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Rafael Zafra: “La Semana Santa es del pueblo. Y punto”

Rafael Zafra. | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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“Me falta ser candelabro de cola en un paso”. Muestra un enorme sentido del humor, al igual que una admirable claridad y vehemencia en su pensamiento. De otra manera, probablemente no habría podido desempeñar el papel que en diferentes momentos le correspondió jugar. Hablar de Semana Santa en esta ciudad es hacerlo de Rafael Zafra León (Córdoba, 1943), pues la conoce desde todos los ámbitos. A sus 72 años todavía sale de nazareno, fue costalero el tiempo que entendió necesario -muy poco, confiesa-, dirigió la que aún es su hermandad (Expiración) y presidió la Agrupación de Cofradías en una etapa trascendental para la historia de España: la Transición. Resulta curioso, con ese último dato, que afirme que tras la muerte de Franco no percibiera un clima de tensión elevada.

Veterano curtido en mil batallas, entre las que se cuenta también el Pregón de Semana Santa de 1988, Rafael Zafra ofrece su opinión de cuanto se le pregunta y también acerca de lo que no. Es de ese tipo de personas que son tal y como se muestran. O al revés. Aguarda sonriente en la cafetería de Claudio Marcelo, La Gloria, que regenta desde muchos años atrás. Y sin cambios en el semblante afronta cada instante de una entrevista que por momentos se convierte en realidad en una conversación. Sin más. Tiene mucho que decir y lo hace. Con firmeza en la voz y seguridad en la palabra.

PREGUNTA: A usted le bautizaron en el mismo lugar, exacto, que a Juan de Mesa. Quizá eso fue un presagio.

RESPUESTA: (Ríe). Ahí en San Pedro, efectivamente. Es el barrio en el que nací, en una casa que tenía mi familia al lado de Bodegas Campos, donde había una fábrica de juguetes.

P: Ese punto de partida es suficiente para saber que hablar de Rafael Zafra es hacerlo de Semana Santa.

R: Mi vida está ligada a ella, eso es indiscutible. Mi maestro cofrade fue un hermano de mi padre, mi tío Paco, que era de mi hermandad, de la Expiración. Yo pertenecí también a la Misericordia (hermandad de San Pedro), aunque ésa era por rama materna. A mi tío Paco le dediqué el Pregón cuando lo hice (1988), porque es el que me enseñó a ser cofrade y además de la mejor manera. Era uno de los más antiguos de la hermandad de la Expiración y nunca ocupó cargo alguno, siempre iba en las filas con su cirio. Él lo entendía como yo y eso parece que ya no está de moda.

P: ¿Y cómo se entienden las cofradías?

R: Las cofradías son una manera de sentir y de vivir. Ser cofrade es vestirse de nazareno. ¿Por qué? Porque vestirse de nazareno es perder protagonismo para convertirse en alguien anónimo y durante unas horas puedes analizar un poco tu vida, si hay algo que cambiar… Eso tiene sentido. Pero hoy en las cofradías hemos hecho que lo importante sean los costaleros, los que tocan la trompeta o el tambor, los capataces. Dime si no tienen, ahí en esa posición, un protagonismo de primera línea. A eso también se le llama hoy cofrade. Un catedrático y cofrade sevillano, Carlos Colón, escribió hace muchos años un artículo que decía: “Cuidado con los kofrades”. Esa -k- se la ponía a ese tipo de cofrades que se están haciendo. Hoy los medios de comunicación le prestan mucha atención a la Semana Santa y es un momento de tener minutos de gloria. Pero el cofrade es lo contrario. Es el que pierde el protagonismo ante los demás, el que no busca reconocimiento para encontrarse con él mismo. Al final, en la vida venimos y nos vamos solos y no es malo reflexionar sobre eso de vez en cuando.

Cofrade es el que pierde protagonismo para encontrarse con él mismo

P: En ese sentido, usted suprimió en su día las mantillas y disminuyó el número de varas…

R: (Corta). Pero todo tiene una explicación. Suprimí las mantillas porque cuando llegué a la Agrupación (como presidente), en el año 75, vi que las habían metido porque en las cofradías se estaban perdiendo nazarenos. Es decir, para paliar ese déficit. La señora que va de mantilla, va a que la vean. Por eso fui también el primero que hizo que la mujer pudiera salir de nazareno en Córdoba. Si la mujer quería salir igual que el hombre, que lo hiciera de nazareno, no de mantilla y luciéndose. Hoy dicen que es una tradición, pero eso no es verdad. La mantilla empezó aquí en el 66 o el 67. Todo lo que tiendan a hacer las cofradías a hacer tradición con que el individuo sea protagonista tiene que ver poco con lo cofrade.

P: Entonces, para zanjar el asunto, ¿qué es lo cofrade?

R: Como yo lo entiendo, uno que se llame cofrade no puede decir que es ateo. Eso lo veo mucho en la sociedad actual. Uno que salga de costalero puede decirlo, porque siempre ha sido un señor pagado, que ha ido a ganarse unas perras para su casa y punto. Pero un cofrade tiene que ser un tío que tenga fe o que crea en el sentido de vida desde el punto de vista cristiano. Luego está el hecho de que desde el punto de vista de fe se puede ser cristiano, religioso o católico e muchas maneras. Yo conocí a un teólogo, que vivió en Córdoba muchos años, muy famoso. En la época de Tarancón editó la Nueva Biblia Española, que escribieron dos jesuitas: Luis Alonso Schokel y Juan Mateos. Este hombre decía que había dos maneras de ser cristiano: están los que siguen el mensaje del Evangelio y a Jesús siempre y los que están más por la ley, por el derecho canónico. Y decía que cuando el cristiano está en el Evangelio las cosas funcionan bien, que son las menos veces, y que cuando está muy pegado a las normas, a la autoridad eclesiástica, funcionan mal.

Cuando el cristiano está muy pegado a la autoridad eclesiástica las cosas funcionan mal

P: Ya que habla de ateísmo y ante el panorama sociopolítico actual de España. ¿Qué opinión tiene del conflicto que parece existir entre el mundo cofrade y la nueva izquierda, por decirlo de alguna forma?

R: El otro día leí una entrevista a Teresa Rodríguez y decía que ahora ya no era una mujer creyente, pero que lo había sido; que su abuela la llevaba a ver cofradías y que ella seguía viéndolas, porque ver un palio con música en la calle genera sensaciones que no tienen nada qué con que seas creyente o no. Yo creo que esa izquierda respeta, al menos la de Andalucía, salvo raras excepciones, porque han nacido viviendo eso.

P: Le planteaba la pregunta más por los prejuicios que puedan existir entre unos y otros.

R: Lo de los prejuicios lo veo absurdo. No entiendo eso. A mí me tocó la etapa de la Transición (como presidente de la Agrupación de Cofradías). El Golpe de Estado me pilló, aunque en otra etapa. Pero a mí me cogió toda la Transición, porque las primeras elecciones municipales fueron en el 79, cuando entró Julio (por Anguita, primer alcalde electo de la democracia), y yo lo viví con normalidad. Además, una de las cosas que decía entonces es que ser cofrade no tiene que ver con que seas de izquierdas, de derechas o de centro. Lo que pasa es que por intereses se dice: “No, esto es de gente de derechas”. Eso me repateaba, porque uno de los objetivos que me propuse y lo que más me queda de lo que haya hecho por la Semana Santa de Córdoba es dar un paso decisivo hacia su popularización. Yo había conocido la de Sevilla desde muy pequeño y veía cómo se ponían las calles, pero aquí las cofradías eran una cosa para una elite, que salían a las once de la noche para unos señores a los que les venía bien muy bien porque no trabajaban al día siguiente y se iban de fiesta. Cuando me decían que en Córdoba no ha habido Madrugada contestaba que la había todos los días… Los niños no veían las procesiones, por lo que no podías transmitir eso. Y en eso dimos un paso importante y me siento orgulloso. Esto es del pueblo. Y punto.

P: ¿Sigue siendo popular?

R: Creo que lo es, porque no hay nada más que ver cómo sale la gente a la calle. Al final, el propietario es esa gente. Sucede como con los actores de teatro, que un día representan tres funciones seguidas y no ven a nadie en el patio de butacas y se vienen abajo. Esto ya es de la gente y eso lo capté en la Semana Santa de Sevilla, que es una cosa popularísima. La prueba está en que allí hay cofradías de barrios que no puedes ver en el centro por cómo se pone.

P: Volvamos a la Transición. Fue presidente de la Agrupación de Cofradías con la muerte de Franco y la entrada…

R: (Corta para hacer un apunte). Franco murió en noviembre del 75 y yo entré de presidente el 30 de junio de ese año. Me pilló la muerte.

P: ¿Y cómo fue ese cambio? Hablando en el ámbito cofrade.

R: Cuando yo llego a la Agrupación, la cofrade es una sociedad anquilosada, lo mismo que la sociedad española, que vive todavía en la mentalidad de la Dictadura. Pero la gente joven se empieza a mover y por eso llego yo a la presidencia, que lo hago con 32 años. Hay cofradías que empiezan a decir: “Por aquí no va esto”. En la Transición no tuve ningún problema. Con el que más lo tuve fue con el pobre Antonio Alarcón Constant (último alcalde no electo), que me dijo una serie de cosas y le tuve que contestar: “Tú no tienes ni pu… idea de cofradías, por mucho que vivas en las Tendillas”. (Ríe). Decía que las cofradías tenían que ir todas a la Catedral y dar una vuelta por allí porque se formaba mucho follón de tráfico. Eso no me lo dijo a mí Julio Anguita en la vida.

A Antonio Alarcón le tuve que decir: "Tú no tienes ni pu... idea de cofradías"

P: ¿Cómo fue el trato de Julio Anguita con las cofradías?

R: Correctísimo. Yo ya no soy amigo de él, pero le conozco y he tenido relación con él. Me lo he encontrado en Sevilla y nos hemos tomado una cerveza juntos. Era cordial y lo explico: en la Primera Comunión de mi hija Rocío (que está presente) coincidió que entregábamos los premios de fotografía de Semana Santa y resulta que lo vi y le dije: “Estoy celebrando la Comunión de mi hija, si quieres ven a tomarte una cerveza”. Y vino tan tranquilo. Era una relación cordial. Sobre todo, porque a las personas nos pueden separar ciertas coas, pero al fin y al cabo somos seres humanos todos.

P: Además a Julio Anguita le gusta la Semana Santa.

R: Sí le gusta. Como habrá otros a los que no y serán respetuosos. En la vida hay que respetar al de enfrente. Y punto.

P: Comentaba que en la Transición no vivió un clima de tensión. Hoy sin embargo sí parece existir.

R: Porque las cofradías están vivas, afortunadamente. Lo mismo que vives en la sociedad lo vives en las cofradías. La actual es una sociedad con mucha tensión. Mira cómo tenemos la política en el país. No estás viendo adversarios, sino casi enemigos. Al final, eso en las cofradías, al salir hermanos mayores, uno no puede ni ver al otro y lo que ha hecho éste lo critica aquél. Lo que pasa en la sociedad está en las cofradías.

P: Dejemos la materia política y miremos su papel como presidente de la Agrupación de Cofradías. Cuentan que dinamizó e impulsó la vida cofrade de la ciudad. ¿Cree a día de hoy que dejó su sello?

R: (Ríe). Hombre, algo dejé. Fuimos los creadores de la primera cuadrilla de hermanos costaleros (en la Expiración). Fuimos los primeros que dijimos que poníamos una caseta de feria, que me llamaron del Obispado para preguntarme si estaba loco. Pasamos de unas instituciones muertas a unas instituciones vivas, que se integran en la ciudad y están hechas por seres humanos a los que nos gusta la feria, los toros, el fútbol o lo que sea. De eso me siento orgulloso.

P: Ahora que habla del Obispado, a usted le llamaron de la Diócesis para ser presidente. Fue Miguel Castillejo.

R: Ellos no estaban contentos con los once años de presidencia que había y la Iglesia ya sabes cómo hace las cosas. Castillejo era delegado de Apostolado Seglar y en aquellos tiempos era un hombre muy comprometido con todo lo social. Las cofradías estaban dentro de su jurisdicción, me conocería y lo que hizo fue pedirme por favor que entrara. En principio le dije que no, pero consulté a mi hermandad (Expiración) y me dieron el visto bueno. Entonces estábamos tres o cuatro cofradías que nos movíamos. Porque otra tragedia que tiene la Semana Santa de Córdoba es que las grandes no han tirado del carro. Los que hemos hecho revolucionar esto somos hermandades corrientes y molientes. Eso en Sevilla es inconcebible. Allí, la Macarena y el Gran Poder son los que tiran de todo. Aquí no.

Las grandes cofradías de Córdoba no han tirado del carro

P: ¿A qué se puede deber eso?

R: Se debe a que la gente se queda en sus pedestales. “Nosotros somos las Angustias”… Y yo soy Rafael Zafra. ¿Y qué? Si te quedas así te conviertes en una estatua de sal, porque te conformas y la vida es evolutiva. El ser humano tiene que evolucionar. Yo lo veo así, porque tengo 73 años y tengo ganas de vivir. No me siento nada viejo. Hay que mirar para adelante, porque el día que lo haga para atrás me he muerto ya.

P: Miremos por un momento atrás y regresemos al presente. ¿Ha mejorado la Semana Santa de Córdoba?

R: Ha mejorado mucho. Lo que más ha cambiado es la popularización. Eso antes era desconocido y hoy a la gente le gustan las cofradías. Cuando lo veo siento una gran satisfacción, porque me empeñé en conseguirlo. Esto no podía ser de una elite o un coto privado de alguien. Había que llevárselo a todos. Esto es como el fútbol, si no tienes cantera es difícil que tengas futuro.

P: ¿Hay cantera en la actualidad?

R: Hay cantera, pero lo que me preocupa es que la anterior venía de ser anónima y de servicio. Hoy es otra cosa. Ves un ensayo de costaleros y va mucha gente ahí. Eso no es ser cofrade, es protagonismo. Sales y vas por la calle con tu costal, con todo el mundo mirando. Eso es lo que me da miedo. Va a haber cantera y futuro, pero creo que esa manera de ser, que está más por el protagonismo que por el servicio, a la larga, cuando empiecen a gobernar estas generaciones, va a traer problemas. Porque no hay una sólida formación cofrade en ese sentido.

P: ¿Qué haría falta para cambiar esa realidad?

R: La sociedad es así. Hoy a un tío le hacen una foto o sale en algún lado y es el más feliz del mundo…

P: Pero usted prohibió las mantillas y eso en aquel tiempo chocaría. Es decir, algo se podrá cambiar.

R: Claro que chocó. Las mantillas se prohibieron desde el Obispado, pero al siguiente presidente se la colaron las cofradías. La mujer de un hermano mayor salía de mantilla y tenía un cabreo importante y le decía a su marido que cómo iba a consentir eso, así que éste formó un follón en una asamblea general para darle la vuelta al asunto. En ese momento la presidencia le tenía que haber dicho: “Esto, como lo prohibió la Iglesia, no lo puedo cambiar”.

P: Hablaba de falta de cantera real y que en modo alguno es reflejo de la sociedad. ¿Se puede deber a la forma de actuar de la Iglesia?

R: Creo que tiene que ver en parte, porque las cofradías, al fin y al cabo, son independientes. A mí lo que me extraña es el apoyo que tienen ahora las cofradías de la jerarquía eclesiástica, que está volcada con ellas. Eso no lo he conocido nunca hasta estos últimos años. Cuando las hermandades decidimos ir a la Catedral en el primer Santo Entierro, les sentó fatal y exigieron pagar si se manchaba de cera, la seguridad del templo y la colocación de la rampa. ¿Por qué ahora no hay nada más que facilidades? Cuanto uno tiene una serie de años ya no se chupa el dedo.

Me extraña el apoyo que tienen ahora las cofradías de la jerarquía eclesiástica

P: ¿A qué cree que se debe ese cambio?

R: Se debe a que las cofradías todavía somos muy populares ante el pueblo y a lo mejor la Iglesia institucional no lo es tanto como lo fue en otras épocas.

P: ¿Podemos hablar de un lavado de imagen?

R: Efectivamente. Aunque si miramos al Vaticano actualmente creo que el papa Francisco es un regalo de Dios.

P: Cambiemos de tercio. Usted siempre defendió que la Carrera Oficial discurriera por el entorno de la Mezquita-Catedral. ¿Será posible algún día?

R: Creo que será posible, pero haciendo las cosas bien. Esto que va a pasar este año, y ojalá me equivoqué, lo veo como un paso atrás. Lo que se va a hacer por invitación del señor obispo y de la jerarquía eclesiástica es lo mismo que se hizo en los años setenta, por la política de aquellos tiempos, porque el turismo empezó a funcionar y a ser una buena fuente de ingresos en España en los sesenta. Antonio Cruz Conde pensó que no podía competir con Sevilla y Málaga en cofradías, pero sí con la Mezquita-Catedral. Entonces se llevó a todas las hermandades obligadas y aquello duró dos años. Cascaron unas cuantas cofradías, porque aquello no se hizo bien y ahora temo que ocurra lo mismo, porque estamos forzando. Estábamos haciendo las cosas bien: que fueran los que quisieran, que cada vez eran más. También tiene que haber una puerta y si no está, no se puede ir. Este año se ha forzado la situación y no lo entiendo. Vamos a ver si el resultado de esto, para las cofradías, no es el contrario al que se quiere provocar y es que a lo mejor no quieran ir a la Catedral.

P: Da la sensación de que se ha hecho todo a la carrera.

R: Claro. La prueba evidente es la Carrera Oficial. Un día es para arriba y otro para abajo. Yo lo que digo es que al palco podían haberle puesto unas ruedas para girarlo. Si eso no es improvisación, que venga Dios y lo vea.

P: Y sobre las diferentes polémicas en torno a la Mezquita-Catedral, como la del nombre o la de la propiedad, ¿qué me dice?

R: La del nombre es una polémica ficticia, provocada sin motivo alguno. En cuanto a la propiedad… Eso es un monumento de Córdoba y es propiedad de la Iglesia para que siga allí con sus cultos y sus historias, pero yo recuerdo que cuando estuvo Infantes Florido (obispo de Córdoba entre 1978 y 1996) hubo oraciones musulmanas allí. Yo no entiendo mucho esas polémicas, debajo de todo eso hay un trasfondo político y de poder.

P: ¿Cómo se acaba entonces con la sensación de conflicto continuo?

R: Todo en la vida se consigue cuando hay una predisposición de ambos lados al diálogo. Si no existe esa predisposición, cada uno se agarra a sus intereses. De todas maneras, la Iglesia del papa Francisco no creo yo que vaya mucho por la polémica. Pero aquí a la Iglesia le interesa la polémica, porque hay mucho obispo en España de la línea Rouco. Aunque van cambiando.

Aquí a la Iglesia le interesa la polémica, porque hay mucho obispo de la línea Rouco

P: Hay quienes no entienden al cofrade. ¿Cómo les explicaría lo que significa?

R: Si oyen o ven comportamientos de muchos dirigentes de cofradías, casi hay que darles la razón. Si se meten un poco más adentro quizá entiendan. En las cofradías lo único auténtico es el nazareno, pero el que viene el día de la salida, porque los que se ponen el capirote pero son de la junta de gobierno no son los más auténticos. En las cofradías tienes que buscar lo que le une al pueblo. Aunque luego está el entorno de las relaciones humanas y lo que sucede en la sociedad se refleja.

P: Por otro lado, ¿es posible entender la Semana Santa sólo como una manifestación cultural?

R: Claro que sí. Es posible entenderla sólo como una manifestación religiosa y sólo como cultural. Lo que pasa es que ninguna de las dos vertientes es auténtica. Nos enseñan que algo es blanco o negro, pero la vida se desarrolla en grises. Los religiosos te dirán que esto es sólo una manifestación religiosa, pero luego ellos no se comportan como tales, y otros dirán que es sólo cultural. No es así. Yo comparo mucho la Semana Santa con el toreo, porque me gusta mucho, aunque sé que no está de moda. ¿Qué es lo grande que tiene el toreo? Cuando ocurre algo y no lo puedes explicar con palabras, pues eso es lo que ves en las cofradías. Te transmiten y hay algo que se mueve en ti y no lo puedes explicar o no sabes.

P: ¿Cómo la vive usted? ¿Sigue saliendo de nazareno?

R: Sí, sí. Mi tío siguió saliendo hasta cerca de los ochenta años. Eso es una cosa que a mí me inspiró mucho. A mí me gusta observar en las procesiones los últimos tramos, porque están las manos en las que empiezas a ver las manchas (de la piel). Ahí hay veteranía.

P: Eso no se pierde nunca.

R: Hay que probarlo, si se sabe, porque ése es un momento importante y no cuando vas con una vara. Las horas que estás y no tienes nada qué hacer: o mirar a la gente o ver lo que pasa, no hay otra. Es la gran catequesis que nos queda por hacer para despertar una Semana Santa más profunda. Porque vivimos en una sociedad un poco hueca, con mucha forma pero poco fondo. Las cofradías tienen que transmitir qué es esto. En mi hermandad hay un grupo joven y resulta que hace un vídeo diciendo que hay que vestirse de nazareno, cuando salen todos de costaleros.

Vivimos en una sociedad un poco hueca, con mucha forma pero poco fondo

P: Ante todo esto, ¿cómo actúa un hermano veterano con esos jóvenes de la hermandad?

R: Ser cofrade es un oficio. Es necesario tener maestros que transmitan eso y explicárselo a las nuevas generaciones. La adolescencia es la época del protagonismo, es la época en la que te echas la novia y esas cosas. Y las cofradías no debemos aprovechar esto y sí indicar el camino. A mí me da mucho miedo que igual un día haya más costaleros que nazarenos. Nos ha salvado el abrirle las puertas a las mujeres, que salgan de nazarenas, porque a los chavales les ha dado nada más que por el costal y además si observas es una moda.

P: La puerta se la abrió usted a las mujeres. ¿Cómo puede ser que hubiera que esperar casi hasta los ochenta para que hubiera igualdad en ese sentido?

R: Eso va con la sociedad. (Ríe). Entonces fue cuando las mujeres empezaron a reivindicarse. Pero es que es lo normal.

P: ¿También para el ámbito del costal?

R: Si una mujer quiere y puede, por qué no.

P: En resumidas cuentas, ¿en qué estado se encuentran las hermandades cordobesas en la actualidad?

R: Las cofradías, de entrada, se entendían como un servicio. Y hoy mucha gente va a las tabernas cofrades, con los nenes allí bebiendo y se van de cofradías y se saben todas las marchas, pero eso de trabajar en lo que no te dan nada no se hace. La hermandad es trabajar limpiando, de secretario o de tesorero. Eso son horas que se han echado ahí y ese sacrificio en la sociedad, así como ser anónimo, no se lleva ahora. Por ejemplo, yo que lo soy, aquí se crea el título de Cofrade ejemplar y no lo entiendo. Ese título es para esos anónimos que han trabajado. Pero aquí nos lo dan a los que más figuramos. Dale un reconocimiento a este tío que se ha tirado 40 años en la hermandad y nadie lo ha mirado bien.

P: ¿Y si hablamos de Rafael Zafra? Ha sido hermano mayor de la Expiración, presidente de la Agrupación, pregonero y Cofrade ejemplar. Lo ha sido todo.

R: Yo digo que me falta ser candelabro de cola en un paso. He salido de costalero también, pero pocos años. Cuando se creó la primera cuadrilla, después, salí. Porque probando es cómo se conoce todo.

P: ¿Hubo algo que crea que le faltara por hacer?

R: Desgraciado es el que no tenga utopías en la vida. Yo tengo mi Semana Santa soñada y más que hubiera hecho por ver lo que quería, pero la Semana Santa de Córdoba va para delante. Le falta un poso de autenticidad, eso sí.

P: ¿Cuál es la Semana Santa de Córdoba para usted?

R: ¿Cómo lo explico? Porque eso me ha llegado a mí tarde. A los 25 o 30 años me dije: “Sí, yo soy hermano de la Expiración por mi tío, pero qué me despierta”. Y recordé una cosa que creo que es muy importante. En Expiración se da cuando Cristo le dice al Padre: “¿Por qué me has abandonado?”. ¿Y quién no se ha sentido abandonado alguna vez en la vida? Es hacer reflexionar al núcleo de la hermandad, formar a los cofrades en los valores del cristianismo, no en las reglas del catolicismo. Los valores del cristianismo son el amor, gratuito si es posible, la fraternidad, la solidaridad, el perdón. En el fondo, ayudar en lo más que se pueda al hombre que está crucificado, que vino a crear lo que se llama el Reino de Dios, que no es más que una sociedad justa, fraternal y equitativa.

Hay que formar a los cofrades en los valores del cristianismo, no en las reglas del catolicismo

P: ¿Qué ha sido lo mejor que ha vivido como cofrade?

R: En los momentos duros uno tiende a endurecerse y uno de los problemas del ser humano es que pierdas sensibilidad. Las cofradías me han ayudado siempre a estar abierto. Me han quedado también amigos, gente buena que he conocido. Y regular, porque te queda todo. Si tuviera que decir algo es que las cofradías me han ayudado a humanizarme. He conocido sacerdotes magníficos, que me han ayudado. Y personas. Pero todo lo bueno lo he visto en minoría.

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