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La memoria es presente en la Judería

Vía Crucis de las Cofradías con el Señor del Perdón | ÁLEX GALLEGOS

Rafael Ávalos

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El murmullo crece a cada instante. Distinto es al habitual. Recorre cada milímetro con levedad, pero es clara su presencia. Al silencio lo combaten voces quizá ajenas, quizá conocidas un día sí, otro también. Es lo propio de un enclave que forma parte de otro mucho más amplio, que lo engloba todo. Sobre las cinco y media de la tarde, decenas de personas se reúnen en la pequeña plaza -si como tal se puede tener- en que acaba la estrechez de la calle del Buen Pastor. Mantienen un intenso compás de espera ante la iglesia de San Roque. Escondida en lo que parece un recoveco, tímida se aparece ante la mirada del vecino y del turista. Tras sus puertas aguarda Nuestro Padre Jesús del Perdón, dispuesto para un relato nuevo dentro de una historia siempre abierta. Lo hacen también quienes le acompañan durante el año, más especialmente quienes un 27 de febrero de 1994 asistieran a su bendición. Este sábado la memoria es presente en la Judería, donde la cuenta atrás para el Domingo de Ramos gana ímpetu -guía de Cuaresma y Semana Santa en Córdoba-.

Muy esperada era esta cita en la hermandad del Perdón, cuyo titular había de presidir este 2019 el Vía Crucis de las Cofradías. De ahí que la emoción resultara más intensa que en otras ocasiones. La corporación del Miércoles Santo conmemoraba, esta vez de manera pública, el 25 aniversario de la llegada del Señor de la Judería. Es probable que por ello supiera cuidar hasta el último detalle de la salida de la imagen de Romero Zafra, que volvía a transitar en soledad sobre su paso -que no era el suyo- después de más de dos décadas -con alguna excepción reciente de por medio-. Fue en 1998, en su tercera salida procesional en la Semana Santa de Córdoba, cuando por primera vez estuvo acompañado. Entonces Anás y Malco, quien cada Miércoles Santo le asesta la bofetá, surgieron ante los ojos de miles de cofrades. Pero la estampa tardó en llegar.

En más de una ocasión hubo que mirar el reloj, pues las puertas de San Roque no se abrieron hasta más de cinco minutos después de la hora fijada. Después de las seis menos diez, la Cruz de guía del Perdón cruzó el dintel de la iglesia. En ese momento se contuvo el murmullo. Éste lo acalló la voz de Luis Miguel Carrión Curro, que mandó como siempre a quienes eran pies del Señor. Entre ellos se encontraban algunos de los que en 1994 portaron a la imagen en su primera salida -fue en Vía Crucis-. Junto al capataz cordobés, que marca la senda de los dos pasos de la cofradía cada Miércoles Santo, estuvo Antonio Santiago Cabello. Él también ordenó a la cuadrilla y obsequió a la hermandad con un recuerdo ya imborrable. Revivía el joven la memoria de aquella cita de hace 25 años con una estampa cargada de simbolismo. Porque esto último fue, junto con las emociones, la nota predominante.

Un cuarto de siglo antes fue el recordado Manuel Santiago Gil quien acompañó a Luis Miguel Carrión Curro al frente del paso de Nuestro Padre Jesús del Perdón. Él fue el primer eslabón de la cadena de su apellido, que continúa, más allá de su hijo, con su nieto, Antonio. La saga sevillana, plena de reconocimiento en el mundo del martillo, estuvo de nuevo presente en la historia de la hermandad del Miércoles Santo. En esta ocasión fue para marchar hasta la Mezquita Catedral, donde se celebró el rezo de las Estaciones organizado cada año, el primer sábado de Cuaresma, por la Agrupación de Cofradías. En el primer templo de la Diócesis, así como en el trayecto de ida -por vía sencilla a través de Deanes, Judería, Cardenal Herrero y Magistral González Francés- y el de vuelta -con un trazado más amplio, cuyo comienzo permitió disfrutar de la calle Céspedes-, caminó el Señor sobre la mesa -y con los respiraderos- del palio de María Santísima del Rocío y Lágrimas.

De esta forma, la hermandad del Perdón ligó a sus dos titulares. Presente estuvo la Virgen también por medio de la imagen del Rocío que cada año preside la calle de la candelería del paso de Nuestra Señora de la Paz y Esperanza. El simbolismo, cargado de emoción, seguía en una salida en la que el Señor fue en altura. Así ocurrió porque marchó sobre la peana de carrete de Nuestro Padre Jesús Preso de Cabra, cuyos candelabros iluminaron ya de noche a la imagen de Romero Zafra. Por si fuera poco, la talla lució diversos estrenos. El más vistoso fue la denominada túnica de lis, una prenda con bordados de cartulina del siglo XVIII que fue adquirida en un anticuario y que cuenta con bordados sobre terciopelo vino tinto. El malagueño Joaquín Salcedo diseñó y ejecutó la pieza.

Ya en la Mezquita Catedral, el rezo del Vía Crucis se realizó con las meditaciones de San Juan de Ávila. Solemne fue el acto litúrgico, que se prolongó durante algo más de una hora en el interior del primer templo de la Diócesis. Después, tras cruzar la Puerta de las Palmas, tuvo lugar uno de los momentos aguardados por hermanos y cofrades en general. Éste no fue otro que el estreno de Rey de los judíos, marcha compuesta por el sevillano Rafael Vázquez Mateo. La interpretación corrió a cargo de la Banda de Cornetas y Tambores Coronación de Espinas, que acompañó musicalmente a Nuestro Padre Jesús del Perdón en el retorno hasta su templo. En la ida actuó un quinteto de viento de la Banda de Música María Santísima de la Esperanza, que otorgó sobriedad con sones de capilla. La noche le ganó el tiempo a la tarde, de tiempo primaveral en este caso, el sábado en que la memoria fue presente en la Judería.

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