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Andrea Alcántara y su día histórico en el WiZink

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Cristian López

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La capacidad para estar siempre en el sitio adecuado y en el momento justo es un intangible pocas veces valorado, aunque siempre imprescindible para cambiar la historia. Esos pequeños instantes en los que se escriben las páginas que quedarán para siempre grabadas en el retina de millares de personas. Y en esa medida etérea, Andrea Alcántara parece ser toda una experta. Así, la joven jugadora cordobesa ha vivido, a sus 19 años, momentos que otras deportistas con carreras más dilatadas jamás alcanzaron. Lo suyo ha sido un ascenso silencioso en lo personal -con pequeños brotes de excelencia individual-, dentro de una vorágine de éxitos colectivos. La efervescencia sin prisas, una discrepancia con la que ha aprendido a vivir y, sobre todo, a crecer. Su última hazaña, la de mayor visibilidad de la historia.

La base formada en el Club Adeba es sin duda toda una institución del baloncesto cordobés en la modalidad femenina, teniendo en su palmarés nada menos que una Copa de la Reina alzada con el Club Baloncesto Conquero de Huelva. El cuadro onubense vivió casi una década de ensueño desde su promoción a Liga Femenina 2 desde la Primera Nacional en la temporada 2007-08. Desde entonces, su progresión fue imparable hasta tocar el cielo en 2016 con el trofeo copero. Y allí estaba Andrea Alcántara, saboreando el primer título de su vida con apenas 16 años. Unas temporadas después, y tras varios descensos de por medio, la entidad andaluza se veía en la obligación de desaparecer por cuestiones económicas.

El destino llevó este año a la cordobesa hasta un club histórico a nivel nacional, el Movistar Estudiantes de la segunda división estatal, previo paso por el CB Aros de León de la misma categoría. Ahí, en las filas del equipo del Ramiro de Maeztu ha vivido este fin de semana uno de los hitos más grandes de la historia del baloncesto español. El WiZink Center acogió el duelo entre las colegiales y el Magec Tías Contra la Violencia de Género. Un enclave emblemático para un choque trascendental en las aspiraciones de ascenso de las madrileñas, y que contó con la friolera de 13.472 espectadores, lo cual suponía un absoluto récord de asistencia en un encuentro de baloncesto en la modalidad femenina.

De hecho, los precedentes más cercanos apenas se acercan. 7.800 personas en la Final Four de la Euroliga 2009-10 entre el Ros Casares y el Spartak de Moscú; 6.516 en los cuartos de final del torneo continental entre los dos equipos mencionados un año antes; y las 6.200 que se dieron cita para presencia la fase final de ascenso a LF2 del Valencia Basket en la 2017-18. Todos ellos disputados en la Fuente de San Luis de Valencia. Por su parte, el Palacio Municipal de Vistalegre de Madrid acogió a 7.500 espectadores en el choque del preEuropeo entre España e Israel en la 2001-02. Cifras muy lejanas a la histórica marca registrada en la cancha madrileña este fin de semana. Además, hay que recordar que se trata de un partido de liga regular de la segunda división nacional.

Una nueva noche de ensueño para la cordobesa, la cual reconoce que “fue impresionante jugar ante tantísima gente. Nosotras mismas lo hablábamos, que mientras estabas jugando no eras consciente de toda la gente que había, pero cuando te sentabas en el banquillo no podías evitar mirar todo tu alrededor. Lo mejor para culminarlo fue la victoria, que gracias a los resultados de la jornada, nos valía para colocarnos terceras y mantenernos en puestos de fase”. Así es, el duelo se resolvió de manera clara para las estudiantiles por 86-55, que supone además su séptima victoria consecutiva del curso y un paso más en su objetivo de la promoción a la máxima categoría. Un sinfín de emociones para Alcántara en un enfrentamiento que nadie olvidará jamás. Y allí, de nuevo, estuvo ella.

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