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¿Puede convertirse una casa-patio en una cooperativa de viviendas?

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Marta Jiménez

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Proyecto Pax (Patios de la Axerquía) pretende “incentivar” un proceso de rehabilitación y reactivación de la Axerquía y el casco histórico en general con “procesos colaborativos”

¿Es compatible la casa-patio tradicional con los nuevos modos de habitar? ¿Sería posible regenerar el barrio mediante fórmulas colectivas de rehabilitar y convivir? ¿Qué modelos de gestión lo posibilitarían? Algunas de estas preguntas centraron ayer por la mañana tres debates paralelos en el patio de la calle Trueque, 4, en San Lorenzo. Unos debates protagonizados por la ciudadanía en los que emergieron asuntos como las cooperativas y las casas de alquiler, las viviendas vacías, la normativa, los restos arqueológicos, el turismo o la proyección romántica que tiene esta tipología de vida que fue tan dura años atrás y que aún lo sigue siendo en algunos casos de infravivienda.

La reflexión y posterior puesta en común forma parte del Proyecto Pax (Patios de la Axerquía), que lidera la arquitecta Gaia Redaelli frente a un grupo multidisciplinar formado por antropólogos, geólogos, arquitectos y urbanistas. Todos ellos con el apoyo de Vimcorsa pretenden “incentivar un proceso de rehabilitación y reactivación de la Axerquía y el casco histórico en general con procesos colaborativos”, explica la arquitecta. Para ello, se hace necesario revitalizar las barriadas y repoblar el centro histórico con la imprescindible participación de sus habitantes. Uno de los requisitos para el impulso de una regeneración global, en coherencia con las directrices europeas.

La creación de cooperativas de vivienda para jóvenes que se emancipan o para personas mayores autónomas, que buscan vivir en comunidad, compartiendo espacios comunes e implicándose en la vida del patio, es el objetivo de este proyecto. “Una alternativa a la vivienda en propiedad y a la vivienda en alquiler, que tiene como objetivo actuar sobre una zona importante de la ciudad que se ha despoblado por la burbuja inmobiliaria y que ahora mismo es objeto de especulación y gentrificación [población desplazada progresivamente por otra de mayor poder adquisitivo]”.

La Asociación Cultural Casa de la Vida, presente ayer en la jornada, ilustró la existencia de una demanda social para esta tipología de viviendas. La asociación reúne a 25 personas mayores a las que este proyecto les “seduce muchísimo”, según su presidenta, María Torralbo. “Somos personas que queremos autogestionar esa etapa de la vida, viviendo independientes pero en comunidad y, por qué no, teniendo más visibilización en la ciudad”, explica Torralbo, quien sueña con que en unos años exista una Casa de la Vida en cada barrio de Córdoba, “a la que puedan acceder todo tipo de personas”.

Para poner en marcha este proyecto, Redaelli afirma que ya existe “una alianza” con la Banca Ética y la Federación de Cooperativas, y que se están diseñando estrategias como la de que alguien pueda adquirir una de estas viviendas “y cederla en uso a otra persona que no solo tenga ganas de compartir el espacio, sino que tenga también un compromiso con el barrio y pueda tener funciones de interés solidario”. Los habitantes tendrían un compromiso con el cuidado de los patios para que estos no acaben “museificados o dedicados solo al turismo, sino que sean vividos por la cotidianidad de la gente. Sería un empoderamiento ciudadano para regenerar un casco histórico”, afirma Gaia Redaelli.

Otra de las posibilidades que existen para llevar a cabo este proyecto de economía social y solidaria es presentarse a la convocatoria europea Urban Innovative Actions, que busca proyectos novedosos que no se hayan hecho en otros lugares. Habría que presentar el proyecto europeo a finales de marzo, y si es concedido, tendría tres años de implementación. “La experiencia se podría reproducir en otros lugares, por ejemplo, del arco mediterráneo, siendo Córdoba la semilla”. La arquitecta asegura que sin la financiación europea, el proyecto también se pondrá en marcha “gracias al compromiso” de Banca Ética.

Proyecto Pax une dos realidades, la que ha demostrado cómo en las economías débiles la vivienda en propiedad se convierte en una carga que impide una vida más autónoma al ciudadano y la del modus vivendi en comunidad de nuestros padres y abuelos, que es a la vez seña de identidad de la ciudad.

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