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Los paseos de Egea

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Marta Jiménez

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A Tomás Egea la inspiración siempre lo pilló dibujando. Y a pie de calle. Por eso su “gran revolución” fue que sin perder el valor del arte hizo que, de forma invisible, la ciudadanía, fundamentalmente la cordobesa, se nutriera de lo contemporáneo y se lo llevara a su experiencia personal en opinión de Jesús Alcaide, comisario de la exposición Tomás Egea 1933-2018 abierta en la sala Vimcorsa hasta el 26 de agosto.

¿Y cómo consiguió el artista que se consideraba solo ilustrador esta hazaña de colar lo contemporáneo en la cotidianidad de la ciudad que dormitaba? Interviniendo en el espacio urbano. Trabajando codo con codo con arquitectos, comerciantes, hosteleros, constructores y hasta con la iglesia. Haciendo mosaicos, vidrieras, carteles, cómics, portadas de libros... Arte público por encima de la pintura que se encerraba entre cuatro paredes. Así fue moderno Egea. Imponiendo su ideal estético en la calle con toda humildad y mucha inteligencia.

Cualquiera con más de 30 años recuerda aquella marcianada magnética en la fachada del Banco Coca (en los bajos del Edificio Regina, en Ronda de los Tejares, y rescatada por la UCO para Rabanales). Hoy se hacen campañas de publicidad delante de la trama geométrica que ideó para decorar la urbanización Eurosol en Torremolinos -“en aquellos años Eusebio Sempere o Equipo 57 mostraban sus pinturas en exposiciones y museos mientras Tomás se llevaba el arte geométrico a un edificio de la Costa del Sol”, explica Alcaide-; o la revista Club+Renfe busca un reportaje sobre el Meliá Castilla de Madrid donde Egea intervino en casi todo: diseño, cerámica, puertas del ascensor, barra del bar y hasta en las cocheras.

Todo lo que dio de sí este artista todoterrerno está maravillosamente expuesto y documentado en la exposición cordobesa, así como mil ejemplos más de tantas cosas a las que Egea se adelantó y que hoy campan tan vigentes. Corruptos que lavan más blanco, burbujas inmobiliarias, beatas y caciques o el cuerpo del franquismo que no acaba de descomponerse. Toda una lección de democracia explicada a modo de cómic mostrando cómo la imagen puede ser más política que cualquier palabra.

Soles y pájaros, sus elementos más reconocibles, pueblan la sala de esta exposición “nada seria” y dominada por la ironía que era hilo conductor de todo lo que tocaba el artista. La buena noticia es que la ciudad está plagada de todos estos elementos del universo Egea. Tesoros escondidos en rutas por descubrir. Por eso este reportaje se convierte en invitación a un paseo de los muchos que se pueden recorrer en Córdoba llevando a Tomás Egea por montera.

Partiendo de la exposición en la que se recomienda comenzar, hacemos cinco paradas por la ciudad tocada por Egea de la mano de Jesús Alcaide. Y ello solo para abrir boca.

Casa Lovera Porras

Muy cerca de Vimcorsa, en la calle Jesús y María esquina a Rodríguez Sánchez, alzando la vista está la conocida como casa de Lovera Porras. Hoy un edificio con dos portales, mal conservado y de cuyos balcones cuelgan carteles de se vende y banderas de España. En 1957 fue proyectado por Rafael de la Hoz con intervención de color de Tomás Egea. Fue el homenaje que el artista hacía al neoplasticismo de Piet Mondrian.

La primera vez que Egea oyó hablar de Mondrian fue en Córdoba. Y no se lo escuchó a De la Hoz o a Cuenca o Serrano o Castilla del Pino, sino a un pintor industrial que le decía a una señora que tenía que pintar el salón de su casa como un Mondrian. Cada pared de un color. Y con todo el humor, él llevó estos colores a un edificio para buenas familias del centro de Córdoba que hoy luce con horripilantes toldos, sin colores mondrianescos y sin huella de ismo alguno.

Mamma Mía

Egea dibujó los azulejos que decoran la fachada de este restaurante italiano en la Calle Reyes Católicos, así como los murales sobre la cultura italiana de su interior. En su exterior hay elementos de la pintura y literatura del país de Dario Fo, mezclados con la iconografía propia del ilustrador. Dentro, podemos comer una lasagna piamontesi rodeados de mitología, frente a Dante y Petrarca o bajo la cúpula de Brunelleschi dibujada por el artista. De este modo, Egea no solo se coló en olor a horno de leña, sino que le dio identidad a la marca. Hoy todas las sedes de la pizzería tienen los característicos dibujos del artista en sus paredes y cartas.

Pero Egea no solo probó la pizza. Dibujó en color sobre el cristal del Burger King de la calle Gondomar, obra de otro amigo arquitecto, Gerardo Olivares. Ahora, la cadena ha unificado decoración y los ha tapado. “La decoración es efímera y lo efímero está de moda” solía decir Egea. Sobre espejos ya había dibujado murales en otra hamburguesería, el McDonald de la calle Fuencarral de Madrid. Aunque en Córdoba su más famosa iconografía hostelera es la de Bodegas Campos también trasladada a su primo El Pimpi de Málaga.

Farmacia del Campo de los Santos Mártires

Este mural cerámico para la fachada de la botica de la licenciada Gloria Campos se realizó en 1972. La disciplina artesanal del azulejo comenzó para Egea en su tierra murciana, en Lorca, y lo acompañó durante toda su travesía artística. Para esta farmacia dibuja extrañas estructuras islámicas sin ninguna lógica racional en donde no faltan sus soles ni elementos vegetales ni tampoco la historia de la farmacia en el periodo califal cordobés. No en vano este establecimiento se alza donde antaño se construyó el alcázar omeya.

Más allá de la intervención en un comercio hay que recordar que para Tomás Egea nunca fue traumático ni peyorativo que le encargasen un trabajo. Por eso la calle está llena de su arte desacomplejado.

Vidrieras de la Iglesia de la Aurora. Barrio de Fátima.

Egea también topó con la iglesia. Esta institución no quedó libre de la crítica y la mordacidad del artista, quien supo llevar pistas del arte contemporáneo a lo religioso. Elementos simbólicos muy naturales donde, en la mayoría de los casos, evitaba las figuras como es el caso de esta iglesia junto a la cárcel de Fátima. Bocetos de gran tamaño de estos dibujos pueblan la última sala de la exposición de Vimcorsa.

Cuando el artista dibujaba figuras para los templos era para hacer un catecismo diferente, como su interpretación del Árbol de Jesé en el retablo cerámico de la iglesia de Miralbaida, donde el programa iconográfico se presenta casi como si de un cómic se tratase. Le encargaron obra en muchas iglesias más: vidrieras en Santa Marina, en la capilla de los Maristas, así como en las parroquias de Santa Luisa de Marillac o Inmaculado Corazón de María. Incluso en el pórtico de la Iglesia de Santiago encontramos un escondido mural cerámico.

Banco coca

Fijado como acero en la memoria de los cordobeses adultos se encuentra este mural que decoró la fachada del Banco Coca en los bajos del edificio Regina, en Ronda de los Tejares. Un edificio de Gerardo Olivares en el que intervino Egea llenando la fachada de la entidad bancaria con espirales barrocas llevadas a un lenguaje frío el de la contemporaneidad. Lo contrario que el interior, donde instaló un pirograbado decorado con formas de billetes hoy desaparecido.

“Los arquitectos no llamábamos a Tomás para que viniera a decorar algo cuando habíamos acabado un edificio. Él estaba desde el principio”, relataba Olivares en la presentación del catálogo de la exposición puntualizando que fue otro arquitecto, Rafael de la Hoz, quien abrió la puerta a los artistas modernos de la época, como Povedano, Ginés Liébana o Equipo 57, para participar en la arquitectura contemporánea. “Tomás intervenía, captaba lo que el arquitecto quería”, ya fuese haciendo un pirograbado, una escultura de acero inoxidable, un dibujo o un mosaico como muestran, escondidos, tantos lugares por descubrir de la ciudad.

Una parte del mural exterior del Banco Coca fue rescatado a principios del siglo XXI por la UCO y hoy cuelga de las paredes del edificio Ramón y Cajal del campus de Rabanales.

Algunas pinturas, carteles y cómics

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