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Martínez Ares: "Hay vida más allá del Carnaval"

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Alejandra Luque

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Antonio Martínez Ares (Cádiz, 1967) es un tipo corriente, pero no alguien cualquiera. Lo dice él mismo: “Yo no quiero ser uno más”. Con la esencia carnavalera de su padre se crió, rodeado de un matriarcado en el que la copla se convirtió en ese runrún del día a día. Del barrio de Santa María, y con 15 años, llegó al Carnaval e hizo su propia revolución. Con el mítico grupo del comparsista Pedro Romero se convirtió en El Niño, apodo que le dura hasta el día de hoy.

Quiso hacer de todo en el Carnaval de Cádiz. Ha ganado en seis ocasiones, en diez ha conseguido llegar a la final y en cinco, se ha quedado en semifinales. Innovó en el tipo de sus comparsas en un tiempo en el que las que conseguían el primer premio eran agrupaciones “gaditanas gaditanas”. Perdió la virginidad carnavalera en el Gran Teatro Falla con Requiebro y quiso cambiar lo típico y lo tópico con Zombies. Tras pasar por la locura, volvió al origen del gaditanismo con Esto es Carnaval. Quiso llamar la atención de los niños con Entre tus brazos y luchó Con uñas y dientes, pero no consiguió llegar a la final.

Sonri-sillas, Calabazas y Do re mi fasoleando fueron engordando la trayectoria carnavalera de Martínez Ares. Pero fueron unos miserables los que plantaron la semilla de un éxito que se regó en los años posteriores. Le cantó al Papá Juan Pablo II uno de los pasodobles más conocidos en el mundo del Carnaval: Ha dicho el Santo Padre. Por esta letra, la cofradía de la Hermandad del Nazareno le prohibió cargar a su cristo. Pero este periplo eclesiástico no acabó ahí. La Ventolera siguió la estela de lo que quedó de este conflicto (Sin su melena al viento me quedo pa siempre y sin llevarte a hombros me dejan los santos).

Con El Brujo le rindió homenaje a la figura de Paco Alba y La Trinchera fue testigo de la regeneración de un grupo que se resquebrajaba. Con El Vapor reivindicó la falta de trabajo en Cádiz (“la cuna de la libertad”) y Los Piratas marcaron un antes y un después gracias a dos pasodobles: Carnecita de gallina y Con permiso buenas tardes. Más adelante, escenificó las cruzadas con Los Templarios y con La Milagrosa llegó la otra cara del Carnaval. “Mi familia y la comparsa sufrieron el acoso de aficionados, políticos y prensa por ser vicepresidente de la Asociación de Autores”, cuenta el propio Martínez Ares.

Sin embargo, el final se encontraba muy cerca. La Niña de mis ojos, La Revolución y Calle de la mar supusieron las últimas tres comparsas de Martínez Ares. Y en 2003 echó el cerrojo al sonido del tres por cuatro. Entre medias, problemas personales que lo reafirmaron en su decisión. “Durante 13 años, la guitarra no sonó a Carnaval”. En ese tiempo, experimentó con la música, publicó dos discos, colaboró con artistas y permitió la publicación de su única biografía autorizada: Entre lo divino y lo humano. Ahora, le pide a la gente que no solo escuche Carnaval.

Pero como “hombre cobarde no conquista mujer bonita”, en 2016 regresó al Carnaval. Trece años después. Y con sus cobardes se hizo con el primer premio 15 años después de conseguirlo con La Niña de mis ojos. Ahora su reto está en La Eternidad, su comparsa para 2017. Para él, “La Eternidad sabe a Cádiz”.

Martínez Ares llega a Córdoba para participar en Cosmopoética. Volvió al Carnaval 13 años después y, por primera vez, participa en la décimo tercera edición de un evento que reúne a poetas de todo el mundo. No llega con ojos zombies, pero sí necesita un café. “Yo casi nunca lo bebo, soy más de té”, afirma. Pero esa tarde le hace falta. Acaba de llegar de Cádiz y, rápidamente, atiende a los medios. Después, le espera un ensayo para preparar su actuación en el Palacio de Orive. “Café y alehop”.

PREGUNTA. Músico, poeta, escritor, carnavalero, compositor. ¿Qué define mejor a Antonio Martínez Ares?

RESPUESTA. Pues lo mismo ninguna de todas esas cosas. Lo mismo no define nada de nada de todo lo que hago. Y, a lo mejor, poquitas cosas, muchos muchitos, hacen un todito de mi persona. No lo sé. Yo siempre digo que lo que yo quería en el mundo del Carnaval era cantar. Pero antes de eso, yo era un niño que leía muchísimo. La literatura, ya sea escrita o leída, siempre estaba presente en mi vida. Pero la música también. A esto se suma que soy un lobo solitario, hijo único y, quizás, todas esas cosas hayan influido en lo que es hoy Antonio Martínez Ares. Pero no puedo decantarme por una. ¿Que soy compositor? Pues sí porque compongo. ¿Que soy poeta? Sí porque hago poesía. ¿Que soy músico? Sí porque hago música para muchos amigos e incluso para mí. Pero no sabría dónde encajarme en todo eso. Yo soy un creativo. Un tío que crea cosas. Entretengo. Saco cosas de la chistera.

P. ¿Antonio Zulueta Ahumada, El Piru, fue la primera persona que le llamó poeta?

R. Es posible, sí. Tú sabes que en Cádiz todo el mundo tiene uno, dos o incluso más de tres motes. Y uno de ellos era El Poe. Es verdad, es verdad. Uno ya con los años dice: “¿Lo mismo tiene alguna referencia con Edgar Allan Poe?” Pero no (risas). Quizás era una manera gaditana de referirse a él (risas). Pero qué va, qué va. Hasta que un día descubrí con Félix J. Palma ese otro Poe. El Poe, El Poe. También El Niño.

P. ¿Coincidieron en el tiempo esos dos apodos?

R. Sí, sí. Uno casi detrás de otro. El Niño porque cuando yo llegué al carnaval tenía 15 o 16 años, muy niño y con gafas de pasta. Llegué a la peña Nuestra Andalucía y El Piru fue el primero que dijo: “¡Pero si es un niño!”. Y me quedé con El Niño. Y ya, con las primeras poesías, pasé a ser El Poe. Y ahí se quedó. Ya en el instituto era El Barba y muchos otros apodos (risas). También Peter Pan.

P. ¿No le gusta crecer?

R. No lo sé (risas). Pero creo que ese apodo es más fruto de lo que piensan algunos, de que yo me quiero quedar en un momento o estado concreto, a lo que yo siento de verdad. Porque yo nunca he sufrido el síndrome de Peter Pan.

P. ¿Ha pesado en algún momento ese apodo de El Niño?

R. No porque genéticamente creo que me conservo bien. Todavía no me ha pasado. Pero te puedo asegurar que el día que me vea mayor, me va a pesar muchísimo porque si alguien me llama El Niño, ese día vamos a tener un problema gordo (risas).

El día que me vea mayor, me pesará que me llamen 'El Niño'

P. Y entre tantos apodos y sobrenombres, ¿qué llegó antes: el poeta se hizo carnavalero o más bien al contrario?

R. ¿Qué fue antes? Con nueve años gané un Premio de Literatura con una poesía. ¿Es en el libro Cien años de soledad cuando dice “había llorado en el vientre de mi madre”, no? Pues mi madre siempre me lo recordó: yo había llorado en su vientre. No sé si eso me confiere un algo distinto, más humano quizás. Recuerdo desde muy pequeño que la música siempre ha estado ligada a mí. Cuando yo estaba en parvulitos y los niños se ponían de aquella manera, mu farrucos, las monjas me ponían a cantar. En mi casa yo estaba cantando todo el santo día e, incluso, le robaba las letras a mi padre y las cantaba en el colegio. Siempre. Yo creo que el carnavalero siempre estuvo ahí. Siempre. Y luego, vino la inquietud por formarme para poder hacer otras historias. Y encantado de la vida porque el Carnaval me puso delante una herramienta que yo no tenía: poder expresar mis inquietudes con la manera más popular, que es con el folclor.

P. ¿Era el Carnaval su mejor manera de expresarse en aquel momento?

R. Posiblemente. En Cádiz, el flamenco y el Carnaval. Habría otras, pero yo las desconocía. Ahora hay muchas opciones. Pero siguen estando el Carnaval y el flamenco, que son los dos grandes pilares en los que me muevo. Mi padre, vinculado al flamenco y al Carnaval. Yo, que he nacido y me he criado en un matriarcado de patio de vecinos, me tiraba todo el día escuchando copla. La música siempre ha estado ligada a mi vida.

P. Pero salió carnavalero y no coplero.

R. Sí, es curioso. Pero no te creas. El Carnaval tiene mucho de la copla y mucho del flamenco. Estoy completamente convencido. Son artes que se entremezclan. De las grandes comparsas que yo tengo guardadas en mi cabeza, todas tienen un aroma flamenco impresionante. Y, quien más o quien menos, tiene una tonadilla o una copla en el popurrí. El flamenco siempre ha estado con el Carnaval, forma parte de nuestra cultura.

P. Ha comentado que el Carnaval es la manera más popular de expresarse. Y el escritor Jean Paul Sartre decía que cuando se escribe, se hace por un motivo. Él hablaba que la escritura podía convertirse en una huida o en una manera de conquistar. ¿Por qué escribe Martínez Ares?

R. (Silencio) Como dice un amigo mío, “yo escribo para que me quieran”. Yo no encuentro otro sentido. Para sentirme querido y para poder expresar amor hacia los demás. Quiero decir, es un toma y daca. Pero, sobre todo, para que me quieran y poder tener una comunión perfecta y bonita con el público. Yo no sé hacer otra cosa. Me parecería un fracaso salir a un escenario y pasar desapercibido; que nadie te quisiera ni sintiera nada por ti. Yo necesito sentir algo por el público y que éste, sienta algo por mí. Me parece muy solitario el hecho de estar en tu casa escribiendo para nada.

Cuando los niños se ponían mu farrucos, las monjas me ponían a cantar

P. Este escritor también se refería precisamente a eso, a que todo escrito toma importancia cuando lo leen otros ojos diferentes o lo escuchan otros oídos.

R. Mira, yo tengo muchas cosas guardadas en casa que no ven la luz por vergüenza. Y es verdad. Pero las cosas que sí expongo al público cuando me desnudo no dejan de ser una demostración de amor. Estoy completamente de acuerdo con aquella frase que me dijo un amigo.

P. Bueno, más que vergüenza, ¿quizás también miedo a que no pueda gustar?

R. No lo sé. Es verdad. Miedo, sí. También puede ser. Cuando salgo en Carnaval, planto un pasodoble, cojo mi bandera y lo lanzo, no me importa nada. Cuando soy yo el que canto, subo a un escenario y no me importa nada. Soy una persona supertímida y posiblemente salir a un escenario sea la manera de combatir la timidez. Pero las grandes cosas que tengo escritas, las tengo guardadas. Creo que la única persona que tiene un libro con cosas mías es mi mujer, que se lo regalé. Y una lectura que hice hace poco en la sala Pay Pay [en Cádiz]. Algún día me lanzaré a sacar todo eso a la luz. Pero, de momento, no puedo.

P. ¿Existe entonces eso que llaman la madurez poética?

R. No lo sé. Yo todavía no sé si soy maduro en el Carnaval, imagínate en la poesía (risas). No tengo ni idea. No sé si alguien llega a la madurez poética. En todo caso, podría definirse como la sensatez que se adquiere con la vida, que es quizás a lo que se llega. Uno no escribe igual a los 18 años que a los 40. Y si no, que se lo digan a Sabina con las últimas maravillas que está escribiendo, pero ya ve la vida de otra manera.

P. Y tanto para el Carnaval como para la poesía, ¿es un escritor metódico o rutinario, o amante del caos?

R. Mi caos es mi estructura perfecta y la entiendo yo. Pero tampoco soy una persona extremadamente caótica. Sí es verdad que soy un tipo que estoy a hierro trabajando todo el día. Y muy autoexigente conmigo mismo. No termino nunca de terminar. No acabo nunca de acabar. La gente de mi comparsa, por ejemplo, sabe que cuando llevo la letra que sea, ellos me temen porque saben que mañana voy a cambiar un adjetivo, un sustantivo o un verbo. Nunca termino. Nunca. Por eso, necesito una fecha tope para todo. Aún poniendo el punto final y una vez acabado, me cuesta luego ver las cosas. Una obra mía se acaba y no me gusta verla ni escucharla porque podría encontrarle fallos o me gustaría darle otra vuelta y hacerla de otra manera.

Es un fracaso salir a un escenario y pasar desapercibido

P. ¿Y cómo se vive con esa autoexigencia?

R. Es horrible. Lo que pasa es que ya he aprendido a convivir con eso. Desde que me levanto ya estoy todo el día pensando, te lo digo de verdad. Ya sea para ensayar con la agrupación, que lo hago a las nueve de la noche, como si me dedico a un trozo de música, igual. Y así, con todo. Es lo que sé hacer. No sé hacer otra cosa.

P. Entre todo ese caos y “todas esas historias” de las que habla, ¿hay sitio para el egocentrismo?

R. Tiene que haber de todo. Todos tenemos ese puntito de ombliguismo. Yo creo que ya pasé la época del gilipollismo ilustrado y aprendí de muchos errores. Es verdad que hay muchas cosas que se curan leyendo y viajando. Date cuenta que yo soy de Cádiz y siempre he dicho que es una isla. Y, por eso, tenemos una manera de pensar muy insular y eso también es muy de mirar el ombligo y de ser chovinista. Pero llega un momento en el que te das cuenta de que cuando sales de Puerta Tierra continúa el mundo. Como decía El Chipi de La Canalla: “Manhattan es como Puerta Tierra, pero to el tiempo”. El mundo no es sólo Cádiz, lo que pasa es que para nosotros es un territorio tan…

P. Conquistado.

R. Efectivamente. E inmensamente rico y tan pequeño a la vez. Pero ya te digo, yo el gilipollismo lo pasé hace mucho tiempo.

P. ¿Con las primeras comparsas de Carnaval?

R. No, no, y hasta hace pocos años también lo sufrí, no te creas (risas). Uno no está exento todo los días de meter la pata. Además, de todo se aprende. De agrupaciones, obras, canciones, poesías, música que he hecho para otros amigos, gente con la que volvería a tocar, gente que no tocaría conmigo… La vida es así.

Las cosas que sí expongo al público no dejan de ser una demostración de amor

P. Ese gilipollismo del que habla quizás sea inevitable para la persona. Va parejo a la madurez.

R. Totalmente. Y no sólo es inevitable sino que creo que de eso hay que aprender. Es bueno darse cuenta de los errores para volver a construir cosas. Ya está, no pasa nada. ¿Te has equivocado? Pues palante, qué vas a hacer.

P. A veces se aprende más de los errores que de los aciertos.

R. Yo creo que, enteramente, se aprende de los errores. Además, es igual a lo que ocurre con los amigos y los enemigos. Yo prefiero tener más a un enemigo que a un amigo porque sabes que el primero no te va a fallar nunca. En la vida (risas). Un amigo puede, incluso, hasta no decirte la verdad. ¿Pero un enemigo? Eso siempre. No te va a fallar nunca y te va a decir las cosas a la cara.

P. Y en el Carnaval, ¿se encuentran más enemigos que amigos?

R. Bueno, hay gente que te dice las cosas a la cara (risas). Hay de todo porque no todo el mundo comulga con lo que tú haces ni con lo que escribes. Y yo también aprendí de eso. Pero ahí esta la riqueza del Carnaval. Y es una maravilla y también patético a la vez. Te encuentras cada cosa, cada persona y cada historia… Pero eso es lo que hace grande al Carnaval de Cádiz.

P. ¿Muestra las bondades y las miserias del ser humano?

R. Por supuesto. El Concurso no es más que un reflejo de lo que pasa en la sociedad, en nuestras casas, en nuestra vida y en nuestro trabajo.

P. ¿Tanto lo que se canta como lo que no se canta?

R. Todo. Incluso más aquello que no se canta. Hay muchos pasodobles que no ven la luz y eso también forma parte de la historia viva del Concurso.

El mundo no es solo Cádiz

P. Buena parte de sus comparsas de Carnaval las ha escrito en el tren. ¿Con la poesía también le ocurre lo mismo?

R. Además de Carnaval, también las letras que he escrito para otros autores, como me pasó en esos 13 años en los que no concursé. En este tiempo, la guitarra nunca sonó a Carnaval. Y recuerdo que cuando viajaba con Pasión Vega o con Pastora Soler, por ejemplo, yo siempre decía: “¿Es posible ir en tren más que en avión?”. No le tengo miedo al avión pero es que me encanta el tren. Es un medio que me pone (risas). No sé por qué. Entonces yo decía: “Tengo que ir a Madrid y tengo cinco horitas para escribir”. Cinco o las que fueran, que yo me ponía a trabajar en el tren. Hay muchas canciones, que las tengo de puño y letra, en las que pone: “Se terminó a tal hora en el tren Alvia no sé qué, día tal...”.

P. Renfe es testigo de buena parte de tus obras.

R. (Risas) Sí, sí. Además, eso también está puesto en mis canciones. A mí es que me inspira todo lo que rodea al tren. Muchas veces, cuando tengo parones le digo a mis amigos: “Voy a coger un tren a Andorra o a algún sitio lejano. Pero ida y vuelta”. De ese viaje, algo saldrá (risas). Además, con mi mujer tengo pendiente muchos viajes en tren. Siempre nos ha gustado mucho y yo lo vinculo a la creación de canciones y a la lectura.

P. ¿Qué lee Martínez Ares?

R. Pues mira, he vuelto a releer Cien años de soledad. Lo último que leí fue la trilogía completa de Félix J. Palma. Siempre que puedo tiro de Amin Maalouf. Por supuesto, Eduardo Galeano, que es uno de los clásicos a los que hay que recurrir, sobre todo en estos tiempos. Una gran lástima su pérdida. También me gusta mucho Saramago. Eso, de novela. Ya de poesía, tiro de amigos.

P. Después de 20 años de Carnaval, decide dejarlo y comenzar su carrera en solitario. La guitarra ya no suena a Carnaval sino simplemente a música. ¿Con qué intención emprende esa aventura?

R. Yo quería hacer algo que siempre estaba ahí y que no era otra cosa que vivir de la música. Ser un cantautor, jugarme la vida, echarme a los peligros y tirarme al mundo, como hice con el Carnaval. Más que intentarlo, quería ponerme a ello. Hacerlo.

P. ¿Costó que la guitarra y la voz no sonaran a Carnaval?

R. La diferencia es que antes hacía canciones para los demás y en aquel momento, empecé a hacerlas para mí. Era, sobre todo, cambiar el chip y la estructura a la hora de hacer las canciones. Por lo demás, tuve la gran suerte de contar con los tres mosqueteros de Sabina para que hicieran la producción del disco [Pancho Varona, Pepe Romero y Antonio García de Diego]. Firmé con Warner Music para el álbum y, a partir de ahí, como muchísimos otros compañeros del metal, me busqué la vida. A veces fue mejor, en otras ocasiones no tanto, pero no pasó nada. De todo se aprende y hay que seguir construyendo y viviendo.

El Concurso de Carnaval no es más que un reflejo de lo que pasa en la sociedad

P. ¿Se encontraba a gusto con ese Martínez Ares más musical?

R. Bueno, ahí estaba Antonio. Por un lado, está él. Por otro, está Martínez Ares. Y, después, está Ares. Yo tengo un lío increíble conmigo mismo que muchas veces ya no sé ni quién soy. Pero Martínez Ares siempre se asocia al Carnaval. Antonio es esa parte que muy poquita gente conoce, sólo los muy allegados. Y Ares es ese músico que yo reivindico y que en absoluto reniega de la raíz del Carnaval, pero que también quiere decirle a la gente: “Por favor, escuchad otras cosas”. Hay vida más allá del Carnaval. Por lo demás, creo que mis tres lados pueden convivir en perfecta armonía. Y sigo en la pelea de la música, ¿eh?. Hice mi segundo disco aunque tardé diez años. Por circunstancias, quería hacer otra historia. Por eso lo llamé Yo y mi circuns-tancia. Y ahora, el tercer disco tardará un poquito porque siempre me pilla el toro con otras cosas.

P. El estilo de los dos primeros discos es muy diferente. El primero es más pop y el segundo tiene más de swing. ¿Es una persona de cambios radicales?

R. Sí, claro. Y para el tercero será otra cosa distinta. La Eternidad no puede ser en absoluto igual a Los Cobardes. Si hiciera una novela no podría parecerse a otra que hiciera antes. Para sentirme vivo, intento que mi vida sea un cambio. Y es lo que necesito. Si no, me aburro. ¿Qué sentido tendría todo esto? No quiero que nadie se moleste pero no quiero sentirme uno más.

P. ¿Quiere plantar una semilla de algo diferente?

R. ¿Por qué no? Quiero dar algo y formar parte de esto. Pero haciendo algo. ¿Cómo? No lo sé. Pero si el molde hay que romperlo, se rompe y se hace otro.

P. ¿Tal vez una semilla en la canción de autor? Sus dos discos tienen mucho de ese género musical.

R. Sí, claro. Por supuesto. El segundo disco tiene un poco más de swing, muy de circo y con mucho aire francés, por explicarlo de alguna manera. Canciones de amor y de desamor, por supuesto, porque la música de autor tiene mucho de eso también. Y ahora el tercer disco, cuando se haga, tendrá que ver mucho con mi manera de ver el sur, mi sur y otros sures del mundo. Ahora mismo estoy liado con un proyecto de Carnaval con mi banda. Hemos dejado un poquito arrinconaito el proyecto del disco porque estamos haciendo otra cosa de Carnaval. Son músicos que no se alimentan del Carnaval menos uno y entre todos estamos construyendo cosas que tú, por ejemplo, tienes en tu cabeza de una manera, ya prefijada, y a la que ahora vamos a intentar darle la vuelta sin que afecte a tu manera de ver esa cosa. Vamos a sacar al Carnaval de su zona de confort y a ver qué pasa. Y en esa pelea nos encontramos. Llevamos cerca de dos meses y medio en este proyecto. Nos vemos tres días a la semana en una especie de búnker y ya hemos terminado las estructuras y las armaduras de 18 temas. Ahora estamos viendo cuáles son los músicos que formarán parte y qué instrumentos le vienen mejor a cada pieza. Lo único que nos queda es decidir los días de ensayo y cuándo estrenamos. Nos gustaría que fuera antes del Concurso o después. En eso estamos.

Ares es ese músico que yo reivindico y que en absoluto reniega de la raíz del Carnaval

P. Tiene muchos frentes artísticos abiertos. ¿No para de crear?

R. Yo, no. Lo que pasa es que ahora es una época muy mala para mí por un motivo: si tengo que hacer alguna canción, choco un poco con el tema de la creación de la comparsa. Cuando termino algo digo: “Me gustaría llevármelo para la agrupación”. Pero intento que cada cosa tenga su lugar. Pero bueno, sí, sí, hay frentes. Colaboraciones con Pasión Vega y David Palomar; un cortometraje con José Manuel Serrano Cueto… hay cosas.

P. Volviendo a la esencia de sus discos, ¿se hace más uso de la canción de autor en tiempos convulsos? Ya sean políticos, sociales, culturales…

R. Si estuviéramos en los años 70, sí tiene razón de ser que la canción de autor se dedique a la política. Si estuviéramos en otro punto del planeta, en Chile o Argentina, pues también. Pero coincide que España ahora vive un momento muy convulso y la que está cayendo no es normal. Bueno, o sí es normal teniendo en cuenta el paño. Y lo que te rondaré, morena, porque esto no es más que la punta del iceberg de tantas cosas que seguirán pasando. Pero no necesariamente el cantautor tiene que cantar a una historia política. Creo que canta a la vida. Antílopez es una manera nueva de ver la música de autor. Mundo chillón es otra manera, al igual que María Rozalén. Y todas conviven perfectamente y tienen su público. Curiosamente, los cantautores tienen cada vez más adeptos. Con lo cual, no podemos decir que son aburridos. Para nada. Creo que hay músicos que son muchísimo más aburridos que los propios cantautores.

P. ¿Cádiz es adicta a la música de autor? En más de una ocasión ha comentado que este genero no llega a determinados lugares de la ciudad.

R. Álex de la Iglesia paseaba un día por la playa de La Victoria y cuando nos cruzamos le pregunté: “¿Qué tal?”. Y me dijo: “Muy bien porque aquí hay tantos artistas que nadie me da la vara y me dejan tranquilo”. Pues con la música de autor pasa igual. El Carnaval, de algún modo, se ha comido otras influencias artísticas musicales, como el flamenco y la música de autor. Aunque no necesariamente la música de autor haya nacido expresamente en Cádiz. Pero el flamenco sí es un pilar fundamental de la ciudad. Eso es ahora. En otros momento no fue así. ¿Por qué se ha producido eso? Supongo que por cuestiones cíclicas de la vida. La sala Pay Pay apostó y sigue apostando por la música de autor. De ahí salieron Antílopez, Marta Soto, Chillón o Canca y tantísimos. Con lo cual, Cádiz no es que sea una ciudad que sea el lugar de nacimiento de cantautores pero sí la puerta del mundo a través de la cual salen. Yo, a todos ellos, los he visto crecer.

P. ¿Es positivo o negativo que el Carnaval haya crecido comiéndose a otras artes?

R. Es que el gaditano es muy caníbal para eso. Nos fagocitamos mucho. El Carnaval se come al Carnaval. El autor se come al autor. El comparsista se come al comparsista. El chirigotero, aunque no se lo crea nadie, se come al chirigotero. Y el corista, al corista. Y todos nosotros nos comemos el Concurso. Éste, a la ciudad. Eso por un lado es bueno pero, por otro lado, no deja crecer otras historias. Si el Carnaval tiene muchos adeptos y si, encima, los gobiernos tanto regional como local no impulsan otras actividades fundamentales, tú me dirás. No entiendo cómo a estas alturas Cádiz no tiene una Bienal de Flamenco. Es que no lo comprendo.

Quiero decirle a la gente: "Por favor, escuchad otras cosas"

P. ¿Confía en que el Ayuntamiento de José María González pueda cambiar algo de esta situación?

R. Yo estoy convencido de que sí. No es una cuestión de que el Ayuntamiento cambie, sino que le dejen a él mismo cambiar, luchar y trabajar. Ahora mismo hay una disputa de poder pero no precisamente de este grupo político, sino del resto. Esos que durante muchos años se han estado repartiendo el pastel y no quieren que cierre la confitería.

P. En lo estrictamente carnavalero, ¿tiene esperanza en que se reformule el Patronato [la entrevista se produce un viernes por la tarde y, por la noche, se aprueba la creación de un nuevo Patronato] y la manera de hacer el Concurso?

R. Es cuestión de tiempo. Todo llegará.

P. Me comentaba antes que ha colaborado para otros autores. ¿Cómo cambia la creación? ¿Qué cuesta más: las canciones ajenas o las propias?

R. Cuesta más cuando escribo para mí. Mucho más. Porque soy mucho más exigente conmigo. Si le coges el pulso y la manera de ser a cada artista, al final todo sale. Sabes lo que le gusta a ese cantante, qué estructura musical o qué tipo de influencia. Cómo le gusta la ropa, vamos (risas). Para eso, soy más sastre que músico. Intento hacer un traje a la medida de cada cantante. Pero cuando lo hago para mí, hay días en los que me miro al espejo y no me queda bien la ropa. Entonces, soy más exigente. No siempre me gusta lo que hago y lo que me pongo. Y ahí está el conflicto. Menos mal que tengo cuatro meses para hacer una comparsa. Si tuviera un mes, me moría.

P. Pero, ni aún cuando llega el final, está totalmente a gusto con el resultado.

R. Sí. Pero se le pone el punto y final. Menos mal (risas).

No quiero sentirme uno más

P. El pasado mes de julio actuó en Córdoba el guitarrista malagueño Daniel Casares, a quien también le ha escrito una canción para su último disco. ¿Por qué a París?

R. Fue un encargo. La obra de Casares se llama Picassares y me dijo: “Mira Antonio, he pensado que el último trozo del disco tendría que estar relacionado con la última etapa de Picasso”. Le dije: “Vale, pues muy bien”. Y me dijo que quería que tuviera relación con París. Teniendo esos ingredientes tienes que hacer un poco la canción. Investigué, leí, busqué… San Google, para esas cosas, salva mucho. Y es una etapa bastante difícil y la canción, al fin y al cabo, dice que de todas las mujeres a las que consiguió enamorar Picasso, sólo le quedaba la muerte.

P. ¿Ha sido éste el encargo más extraño?

R. ¿Extraño? No creas que es extraño. Llamémosle distinto. Hay cosas muy extrañas. Cuando hice la canción Cosas que hacen que la vida valga la pena, el estribillo tenía que tener el título completo. Y eso es complicado. Pero bueno, adelante. Eso es lo que había que hacer. Si creas, tienes que hacerlo según unas premisas. No pasa nada.

P. Antonio Martínez Ares, además de todos los lados artísticos de los que hemos hablado antes, también tiene su lado periodístico. Su primera toma de contacto con este mundo fue una entrevista a Felipe González en un congreso socialista. ¿Recuerda lo que habló con él?

R. (Risas) Qué va, no lo recuerdo.

P. ¿Y reconoce a aquel Felipe González en el de hoy?

R. Para nada. ¿Sabes qué pasa? Que ciertos políticos, ahora mismo, tienen muy poca credibilidad. Es el pueblo el que está entendiendo que las cosas hay que hacerlas de otra manera, no como ellos quieren hacerla. Hay gente que está aferrada a Ferraz y ése no es el mundo que queremos. Queremos otro mundo para nuestros hijos, no el que ellos quieren. El Felipe de ahora no es el Felipe de entonces. Felipe decía el otro día que se sentía defraudado y estafado por lo que Pedro Sánchez le había dicho y que luego no había hecho. Sin embargo, ¿Felipe González no se acuerda de cuando él no quería que entráramos en la OTAN? Hay tantas cosas que se pueden volver en tu contra…

Hay gente que está aferrada a Ferraz y ése no es el mundo que queremos

P. Ya lo dijo en su comparsa La Trinchera, ¿“la democracia sigue siendo un juego en este país”?

R. En algunas cosas, sí. Todos estamos de acuerdo en que la democracia es el sistema que todos queremos para poder vivir con una tranquilidad y con un espacio. Hace muy poquito tiempo estábamos en una dictadura. Nuestra democracia es muy joven y ahora está tomándole el pulso a la sociedad. Y hay muchísimos señores que en estos años nos han vendido una democracia falsa, desde el mismísimo Rey hasta el señor Felipe. Muchos de ellos. Pasando desde la derecha a la izquierda, absolutamente todos. A mí me da la impresión de que ha llegado un punto en el que la gente de a pie se ha parado y se ha preguntado: ¿Nos han estado engañando todo este tiempo?. Pero hay un choque de generaciones: la que piensa esto y la que vivió otra etapa. Una generación no puede estar por encima de la otra. Deben convivir en armonía. Pero encima de todo esto hay una clase política que no quiere perder ciertos valores, ni sus puertas giratorias ni sus miles de euros al mes. ¿Cómo le dices esto a una persona a la que desahucian o a la que no llega a fin de mes con cuatro hijos? Menos mal que nosotros tenemos el Carnaval para salvarnos. Al menos, diciéndolo.

P. De las historias que se recuerdan, de los cobardes nunca se escribe nada. Pero de los suyos se ha escrito. Y mucho. ¿Ha sido bella la vuelta al Carnaval?

R. Claro que sí. Ha sido un año muy bonito, las cosas como son.

P. ¿La Eternidad pretende superar a Los Cobardes?

R. Son retos. A mí el reto me gusta. De hecho, si no fuera así, me aburriría.

P. ¿El mayor de su etapa carnavalera?

R. (Resopla y asiente) Es un reto muy gordo porque ahora mismo todo está en un plano muy ambiguo y falta todavía un poco para que la comparsa se sitúe. Los Cobardes no es más que ese lado del gaditano que se conforma durante 11 meses y en uno, lanza sus quejas. Pero el resto del tiempo está mimetizado como un camaleón. Así vivimos muchos.

Menos mal que nosotros tenemos el Carnaval para salvarnos

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