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Arcángel: “El flamenco debe estar en las aulas”

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Alejandra Luque

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Huele a madera vieja, a flores, a flamenco y a historia. En el corazón de una casa de corrales del siglo XV, las palabras suenan con un eco reposado. Francisco José Arcángel Ramos (Huelva, 1977) observa con veneración cada rincón de la Posada del Potro, uno de los templos del cante en Córdoba. Allí se cita con Cordópolis para hablar de los planes que tiene en la cabeza y en el corazón. Arcángel ha querido dar una vuelta de tuerca a su trayectoria y ha colocado en el centro de su espectáculo a la figura que lo ha sido todo en el flamenco: el tablao. Aquellos escenarios donde Pepe Marchena, Camarón o Enrique Morente empezaron a forjar su leyenda. Aquellos espacios en los que el flamenco se saborea de la manera más íntima posible. Ésa es la esencia que Arcángel rescata en su nueva gira para presentar su disco Tablao.

Defensor acérrimo de la tradición a pesar de su lejanía en el tiempo con las grandes figuras, no concibe realizar un buen espectáculo puro sin conocer la historia y los mimbres de este arte. No le gustan los radicalismos ni aquellos que quieren desestabilizar el mundo del flamenco. “Ante todo, respeto”, apunta. Quince años después de comenzar su carrera en solitario, señala que “la vida sabe distinto”. Su vida es el tablao. Pero no va a morir actuando en uno de ellos. Es consciente de que cuando las fuerzas flaqueen -aún queda bastante- dará un pasó al lado en favor de las nuevas generaciones. Y tiene claro que, llegado el momento, le gustaría servir a los demás de una manera u otra. Quién sabe si desde la política.

Tablao no es un disco cualquiera. Es el quinto de su carrera en solitario, pero marca la diferencia con respecto al resto. “Tablao es la superación de una fobia”, el miedo a la cercanía con el público. Arcángel ha querido romper con esa barrera. Y asegura que lo ha conseguido. Para ello, ha elegido escenarios que poco tienen que ver con el flamenco. En ellos, ofrece un espectáculo ausente de micrófonos y de amplificación. El concierto en Córdoba ha tenido lugar en la Casa de las Campanas, pero la siguiente reflexión sobre el mundo del flamenco –y más allá- la hace también sobre un tablao. Concretamente, sobre el que preside la Posada del Potro. Arcángel, al natural.

PREGUNTA. Disco Tablao. ¿Te levantas un día y dices: ‘Quiero homenajear a los tablaos’?

RESPUESTA. No exactamente así. Realmente lo que quise buscar fue un registro sonoro diferente después de haber grabado cuatro discos en solitario y uno con la Academia del Piacere. Quería hacerlo en directo para rescatar ese sonido que, cuando tus ensayas con tus músicos, uno se coloca de una manera muy diferente a cuando tiene que cantar. Creía que el sitio más idóneo para hacerlo era el tablao. Porque provoca esa intimidad que se necesita para estas cosas y, de paso, creo que es un espacio que había que reivindicar sin caer en un alegato en contra de los grandes espacios escénicos. Creo que la vía de desarrollo del flamenco, y para el flamenco, es precisamente esos espacios, pero sí hay que reivindicar un poco la figura del tablao. El propio mundo del flamenco le debía a los tablaos ponerlos en su sitio. Se tiene una concepción absurda de que los tablaos son sitios donde se ofrecen espectáculos de baja calidad y cuyo público es principalmente el turismo. En los tablaos se hace una muy buena labor por el flamenco y es un espacio donde uno se puede formar para el profesionalismo.

P. Con 16 años se subió por primera vez a un tablao. ¿En qué han cambiado las sensaciones de entonces con las de ahora?

R. Bueno, en esencia, nada. Es lo mismo. Lo que pasa es que uno cambia mucho a través del tiempo. Lógicamente, esto es como cuando uno es pequeño, que está en su colegio y todo le parece grandioso. Pero que, cuando vuelve 25 años después, todo le parece pequeñísimo. La percepción es distinta pero porque tú has cambiado. El espacio y el ambiente que recoge el tablao sigue siendo de recogimiento, un espectáculo enfocado al baile y donde los cantaores podemos tener un acceso muy natural tanto con el escenario con el flamenco en sí.

P. ¿Y el no llevar el flamenco a los tablaos le ha aportado más ventajas que inconvenientes?

R. Creo que, como en todos los cambios, en algo se pierde y en algo se gana. ¿En qué se ha ganado? En que te ven más personas, en que el flamenco llega a más gente y en que los artistas están mejor remunerados. En fin, te proporciona una relevancia social que antes no tenías y vas con unos medios técnicos que te facilitan mucho el trabajo. ¿En qué se ha perdido? Pues no lo tengo claro. Lo que sí tengo claro es que estoy en contra, además absolutamente, de la gente que cree que el tablao es el único hábitat del flamenco.

Había que rendir un homenaje a los tablaos sin caer en un alegato contra los grandes espacios escénicos"

P. Es donde se gestó.

R. Sí. Pero creo que cualquier manifestación artística gana en cercanía, porque es obvio. Cuando tú tienes la oportunidad de tener cerca a alguien que admiras y que te gusta, creo que cualquier manifestación artística te llega de una manera muy diferente. Pero eso no tiene que ver exclusivamente con el flamenco. Yo soy contrario a esa afirmación que dice que el flamenco hay que escucharlo en reunión y con poca gente. Pues, a lo mejor sí. Y depende de quién cante o baile. Pero creo que está más en la propuesta de espectáculo de cada cual que en el espacio en sí. Aunque, sin duda alguna, el recogimiento es bastante más bonito para todo tipo de acto. Al igual que no es lo mismo que alguien te diga ‘te quiero’ por teléfono, que te lo diga mirándote a los ojos. Tan sencillo como eso.

P. Y esa necesidad de buscar cercanía con el público, ¿ha sido más una necesidad personal que profesional?

R. Era más la superación de una fobia (risas). Creo que en la distancia corta, en lo que se refiere a la cuestión artística, siempre me ha costado bastante más. Siempre me he sentido más protegido en un escenario grande donde haya mucha más gente y yo esté más aislado, que en un ámbito cercano donde tú ves cómo la gente te mira, cuál es su expresión, cómo es su reacción ante todo lo que vas haciendo… Eso era una fobia, aunque no era algo insuperable, porque lo he superado (risas). Pero sí es verdad que para mí era una asignatura pendiente.

P. Pero esa fobia no se ha convertido en un miedo al mundo del flamenco.

R. No. Yo a lo que le tengo fobia es a la gente que mata, a que haya guerras y a que la gente se muera de hambre. A eso sí le tengo mucho miedo. A lo demás, no.

El espacio y el ambiente que recoge el tablao sigue siendo de recogimiento"

P. ¿Y ese espíritu de querer vivir la cercanía con el público es porque estamos en una sociedad dominada por la cercanía “virtual”?

R. Es obvio. Las relaciones personales han cambiado muchísimo. Sin embargo, es curioso que, aunque han cambiado mucho y a mi gusto para peor, creemos que estamos más conectados con el mundo y creo que es al contrario. Lo que estamos es más conectados con el mundo pero más alejados de las personas. Creemos que porque tengamos mucha información que podamos capturar estamos más cerca de la gente. Y es al contrario. Estamos cada vez poniendo más muros.

P. Comenzó la gira el 19 de mayo en Jaén. ¿Cómo fue esa primera toma de contacto?

R. Fue un concierto muy esperado porque era el primero que hacíamos. Y con una sensación de a ver qué pasa. Porque, hasta ahora, habíamos hecho un poco el formato igual que en la grabación del disco en los tablaos, pero son espacios que están preparados para eso. Para esta gira hemos elegido espacios que no tienen una preparación específica para la realización de espectáculos flamencos. Y la verdad es que me lo pasé muy bien, disfruté muchísimo. Con el concierto en Sevilla me pasó exactamente igual. Creo que va a ser un conjunto de conciertos muy bonito donde voy a intentar disfrutar el máximo posible y la gente creo que también.

La necesidad de buscar cercanía con el público ha sido la superación de una fobia"

P. Es paradójico porque, aunque quiere rendirle homenaje a los tablaos, los conciertos serán en lugares que poco tienen que ver con el flamenco.

R. Ése es un poco el sentido de todo esto. Lo que me planteé fue hacer una extensión del espíritu con el que grabé el disco y adornarlo u ofrecerle a la gente un aliciente más. Aquí entra el espacio donde se realiza el concierto. Que tuviera unas características peculiares, como belleza y solera, para que la gente tuviera más satisfacción. Poder escuchar un concierto de flamenco al natural, sin amplificación y en un sitio bello. Era el complemento perfecto.

P. Cuando se habla del flamenco innovador, los sectores más tradicionales u ortodoxos se oponen a esta nueva forma. Pero, ¿cuáles son esos sectores concretamente?

R. Normalmente, el que critica o pone las cosas sin un razonamiento coherente, habla o desde el resentimiento o desde el desconocimiento. O, más bien, para intentar proteger su desconocimiento. Esos sectores son bastante radicales. Y radicalismos hay en muchas cosas en la vida, desgraciadamente. Como no podía ser de otra manera, en la música también los hay y en el flamenco, también. Creo que esa gente no sé si lo que intenta es desestabilizar el mundo del flamenco por sus propios intereses. Desconozco la razón que les mueve a ser tan radicales. Creo que lo que hay que defender es la tradición, eso por encima de todas las cosas, y dejando a un lado los radicalismos. Pero esta defensa no se puede convertir en un hacha para tirársela a los demás. Cada uno es libre de hacer lo que quiera con su concepción del arte y de las cosas. Creo que entre el público y el propio sector, las cosas se van colocando poco a poco. A veces se tarda más tiempo o menos, pero las cosas se van encajando donde tienen que estar.

Hoy estamos más conectados con el mundo pero más alejados de las personas"

P. Alude a la defensa de la tradición pero ¿le ha gustado vivir la etapa del flamenco que está viviendo?

R. Si me hubieran dejado luego vivir ésta, también me habría gustado experimentar otras (risas). Me hubiera gustado tomarme un café con Manolo Caracol, Camarón, La Niña de los Peines o Marchena. Es obvio. Pero bueno, ésta es la época que me ha tocado vivir y me siento bastante afortunado de haber coincidido con Enrique Morente, José Merced, Carmen Linares, Estrella Morente, Miguel Poveda, El Pele, Duquende…. Podría decir muchos artistas porque hay varias generaciones de flamencos con una calidad bastante alta. Yo estoy muy contento.

P. A su generación la define como la que ha sabido cimentar su carrera profesional en el respeto a la tradición.

R. Para mí, el tener un poso y un referente es muy importante en la vida. Tener un conocimiento de la tradición es muy, muy importante. Luego, cada cual que haga con la información lo que le venga en gana o lo que cada uno vea pertinente hacer. Pero creo que, desde el mismo instante en el que el flamenco se convierte en algo profesional y es un oficio, uno tiene que conocer su historia. A veces sí siento, y soy crítico también con eso, que amén de los gustos de la gente, sí haría hincapié en que la gente que es profesional debería tener claro cuáles son los mimbres y los conceptos principales de su oficio. De alguna manera, el arte se cataloga como en otra categoría diferente como si en vez de hacerlo personas lo hicieran entes que nadie sabe definir. Y lo hacen personas. Esa diferenciación a la hora de hablar de trabajo y referirse al arte sólo desde el punto de vista de la espiritualidad, es un error.

Hay que defender la tradición por encima de todo, pero dejando a un lado los radicalismos"

P. Hay una fuerte división a la hora de ver el flamenco como un arte o como un trabajo.

R. Sí, porque cuando tú explicas el arte solamente desde lo espiritual, es como si se obviara la parte que tiene de trabajo. Puede ser también que el mundo del arte haya huido de enseñarlo porque le parece que pierde autenticidad. Nadie se explica cómo alguien llega a operar a una persona sin tener una formación, por ejemplo. Sin embargo, en el mundo del arte sí estamos acostumbrados, desafortunadamente, a ver a gente que aunque tiene éxito, ciertamente no está preparada para realizar el oficio que hace. Parece ser que el arte es como un saco o un cajón donde todo vale, y no es así. Cuando alguien es profesional de algo tiene que conocer la materia. Puede que se tenga más éxito o menos, pero debe conocerla.

P. El flamenco se lleva muy poco a las aulas, por ejemplo.

R. Sí. El flamenco debe estar en las aulas, pero yo no lo llevaría para enseñarlo como trabajo. Yo lo llevaría como método de estudio con cuestiones muy básicas y generales para que la relación de los niños con el flamenco sea natural. Luego, si alguien quiere especializarse en flamenco, que vaya a estudiar a una escuela o a un conservatorio. Pero el flamenco tiene que ser materia de estudio en cuestiones más generales. De la misma manera que se estudia Historia del Arte, Música o Educación Física, que hubiera también una asignatura que fuera, por ejemplo, Conocimiento del Flamenco. Nuestros hijos deben saber quién es Beethoven pero, también, quién es Sabicas, Paco de Lucía o Fosforito. Que conozcan a la gente del flamenco.

En el mundo del arte sí estamos acostumbrados a ver a gente que no está preparada para realizar el oficio que hace"

P. En esa manera de hacer un flamenco renovado pero teniendo presente la tradición, ¿cómo se conjugan esos dos elementos?

R. Es una putada en realidad (risas). Creo que esas son condiciones que uno tiene. Yo puedo convivir perfectamente escuchando géneros muy diferentes. Partiendo de esa base, a mí me gusta mucho la tradición del flamenco y la respeto. Pero también me gusta indagar, mirar y curiosear en otras partes porque necesito también divertirme.

P. ¿En el flamenco ya está todo inventado?

R. Creo que en el flamenco y en muchas cosas. Lo que depende es la visión que cada uno aporta de lo que ya se conoce. Se hacen muy pocas invenciones porque hay tanta información que ya casi es imposible innovar. Eso sí, cómo cada cual recibe lo ya inventado, lo recicla y luego lo expresa a los demás, es donde está el matiz.

Nuestros hijos deben saber quién es Beethoven pero, también, quién es Sabicas, Paco de Lucía o Fosforito"

P. Ya a Pepe Marchena se le criticó en su momento por su forma de cantar y presentar el cante. Hablamos de los años treinta.

R. Ésa es una tendencia natural de los seres humanos. Hay un período cambiante y alguien que trae un concepto un poco nuevo, es criticado por dos motivos: o no se está a la altura de entender lo que hace o simplemente está fuera de contexto en ese momento para lo que son las líneas maestras o el estilo de vida. Y se producen esos choques. Pero, afortunadamente, el tiempo lo va poniendo todo en su sitio.

P. En más de una ocasión ha comentado, en referencia a la tradición, que cuando se excluye algo, a usted ya no le gusta reivindicarse. Pero la reivindicación, por su esencia misma, es luchar por una opción en detrimento de otra.

R. O no. Entiendo que reivindicar es realzar los valores que tú crees que algo tiene, pero eso no significa que tengas que ir en contra de lo que es opuesto a eso. Es como si yo fuera reivindicativo con la tradición para ir en contra de la innovación. No, en absoluto.

Los políticos tienen que obedecer a lo que vinieron: a servir al pueblo"

P. ¿Estas dos formas de entender el flamenco están obligadas a convivir?

R. Eso sin lugar a dudas. Y tiene que ser de manera natural. Está la tradición y la gente con una visión más avanzada, y las dos formas pueden convivir tranquilamente. Lo importante es que hay que saber respetar y ser tolerante. Pero sí, la tradición y el flamenco más innovador están obligados a convivir.

P. Habla de convivencia, respeto y tolerancia. ¿Estas tres leyes se las aplican los políticos o es su particular asignatura pendiente?

R. Los políticos tienen que aprender de tantas cosas... Y nosotros, también. Hacemos valoraciones muy rápidas de las cosas. Hay que entender a la otra persona y pararse a pensar por qué piensa así o por qué ocurren determinadas cosas. Lo que está claro es los políticos tienen que obedecer a lo que vinieron: a servir al pueblo.

Llegado el momento, sí me gustaría servir a los demás, aunque no sé si desde la política"

P. Si no hubiera sido cantaor, hubiera sido jugador del Recre.

R. Ojalá, ojalá (Risas).

P. Y, si no, político. ¿Lo tiene todavía en mente?

R. Me considero alguien a quien le gusta servir a la gente. Eso lo tengo bastante claro. Hoy día, tal y como está organizado nuestro modelo de vida, el que puede servir a la gente y el que está en esa posición, es el político. Pero vamos, no es cuestión de ser político o no. Sí me gustaría, en un momento determinado -cuando uno cada vez tiene que ir subiéndose menos a los escenarios por razones físicas y porque vendrán otras generaciones que tendrán que ejercer su papel en ese momento-, estar de cara a poder ser útil para la sociedad. Eso siempre lo he tenido bastante claro. Y no sé si desde la política o desde otro ámbito. Pero sería una labor que me gustaría desempeñar en el futuro sin duda alguna. Llegado el momento, sí me gustaría servir a los demás, pero, ya te digo, no sé si desde la política.

P. ¿El flamenco se ha utilizado como arma política en algún momento?

R. Como arma política se ha utilizado todo: el flamenco, la música, los toros, el pan… Todo. Estamos en un mundo donde todos utilizamos las cosas de todos. No me importa la utilización de las cosas sino cómo se utilizan.

Las instituciones tendrían que estar orgullosas del flamenco"

P. ¿Y desde las instituciones cuidan cada vez más al flamenco?

R. Hombre, yo les pediría un poquito más. Creo que la condición que tiene el flamenco es diferente a otras cuestiones que también nos definen como andaluces y como pueblo. El flamenco es genuino de nuestra tierra. Difícilmente nos vamos a encontrar a alguien que conozca mejor nuestro arte y que lo haga con más acierto que donde nace y donde se desarrolla, que es en España en general y en Andalucía en particular. Partiendo de esa premisa, creo que las instituciones tendrían que estar orgullosas del flamenco.

P. ¿No lo están?

R. No es que no lo estén, sino que yo daría un pasito más. No tendría ningún problema en asociar y defender el flamenco como un valor intrínseco de nuestro pueblo andaluz. Hablamos de instituciones pero son las personas quienes las hacen. Parece que las cosas se hacen por arte de magia, y no. Las instituciones están personalizadas. Hay personas que, a lo mejor, no sienten ese deber de servir al flamenco. Y por eso les pediría un pasito más. Por otro lado, tampoco estamos tan mal, pero siempre hay que pedir un poquito más porque el flamenco es un valor añadido a la cultura andaluza.

P. En relación al flamenco y a su papel actual, el sociólogo Francisco Aix analiza en su libro Flamenco y poder. Un estudio desde la sociología del arte la relación dialéctica del arte jondo con la sociedad. Y este sociólogo señala que el gran flamenco está de espaldas a la realidad social. ¿Eso es así?

R. ¿Que está de espaldas a la realidad?

P. Sí. Él critica que las letras del flamenco actual no reflejan la realidad que hoy se vive y que sigue anclado en un repertorio que arrastra décadas.

R. Bueno, hay de todo. Hay letras que son atemporales y que su mensaje, aunque esté contado de una manera más localista, sigue vigente. Y hay otras que no. Ésta es una conversación complicada porque creo que tiene que haber una renovación en los textos pero se tiene que hacer desde el lenguaje del flamenco y desde sus códigos.

Tiene que haber una renovación en los textos pero se tiene que hacer desde el lenguaje del flamenco y desde sus códigos

P. ¿Y es complicado adaptar el flamenco a la realidad social? Por ejemplo, una canción a los desahucios.

R. Imagino que alguien que venga con talento y lo haga, bienvenido sea y yo lo cantaré con mucho gusto. Pero, de momento, no se ha dado esa circunstancia. De todas formas, afirmar que el flamenco está de espaldas a la realidad social me parece demasiado fuerte. Bajo mi punto de vista, totalmente incierto. Una cosa son los textos, que quizás el flamenco no ha sabido adaptarlos a la realidad actual, y otra cosa es que esté de espaldas a esta realidad. Son dos cosas que no tienen nada que ver. No tener un repertorio actual no es estar de espaldas a la realidad. ¿Que tiene que haber una renovación en los textos? Claro. Pero, hombre, decir que estamos de espaldas a la realidad social me parece…

P. Pero el flamenco debería renovar sus letras.

R. Sí, pero es complicado cuando se hace en pequeñas dosis. Porque se tiene que hacer desde el lenguaje propio del flamenco. Este arte tiene unas connotaciones y una forma de hablarse porque es andaluz y no todo el mundo está capacitado para darle esa vuelta de tuerca. Si tú cantas ‘Lástima de aquél que come el pan de la mano ajena siempre mirando a la cara si la ponen mala o buena’, si eso no está vigente y de espaldas a la realidad social, hagamos más estudios sociológicos a ver quién está más acertado, si ellos o nosotros. Me parece una afirmación desacertada porque hay algunos textos que sí son demasiado localistas o encuadrados en una época y que sí pueden estar desactualizados. Pero, hombre, afirmar eso a nivel general, me parece un poco fuerte. Pero bueno, hay que respetar todas las opiniones.

Quizás el flamenco no ha sabido adaptar sus textos a la realidad actual"

P. Dentro de una semana se celebrará en Córdoba La Noche Blanca del Flamenco y, por primera vez, habrá actuaciones dos días antes de la cita oficial.

R. Puede salir bien dependiendo de la filosofía del evento en sí. Yo soy seguidor del formato de La Noche Blanca, he participado y he venido a verla porque me gusta mucho. No sé si es mejor tres días, uno o 27 (risas). Lo que sí me parece bien es que el flamenco asalte la calle y que la gente tenga esa relación natural con el flamenco. Mientras que las cosas salgan con calidad y con categoría, poco importa cuántas noches sean.

P. Este año la inaugura una paisana suya, Argentina, y usted se ha retirado del cartel.

R. Sí, yo estuve en 2014 y este año decidimos que no porque queríamos que el concierto fuera justamente la semana anterior. Soy amante de ese formato porque es un modelo de festival muy diferente. Una noche al año donde la ciudad se rinde el flamenco. A mí, como concepto, me gusta mucho.

Soy amante del formato de La Noche Blanca del Flamenco porque es un modelo de festival muy diferente"

P. Cerrará la gira en el Teatro Real de Madrid y subirá a los espectadores al escenario.

R. Sí, claro. La historia es no perder esa intimidad que estamos buscando. Lo que pasa es que, para mí, el Teatro Real es el templo de la música clásica en España y donde todos los artistas quieren ir a tocar. Es un referente musical y creí que también tenía que rendir homenaje a los tablaos, aunque sean escenarios totalmente diferentes. Así que nos vamos para allá y que la gente lo disfrute.

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