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Maneras de caer: el recuerdo del 'Cincuentenariazo'

Aficionados blanquiverdes en un partido en El Arcángel | MADERO CUBERO

Paco Merino

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“Si hay que morir, que sea de pie”. Eso dijo Rafa Navarro en las vísperas del Córdoba-Lugo. Su equipo se jugaba sus últimas opciones de supervivencia real, más allá de que las matemáticas dejaran un último resquicio. ¿Cuál fue la respuesta en el campo? Un 0-4 que entra dentro del top de peores derrotas de la historia en El Arcángel y una actuación bochornosa, sin vergüenza ni honor. Las declaraciones posteriores de los protagonistas, desde el entrenador a los jugadores, dejaron claro que la toalla se ha arrojado y muy lejos. Los inquilinos de la zona noble se mantienen apartados de la esfera pública, sin más contacto que las típicas confidencias con sus entornos más cercanos. Todo el mundo está a la espera de explicaciones -que ya no sirven de mucho- o, al menos, de una declaración de intenciones a propósito de un futuro que se vislumbra complejo. Los impagos a los profesionales, la desbandada de futbolistas y la falta de concreción del proceso de compraventa -debe cerrarse a finales de julio, aunque parece que será antes- dan un aire turbio a la realidad blanquiverde.

El Arcángel estalló el domingo pasado de un modo que quienes tienen horas de vuelo en esto del fútbol en Córdoba saben que es irreversible: se pasó de la indignación a la burla. La desconexión entre la hinchada y el club es absoluta. La rendición colectiva de los suyos ha sido la última bofetada a un cordobesismo que debe ahora, tras tragarse un menú de bazofia, engullir el lamentable postre de un tour de partidos intrascendentes -en la clasificación propia, desde luego- para cerrar un ciclo de 14 años en Segunda División.

“No es lo mismo la sensación de descender de Primera y que te golee el Barcelona que hacerlo en Segunda y contra el Lugo; aquello fue malo pero esto es muchísimo peor”, declaró en Deportes Cope Córdoba uno de los iconos del club, Pepe Díaz, que comparó sus sensaciones en el último partido con las de “ver a un toro a punto de morir cuando le dan el descabello”. El punta de Almodóvar ha sido uno de los cordobesistas -lo de ex no cuadra con ellos, pese a que ya no están en el club- que ha relatado públicamente su sentir después del absoluto fracaso de este curso, que aún no ha terminado. El Córdoba regresará a Segunda B, viviendo un descenso a la división de bronce que no se produce desde hace 14 años. Fue en junio de 2005.

¿Qué pasó entonces?

Un dato para empezar: el Córdoba celebrada el 50 aniversario de su fundación. Quería armar un proyecto para pelear el ascenso a Primera División y se gastó sus buenos cuartos. Aquella campaña se recuerda con dolor y orgullo: el Córdoba se arrastró durante meses, pero no se fue humillado; perdió la categoría, pero se salvó como entidad. El equipo bajó a Segunda B en El Arcángel después de haberse reinventado durante el curso varias veces: de Esteban Vigo a Juan Carlos Rodríguez, pasando por Robert Fernández y Rafael Alcaide Crispi. Adalides del jogo bonito, devotos del patadón, exjugadores de estreno o un director técnico que sale del despacho para ponerse el chándal. Todo aquello pasó en Córdoba hace 14 años. Recordémoslo.

Las primeras once jornadas fueron un auténtico horror. A Esteban Vigo lo pusieron en la calle después de haber sumado un punto (empate en casa con el Pontevedra) en los primeros siete partidos. El Boquerón dejó al equipo colista y un ambiente incendiado por un boicot a los medios de comunicación locales, después de algunos artículos considerados demasiado críticos. En la octava jornada llegó Robert Fernández, un ídolo de la entidad después de retirarse como futbolista con la camiseta blanquiverde. El que fue posteriormene director deportivo del FC Barcelona solo duró cinco partidos. Ganó uno (al Nástic por 2-0) y perdió los otros cuatro. Llegó entonces Rafael Alcaide Crespín, Crispi, un entrenador bien conocido en la casa por etapas anteriores. Pero el asunto no terminaba de enderezarse. La primera vuelta la cerró el Córdoba tal que así: colista de Segunda, con tres victorias, tres empates y quince derrotas. Sumaba 12 puntos, la mitad de ellos con dos victorias seguidas antes del ecuador. Había llegado a presentar un impresantable ¡6 de 57! Estaba a 11 de la salvación. Un cadáver deportivo.

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¿Y qué pasó después? Ocurrió que tras un intenso movimiento en el mercado invernal (el argentino Saja, el italiano Pierini, los brasileños Marchiori y Anderson Costa, el venezolano Leo Jiménez, el sueco Soderstrom… más los españoles Ruano o Marc Bertrán) el equipo fue hacia arriba. Después de perder en casa ante el Ciudad de Murcia (0-1) estuvo ocho jornadas sin conocer la derrota. Una corriente de ilusión loca, seguramente poco razonable pero de una intensidad bestial, se expandió entre el cordobesismo. Hubo un movimiento de colectivos sin precedentes, una alianza entre peñas, veteranos, medios y el propio club. En el estadio apareció una pancarta mítica -“El Arcángel no se rinde”- y el Córdoba se convirtió en foco del fútbol nacional. El milagro era posible. Ningún equipo en toda la historia había conseguido salvar la categoría después de hacer 12 puntos en la primera vuelta. La posibilidad de protagonizar una hazaña sin precedentes encendió el fuego en un Córdoba que se creció.

Después de dos meses sin perder, el Córdoba cayó en el Colombino de Huelva (3-1) en un partido en el que el hermanamiento entre aficiones provocó cánticos unánimes que reprobaban a Crispi. El club destituyó al entrenador cordobés, que se fue entre agrios reproches y blandiendo una estadística que demostraba la recuperación bajo su mando. Lo suplió el director deportivo Juan Carlos Rodríguez. El leonés estuvo once partidos al frente. Con él se disparó el pulso del cordobesismo. Tras caer ante el Racing de Ferrol (1-2, con gol del cordobés Curro Vacas) y ser goleado en Cádiz (4-1), el equipo parecía muerto. Pero resucitó ganando cuatro partidos y empatando uno en los cinco siguientes.

Con esos 14 de 16, el equipo puso patas arriba a la ciudad y se colocó en una tesitura impensable: depender de sí mismo en las dos últimas jornadas. Tenía que sumar los seis puntos ante el Valladolid y Tenerife. Perdió ante los blanquivioletas y luego sumó un triunfo ya inútil en la isla. Se quedó a un punto de la salvación tras haber firmado una segunda vuelta extraordinaria: 34 puntos con 9 victorias, 7 empates y 5 derrotas, marcando 32 goles y encajando 25. Una verdadera barbaridad. Números de candidato al ascenso a Primera División… para terminar en Segunda B.

Fue un compendio en nueve meses de todas las paradojas que identifican al cordobesismo: una catástrofe deportiva que terminó con el estadio lleno y con el público puesto en pie ovacionando a los suyos después de perder la categoría. La alucinante escena dio la vuelta al mundo. El 3-4 ante el Real Valladolid queda como uno de los clásicos en el imaginario del cordobesismo, que supo transformar su desgracia en un estímulo -y un argumento de marketing imbatible- para construir el proyecto del futuro. “Nos quedamos por ti”, decía el cartel de la campaña de abonos. En él aparecían algunos de los futbolistas que pelearon, sin lograrlo, por la salvación. Defendieron la camiseta blanquiverde 38 profesionales. Ahí van sus nombres: Saja, Cristian Álvarez, Lópz Ramos, Selu, Marc Bertrán, Txiki, Ruano, Ariel Montenegro, Marchiori, Pablo Villa, Mate Bilic, Jauregi, Berruet, Juanmi, Leo Jiménez, Pierini, Sebas, Armentano, Cáceres, Anderson Cosca, Jonay, Pulpo González, Boris, Rafa Moreno, Soderstrom, Pablo Sierra, Francisco, Gorka García, Sérvulo, Óscar Pérez, Guirado, Sarmiento, Larrainzar, Jorge Pérez, Ángel, Germán Rojas, Osuna y Fali.

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