenderán que hubo un tiempo en España en el que no quedarse en casa tenía un precio sanitario y un precio económico.

Etiquetas
stats