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Armas para esos valientes

Sergi Guatdiola, autor del gol de la victoria | MADERO CUBERO

Paco Merino

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La imagen final fue lo mejor de la tarde. Los jugadores abrazados en el centro del campo y los aficionados gritando el manido “sí, se puede” para convencerse de que el milagro es posible. Decidió un gol de Sergi Guardiola un encuentro angustioso, en el que el Albacete mantuvo opciones hasta el final ante un Córdoba que puedo haberlo dejado encarrilado con un penalti que erró su goleador de cabecera. Su destino es sufrir. Le tocó amarrar y dejarse el resuello protegiendo su gol, que era su vida. Todos se afanaron en mantener bien agarrado el resultado. Lo lograron y con eso tienen argumentos para insistir en su aventura por la salvación. León sonrió desde el palco. Esto no ha hecho más que empezar.

El Córdoba tiene unos principios y no puede tener otros. Jesús León se presentó exhibiendo un decálogo para resucitar -digámoslo así, para qué divagar- al Córdoba. Una colección de buenos propósitos, guiados por el sentido común y los viejos valores del fútbol: respeto a los mayores, ayuda y promoción a los jóvenes, gloria al escudo. Esas cosas que hacen que alguno le aparezca una lágrima de emoción sin saber -o sí- muy bien por qué. Dentro de esa hoja de ruta -tan almibarada en su exposición como necesaria para rescatar la pisoteada ilusión del cordobesismo- no figuraba el punto crucial. Ganar partidos y sumar puntos. Ese asunto se dirime en otro foro, el césped, que tiene sus propias leyes y códigos. Ahí no hay concurso de méritos. Uno puede hacerlo todo fenomenal -o sentir que así lo hace- y luego, en el campo, llega la verdad del fútbol.

A Romero le tocó lidiar una vez más con una situación de lo más complejo. Aún es pronto para saber si triunfará o no en el mundo del fútbol, pero es seguro que podrá contar a sus nietos en el futuro que él estuvo en el centro de un episodio histórico para el club más emblemático de la ciudad. Compuso la alineación como pudo, apeló a estímulos emocionales, viscerales y hasta religiosos, y salió a combatir a un peculiar campo de batalla. Las gradas estaban más llenas que nunca en este curso porque se regalaron entradas. Sobre el verde no hubo obsequios para nadie. Las risas del entorno -que las había, porque el personal entendía que la marcha de los González es una liberación y que causaría un efecto mágico- se tornaron en dientes apretados para los que se vistieron de corto. El Córdoba se la jugaba. Vaya que sí. Con León en el palco, El Arcángel parecía todo lo contrario que la casa de un conjunto hundido en la clasificación y con un potencial deportivo en entredicho.

Loureiro salió en la banda derecha y Fernández en la izquierda, un experimento obligado porque no había más donde rascar. Para mayor dolor, Edu Ramos se cayó de la lista en el último momento por un virus intestinal que le tuvo toda la noche sin descansar. Sin Aguza -lesionado- ni el sancionado Javi Galán, entraron Álex Vallejo y Alfaro. Jona tampoco estaba disponible. En el banquillo quedaban Josema y Noblejas, al lado de Stefanovic, Markovic, dos miembros del filial -Aguado y Waldo- y el juvenil Andrés. En los despachos está actuando ya Luis Oliver para montar una brigada de salvación con fichajes que deben ser de impacto inmediato, más allá de la milonga de las adaptaciones y tal.

En el Albacete había varias presencias inquietantes. Más allá del argentino Bíttolo, clave en la temporada pasada con los blanquiverdes como lateral izquierdo -qué casualidad-, y del cordobés Rafa Gálvez -miembro de una generación juvenil en la que estaban Bernardo Cruz o Fede Vico, también ahora en Segunda con el Lugo-, todos los ojos se colocaban en Roman Zozulya. Los más de doscientos seguidores manchegos que se apostaron en la Tribuna le jaleaban desde el calentamiento. Por algo sería. El potente delantero ucraniano se perfilaba como la amenaza para una retaguardia local remendada y con un pésimo expediente detrás. Los albaceteños iban a lo suyo y el público local, también. Con la letra en el marcador, al estilo karaoke, sonó el clásico Libre, de Nino Bravo. Y la afición aplaudió al final, sintiendo que un aire nuevo se respiraba en el recinto.

A los dos minutos, Zozulya ya dio un primer susto en una contra en la que al final no fue capaz de conectar el remate. Los locales salieron tocando, apoyándose, teniendo la pelota para empezar a construir. Como hacen desde que llegó Romero. La primera llegada del Córdoba fue un centro chut de Jovanovic que cazó Tomeu Nadal antes que Guardiola. El Alba se dejaba hacer, manteniendo el sitio y sin arriesgar demasiado ante una escuadra local que llegaba a picotazos. Jovanovic pegó un zurdazo a media altura en el 14 que no supuso mayores dificultades para el meta del Alba. Los de Enrique Martín, muy bien organizados en defensa, resistían con solvencia a la espera de su oportunidad. El Córdoba ponía voluntad y ardor y el público agradecía con vítores sus acercamientos al área contraria. Conmovedor, mucho. Práctico, poco.

Zozulya volvió a asustar en una dejada de cabeza a la que no llegó Bela y una contra atropellada después de cazar un balón perdido por Caballero. El pleito se equilibró y el Córdoba reeditó sus clásicas taras: con poco le meten miedo. Cuando Pizarro Gómez pito el final de la primera parte flotaba una sensación pastosa en el ambiente. El Córdoba no estaba para muchos trotes. Lo pasó mal ante un Albacete con más claridad de ideas y argumentos más sólidos. Los de Romero mostraron un esfuerzo irreprochable, pero de eso no se vive en Segunda. Y solo de ilusión, mucho menos.

Nada más salir, Dani Rodríguez progresó para meter un trallazo que desvió Pawel a córner. El Córdoba, con el joven Aguado en lugar del capitán Caballro, buscaba algo distinto mientras el Alba apretaba. Kieszek tuvo que volver a intervenir para desviar a saque de esquína un remate de chilena de Zozulya. Y fiel a su tradición, cuando peor le soplaba el viento, el guion dio un giro. Lo propició el de siempre, Sergi Guardiola, que remachó en boca de gol un pase de Sasa Jovanovic. Y dos minutos después, penalti. Una caída de Jovanovic -el serbio sigue siendo determinante en la generación de ocasiones- llevó la pelota a los once metros. Lo ejecutó Sergi Guardiola... y la pelota la rechazó el poste. Se diluyó una ocasión fantástica y el encuentro elevó la temperatura. Vela pudo empatar en una acción individual en el 58, pero se empachó de balón y acabó tirando forzado para que Pawel despejara. Y la angustia llegó al grado máximo con un gol de De la Hoz que el árbitro anuló por falta cuando los albaceteños ya lo celebraban enloquecidos.

Con algo que defender, un marcador favorable, el Córdoba defendió y puso todos sus sentidos en proteger la ventaja. Romero sacó a Waldo por Alfaro y el cuadro local, con el público volcado, acometió un último cuarto de hora de vértigo. A diez del fin, Enrique Martín realizó un arriesgado doble cambio: retiró a los dos puntas, Bela y Zozulya, para colocar a Aridane y Javi Acuña. Nuevo vigor para quebrar a un Córdoba ya muy desgastado. Y entre calambres, patadones hacia adelante y peticiones dramáticas del final del tiempo desde la grada se terminó el evento. Uno a cero. Tres puntos. Van 19. Se necesitan muchísimos más. Y, sobre todo, faltan nuevas armas para los valientes.

FICHA TÉCNICA

CÓRDOBA, 1: Pawel Kieszek, Loureiro, Caro, Joao Afonso, Fernández, Álex Vallejo, Jovanovic (Markovic, 88'), Javi Lara, Caballero (Álvaro Aguado, 46'), Alfaro (Waldo, 73') y Sergi Guardiola.

ALBACETE BALOMPIÉ, 0: Tomeu Nadal, Chus Herrero, Saveljich, Gaffoor, Bíttolo, Rafa Gálvez, Dani Rodríguez (Susaeta, 74'), De La Hoz, Nili, Bela (Aridane, 79') y Zozulya (Javi Acuña, 79').

ÁRBITRO: Pizarro Gómez (Comité madrileño). Amonestó con tarjeta amarilla al visitante Bela.

GOL: 1-0 (49') Sergi Guardiola.

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la vigésimo tercera jornada del campeonato nacional de Liga 1|2|3, disputado en el Estadio Municipal El Arcángel ante 12.700 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del socio número 3, Antonio Calderón, y de José Frías, tío del jugador local Fernández.

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