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El arte de la orfebrería

Emilio León, orfebre | MADERO CUBERO

José Prieto

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Córdoba ha sido reconocida como ciudad de plateros y orfebres desde hace siglos. Los primeros antecedentes aparecen en la primera Edad del Bronce. Y hoy en día goza de una salud excelente en este aspecto. Manuel Valera, Antonio Cuadrado, Jesús Amaro o Emilio León son algunos de los nombres que en la actualidad suenan en la ciudad como orfebres que trabajan para las cofradías de aquí y de otros puntos de la geografía andaluza y española. Ellos mantienen hoy viva una tradición en la que destacaron personas como Juan Ruiz El Vandalino, Damián de Castro o Díaz Roncero más recientemente. Emilio Léon, de 37 años, recibe a EL CIRINEO en su taller rodeado de cinceles, limas, lijas, sopletes, pulidora y martillo de cincelador, entre otras herramientas que usa habitualmente, y explica cómo es su trabajo y la importancia de la Semana Santa en el mantenimiento de este oficio en la actualidad.

Él es orfebre desde 2002, cuando obtuvo el título de Técnico Superior en Orfebrería y Platería Artística en la Escuela de Artes y Oficios Dionisio Ortiz, situada en la calle Agustín Moreno. Desde bien joven tuvo interés por este oficio debido, en gran medida, a su relación con la hermandad de su familia, la del Señor de la Caridad, de la que ha sido hermano mayor y en la que muchos años antes había entrado en contacto con piezas que despertaron su interés y le hicieron desear ser orfebre. La suya es una profesión de la que se puede vivir en Córdoba.“Es un trabajo con el que no te haces rico pero te permite vivir”, asegura León. Eso ocurre en toda Andalucía muy especialmente, donde la vida que tienen la Semana Santa y las cofradías no dejan sin encargos a los orfebres a lo largo de todo el año. Hay mucha demanda. Y es que, según este joven, las hermandades son el principal cliente que tienen quienes se dedican como él a la orfebrería. Aunque también hay muchos encargos que hacen para conventos y parroquias. Es, por tanto, la Iglesia, porque las cofradías son parte de ella, la que mantiene vivo este oficio. “Si no, habría desaparecido”, opina Emilio León.

El proceso de creación de una pieza depende de ésta. El diseño es el primer paso realizado por el orfebre o por el diseñador designado para dicha tarea. León detalla que “una vez que tenemos un diseño definitivo, el taller se encarga de realizar unos planos de taller con medidas reales, los cuales van a ser la guía para ejecutar dicho trabajo. Las técnicas pueden ser diversas: repujado y cincelado, microfusión...

Una vez realizadas las piezas que conformaran un conjunto se procede al sacado de fuego que consiste en lijar, recortar y unir piezas a base de uniones mediante soldadura, y “una vez finalizado este proceso concluiremos con el engastado (en caso de llevar pedrería) y por último el pulido y acabado (baño de oro, plata, rodio...)”. Lo explicado por Emilio León es la parte más artesanal y valiosa del proceso, aunque también se pueden utilizar técnicas de reproducción como la galvanoplastia que son menos costosas y aunque por ello las piezas no tienen por qué perder calidad en el acabado, lo cierto es que no tienen el valor que una repujada y cincelada a mano. Hay piezas que por su diseño tienen otro proceso. Por ejemplo, si se trata de unos respiraderos o varales repujados y cincelados que suelen repetir elementos se realiza un modelo inicial al que se le hace un troquel para que el orfebre se pueda ayudar en el repujado con la intervención de una prensa y poder abaratar costes a la hora de realizar este proceso.

En cuanto a los materiales, por este orden, la plata es el más maleable, pasando por el latón y, por último, la alpaca. En cuanto al oro, depende del quilataje que tenga; el oro de ley de 18 quilates (el que se puede comprar en cualquier joyería) es más duro que el de 22 quilates “por la sencilla razón de que a mayor pureza, menor dureza, por lo que cuando se hace una corona o potencias repujadas o cinceladas es mas habitual que se utilice este último”, cuenta León.

Hay que servir aparte de estudiar

Pero, ¿cuánto se tarda en hacer una pieza? Pues depende de lo que se trate y de la complejidad del diseño. Para una corona de gran complejidad se pueden emplear entre tres o cuatro meses dedicado de lleno a ella. Unas potencias pueden llevar un mes o dos, dependiendo de los detalles. Por ejemplo, para el primer respiradero del paso de la Virgen de la Fuensanta, Emilio León tardó diez meses. Ésta es una de sus obras más recientes y en la que aún trabaja para Córdoba, pero cuenta con grandes piezas como son  los candelabros de Gracia y Amparo, respiraderos de la Soledad, incensarios del Cristo de Gracia, orfebrería para romanos de Elche y Calpe, potencias y media luna de la hermandad de Ánimas o las potencias de Jesús Caído.

Como se puede ver, el orfebre controla variedad de técnicas. León considera que la formación en la escuela no es suficiente para hacerlo bien. “Aparte de que tengas unos estudios, luego tienes que ser capaz de desarrollar las técnicas que te enseñan, algo tienes que tener dentro y te tiene que gustar para desarrollarlas”, añade.

Según este profesional, la orfebrería cordobesa está en un momento “bastante importante, hay buenos orfebres y aunque tenemos a la vecina Sevilla con un nivel magnífico, Córdoba no tiene nada que envidiarle”. Y es que en otras épocas las hermandades de la ciudad han acudido mucho a la capital hispalense para hacer su patrimonio, cosa que León cree que ha ocurrido porque ha habido etapas en las que había en Córdoba escasez de talleres y porque no había la conciencia que ahora sí existe de que “en nuestra ciudad se puede dar la calidad que se da en Sevilla”. Y por eso el futuro es esperanzador y bueno. “Yo no le veo mala salud a este oficio”, cuenta León, y ello es gracias a que la Semana Santa está en auge.

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