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De patios en San Lorenzo (III): Pozanco, 21

Casa-patio de Pozanco, 21, en la ruta de San Lorenzo | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Ante la puerta de entrada, un pozo dibuja una estampa plenamente reconocible. Es una de las muchas con las que obsequia la ciudad. Y no sólo en el corazón de su casco histórico, que tan amplio es que alcanza hasta zonas bastante alejadas. Una de ellas es el barrio de San Lorenzo, en el que se encuentra la calle Pozanco. Es en su número 21, donde el antiguo surtidor de agua da la bienvenida, donde se levanta una de las casas con aspecto más característico de cuantas participan en el Festival de Patios de Córdoba. Porque el acceso a la vivienda y al propio recinto florido es una especie de estrecha callejuela plagada de macetas. Es la principal seña de identidad de la vivienda de Elisa Pérez, que cada año acoge a miles de visitantes con motivo del Mayo Festivo -guía-.

El inmueble tiene su origen allá por el siglo XVIII, aproximadamente. Entonces, éste era sólo una parte de un antiguo convento que daba también a la plaza de San Rafael. Aquel monasterio dejó de serlo tras una de las desamortizaciones del XIX y el edificio en su conjunto pasó a ser de la marquesa de Villaviuda. Fue ya en la centuria del XX cuando la familia Laguna de la Cuesta, con el abuelo de Elisa Pérez, se hizo con esta zona de la antigua vivienda. Poco después se la conoció como casa de la sal debido a que fue durante años un depósito de dicho elemento. Tras ser casa vecinal, su actual inquilina la retomó para rehabilitarla entre 1993 y 1997. Precisamente en ese primer año debutó el patio en el Festival, en el que interviene en la modalidad de Arquitectura Antigua y dentro de la ruta de San Lorenzo. “Estar aquí en la casa, en el patio, y la convivencia, me dan la vida”, expresa la que es su cuidadora desde hace décadas.

PREGUNTA. ¿Qué significa el patio para usted?

RESPUESTA. Significa que nací en aquella parte (al otro lado de la casa) y me he criado aquí. Esto es lo mío, si me falta… Aunque algunos no lo comprenden, estar aquí en la casa, en el patio, y la convivencia, a mí me dan la vida. Si no estuviera aquí, estaría mustia. He estado un poco pachucha, pero ya estoy aquí y estoy con otro aire. Me encuentro a gusto.

P. ¿Por qué decide participar en el Festival?

R. Decidimos participar en el Festival porque la casa necesitaba un arreglo de los tejados y una manera de que te ayudaran, en principio, era que te metieras en el Concurso. Luego eso fue un fiasco y la casa la rehabilité yo. La que se gastó el dinero en rehabilitarla fui yo, y de abrirla. En el año 97 ya se terminó de rehabilitar, desde 1993 estuvo sin rehabilitar.

P. ¿Qué opinión le merece el Festival de Patios hoy por hoy?

R. Los patios van bien, pero como no pongamos ciertos remedios… Parece ser que ahora la Diputación se dedica a los pueblos y nos ha abandonado a nosotros, porque nos hacía una revista y este año no nos la ha impreso. Porque decían que no pueden. Después de casi 20 años haciéndolo, ahora no pueden… Vamos a correr un tupido velo. Intentar ganar dinero con el patio es una utopía, en todos los sentidos. Hay quien no lo comprende. Aquí todo el mundo se beneficia, menos los que estamos aquí.

P. ¿Qué considera necesario mejorar?

R. Es muy difícil mejorar. Los patios están regular, porque no arrancan. Quedamos cada vez menos personas mayores y los jóvenes…

P. ¿Qué futuro cree que aguarda al Festival de Patios?

R. El Festival, como el Ayuntamiento no lo promocione y dé viviendas que la gente pueda pagar menos y esté obligada a cuidar de los patios y presentarlos, a mentalizarla de que es una cosa de Córdoba… Las tradiciones se están perdiendo.

P. ¿Cuál es su recomendación para disfrutar de los patios?

R. Te voy a contar algo, una letona me ha dicho una cosa que me ha llegado al alma. Me ha preguntado cómo me encuentro y le he dicho que hay unos patios muy bonitos, los de la calle Parras, por ejemplo… Me ha contestado: “No se equivoqué, éste, es el mejor para usted, porque es el suyo”. “Si no le dan un premio, no pasa nada. Mi país tiene que subir, pero ya llegaremos”, me ha dicho. A veces, los visitantes te dan lecciones. Ayer una mujer llegó y preguntó por una flor, si era la de la cera, y le dije que sí. “Pues en esa flor, en las plantas, la veo a usted reflejada”, me dijo. Los extraños a veces aprecian cosas que no aprecian los que te ven a diario.

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