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¿Un caso de homofobia en un acuartelamiento de Córdoba?

Un allegado del cabo primero condenado, leyendo la sentencia | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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Un cabo primero del Ejército, condenado a dos años y diez meses de prisión por abuso de autoridad, defiende que ha sido víctima de un complot por su condición de homosexual

El Tribunal Militar Territorial Segundo, constituido en Sevilla en junio de 2015, condenó a dos años y diez meses de prisión a un cabo primero de un acuartelamiento de Córdoba. El Tribunal lo consideró culpable de un delito consumado y continuado de abuso de autoridad “en la modalidad de trato degradante”. El cabo primero niega todas las acusaciones, afirmando que algunas de ellas le sitúan en el acuartelamiento cuando él, subraya, se encontraba de misión en el extranjero. La sentencia ha sido recurrida ante la sala de lo militar del Tribunal Supremo y se está a la espera de su respuesta.

El entorno del militar acusado defiende que todo ha sido un “complot” que ha aprovechado la condición de homosexual del condenado. Según reza la sentencia, en el juicio, el cabo primero, que es militar profesional desde 1986 y no tiene antecedentes en su expediente, señaló que todos en el acuartelamiento en el que trabaja saben que es homosexual y que nunca ha tenido problemas al respecto. Pero en su entorno familiar, su marido –con el que convive desde hace 25 años– asegura a este periódico que “siguen existiendo episodios concretos de homofobia en el Ejército y este es un caso en el que lo han aprovechado para hacerle daño”.

El caso parte de una denuncia presentada en abril del año pasado por un cabo que dijo haber estado sufriendo desde 2007 una serie de “proposiciones, expresiones, tocamientos e insinuaciones de índole sexual” por parte de su jefe inmediato, el cabo primero acusado. El acusado niega todos estos hechos.

Durante la instrucción del caso el cabo primero acusado lo negó y señaló que con el denunciante solo le ligaba una relación profesional. Al respecto, destacó en su declaración del 29 de abril que, cuando regresó de una misión en el extranjero, al denunciante se le responsabilizó de una falta de material del que se había quedado a cargo mientras el cabo primero se encontraba de misión. Asimismo, añadió ante el juez instructor que había oído que el denunciante había sido repatriado de otra misión en el extranjero “por problemas con el alcohol”, recoge el escrito de su declaración.

La defensa del acusado afirmó en la sala que el denunciante buscaba un interés económico. Según su tesis, perseguiría que su baja médica fuese reconocida como baja laboral y, tras un expediente de pérdida de aptitudes psicofísicas, dejar de pertenecer a las Fuerzas Armadas, cobrando así una pensión mayor. Este extremo es descartado en la sentencia, que se apoya en la conclusión de los peritos: el cuadro de ansiedad y depresión del denunciante coincide con los episodios de presuntos abusos de autoridad.

El juicio

El juicio se celebró durante cuatro días en los que desfilaron 20 testigos de la acusación particular y 21 de la defensa. Una larga lista de testimonios que por un lado ahondaban en una presunta actitud sexual desinhibida del acusado sobre el denunciante, e incluso sobre parte de sus subordinados, a los que se les insinuaba aprovechando la superioridad de su cargo. Pero solo la presunta víctima denunció los hechos en 2014. Nadie más.

La sentencia de culpabilidad se apoya, sobre todo, en la declaración de la propia víctima y de cinco compañeros (tres soldados, un cabo y un cabo primero de otra unidad). Todos ellos relatan episodios en los que el acusado espetaba frases al denunciante del tipo “tienes un culo muy bonito”, “enséñame la polla”, “quiero comerte la polla”, “tienes que salir del armario”.

En una ocasión, señala el escrito del tribunal militar, llegó a agarrarle el trasero al denunciante y le presionó psicológicamente, haciendo uso de su cargo, para que el denunciante le mostrase el pene. Otros testigos también indicaron que existía una obsesión del cabo primero por el denunciante y que éste se mostraba deprimido y estresado en su presencia. Este cuadro fue corroborado por los peritos médicos que testificaron.

Sin testigos directos

El acusado dijo que todo eso es mentira y que nada de eso ocurrió. Además, la defensa subrayó que, en relación al caso enjuiciado, prácticamente la totalidad de los testigos hacían referencia a hechos que les relató la víctima, sin ser testigos directos. El tribunal constata también que algunos de los testigos militares aportados por la acusación cambiaron su declaración inicial en la instrucción del caso –en la que no indicaban episodios de abusos– por su testifical en la vista, donde sí. “Uno de los testigos era un buen amigo nuestro”, afirma el marido del acusado, “al que su novia abandonó para irse con otra mujer. Creemos que eso pudo hacerle sentir animadversión hacia los gay y que por eso terminó declarando en contra”, aventura.

Los testigos de la defensa señalaron que no habían escuchado que nadie tuviese problemas en el acuartelamiento con el acusado. Algunos reconocieron que el cabo primero era propenso a gastar bromas de contenido sexual en el cuartel pero que era “en un ambiente distendido”. Otros negaron directamente que los hechos hubiesen ocurrido y afirmaron que el denunciante era “inestable”.

La sentencia del Tribunal se atiene a la demanda de la acusación particular que solicitaba la pena de dos años y 10 meses. El acusado se encuentra de baja por depresión y en tratamiento, mientras está a la espera del recurso presentado en el Tribunal Supremo.

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