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Feliz epílogo

Hermandad del Resucitado | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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El desenlace, que a la vez es un nuevo comienzo, es dichoso. No está exento de duda e incertidumbre, pero resulta favorable. Después de días de desilusión, de decisiones complejas y reacciones dispares, la Semana Santa de Córdoba alcanza su final este 2019. Un año en que la inestabilidad meteorológica goza, en lo escrito para el futuro, de un rol casi protagónico. Pero no logra estar en escena principal en el conjunto, sólo en parte. Vuelta a la despedida, que como siempre es otro inicio, la Pasión culmina en la ciudad con brillantez gracias a la hermandad del Resucitado. La cofradía radicada en Santa Marina es la encargada, como ha de ser, la transición con el tiempo de Gloria y marcar el punto de partida del calendario con vistas al siguiente año.

Mientras 2020 se ve lejano hoy por hoy, el Domingo de Resurrección termina a nivel procesional con la corporación que precisamente cierra la Semana Santa. Es la de los piconeros, la del barrio de los toreros, la que arranca su camino ante la sempiterna figura de Manolete. Es la hermandad de los populares huevos fritos, que, pese al mal aspecto que presentaba la mañana, volvieron a recorrer Córdoba rumbo a la Mezquita Catedral. Minutos antes de la hora fijada ya eran muchos los que aguardaban en torno a uno de los más característicos templos fernandinos de la ciudad. Entonces, algunas nubes daban una tonalidad gris al cielo. Pero poco importó, aun predicciones en la mano, la cofradía arrancó su tránsito hasta Carrera Oficial sobre las 9:30.

Tuvieron que transcurrir un par de minutos sobre esa hora para que la puerta principal de Santa Marina se abriera. Tras colocarse la rampa necesaria para que la salida del paso de misterio resulte menos complicada, que no más sencilla, la Cruz de Guía salió con paso firme. Fue poco después, cuando Nuestro Señor Resucitado empezó a dejar atrás ya su templo cuando las sonaras iniciaron su canto alegre. Y al tercer día… Otro año se cumplió para los católicos y los cofrades, que todos por igual mantenían un no pequeño deseo de borrar el desagravio que el tiempo les causó entre el Miércoles y el Jueves Santo. Jesús, acompañado por un ángel y deslumbrante ante dos soldados de Roma, prosiguió con su camino con fuera pero elegancia.

Poco después, con Nuestro Señor Resucitado ya rumbo a la plaza de San Andrés en su recorrido hasta la Mezquita Catedral, la atención se dirigió a una de las puertas laterales de Santa Marina. Como es habitual, María Santísima Reina de Nuestra Alegría surgió de ella en una de las escenas que mayor identidad otorgan a la Semana Santa de Córdoba. La Virgen que talló Juan Martínez Cerrillo marchó radiante, como siempre, bajo un nuevo techo de palio que, dadas las circunstancias, fue el estreno más significativo en la calle de los días de Pasión. La corporación buscó con seguridad el primer templo de la Diócesis, al que llegó superado el mediodía para que de nuevo las campanas resonaran. Esta vez, las del principal monumento cordobés.

Tras su paso por Carrera Oficial, la comitiva miró al cielo con cierto temor. Nubes cada vez más oscuras se posaron sobre la ciudad y la baja probabilidad de lluvia prevista para este día vino a recordarse. La hermandad elevó ligeramente su ritmo, sin exceder tampoco en el habitual, por aquello de la prudencia. Pero no hubo sobresalto, siquiera se dio el amago. Fue así como Nuestro Señor Resucitado y María Santísima Reina de Nuestra Alegría cerraron con brillantez una Semana Santa de claroscuros. El epílogo de este 2019 no pudo ser más feliz.

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