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Pérez Villalta: “El arte es lo que no existe en realidad. Hay que inventar formas”

Pérez Villalta, en El Carpio.

Redacción Cordópolis

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“No soy pintor. Soy un artífice: me gusta imaginar cosas y hacerlas. Me hice pintor porque fue lo primero que estaba en mi mano”. Así se autodefinió en su conferencia desarrollada en la décimo sexta edición de Scarpia, que se celebra en El Carpio, Guillermo Pérez Villalta, uno de los referentes dentro del arte contemporáneo en España, Premio Nacional de las Artes Plásticas en el año 1985.

El artífice de Tarifa, que usa la pintura, escultura y la arquitectura para crear, desarrolló la ponencia La melancolía de los recuerdos, en torno a su obra, intercalando los conceptos propios de su trabajo, con los planteados en la presente edición de Scarpia.

Con la sala de conferencias del Museo Histórico Municipal de El Carpio llena, Pérez Villalta, uno de los artistas más importantes del posmodernismo en España, matizó: “Busco la reflexión mirando la historia del arte, pero con visión de presente”. Villalta hizo un completo recorrido de su trayectoria, desnudando sus cien pinturas más características. El prestigioso artista explicó sus pensamientos plásticos y los planteamientos teóricos que sustentan su trabajo, exponiendo que “nunca he considerado que haya tenido un estilo anclado o inmóvil”, y defendió “la absoluta libertad creativa como el motor de mi trabajo”, pleno de múltiples ideas, que convergen en el gusto por la dimensión estética de la forma, “por esa palabra prohibida que es la belleza”. Y es que “siempre tuve en mi infancia esa cosa de estar necesitado de lo bello”, asegura.

Los cuadros de Villalta “son historias interminables, entrelazadas, conexas, de vidas, historia, pasajes de épocas anteriores, que marcan pautas actuales. Circunstancias que fueron pasado y se cruza con el presente”, explica. Obras como Grupo de personas en un atrio (1975-76), Gente a la salida de un concierto de rock (1979), La pintura como vellocino de oro (1981-1982), Sansón y Dalila o el triunfo de Venecia (1981), Historia Natural (1987) y Santuario (1996), plasman conceptos del barroquismo, de la época pop en España y del patio de su casa. Del mar, a la forma y de la forma, al mar, Tarifa influye en este artífice, que pretendía ser arquitecto, pero que prefirió dominar su obra con sus propias manos. Sin dependencias, “pintando de principio a fin”.

En el visionario de Pérez Villalta surge la crítica, decepcionado ante la cultura occidental, “que es una cultura maravillosa y se está deshaciendo”, dice. En su concepto, como “sublime”, califica al arte ornamental, mientras que rechaza el “formalismo”, instando a los nuevos creadores “a inventar formas” porque “el arte es lo inventado por el ser humano, lo que no existe en la realidad. Mi obra se basa en el arte”.

El objetivo de su creación no es otro que “intentar que este valle de lágrimas sea un jardín de placer”. Y es que, en su sentimiento como “muy presocrático”, Villalta piensa que “no creo en otra vida. Por eso, el día que muera, quiero hacerlo satisfecho por cómo he vivido”. En este recorrido vital, el hacedor gaditano no quiso perder la ocasión de estar presente en Scarpia para conocer el municipio de El Carpio, mostrándose muy interesado en el patrimonio histórico artístico local, visitando los principales edificios y espacios emblemáticos carpeños, como la Torre de Garci-Méndez, símbolo monumental de El Carpio.

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