Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Lee ahora las noticias de mañana

Os dije que íbamos a ascender y hemos ascendido

González saluda desde el balcón del Ayuntamiento a la afición | MADERO CUBERO

Paco Merino

0

Carlos González consiguió con la hazaña del Córdoba la homologación de su método en la gestión del club | El presidente blanquiverde vivió la hora feliz en su controvertido mandato

Nunca se le había escuchado decir en público que la permanencia era un objetivo para el Córdoba. Ni en las peores circunstancias. Aún con el equipo en situaciones deplorables, alejado en números y rendimiento de los mejores, González mantenía un discurso de ambición extrema que a algunos les sonaba chirriante o como una provocación obscena. En el primer año de su gestión, con Paco Jémez en el banquillo, todo le vino de cara. El Córdoba cayó en el primer cruce del play off de ascenso y el personal lo interpretó como un éxito mayúsculo. En cuarenta años no se había visto nada igual. En la segunda oportunidad lo pasó peor. Con Berges el asunto iba nada más que regular. Comparado con etapas anteriores, la campaña era de lujo. Pero para González no era suficiente. Le echó y trajo, escuchando consejos ajenos, al argentino Juan Eduardo Esnáider. Faltaban nueve jornadas y la meta era pelear por subir. Si dura el campeonato dos jornadas más, el Córdoba se va a pique.

“Me he equivocado”, admitió el empresario tinerfeño. Ésa es su dinámica. La meta es siempre la máxima, por más que la realidad ofrezca un aspecto descorazonador. Después, si no se consigue, se disculpa y pone en la calle a quien haga falta para empezar de nuevo. Le agarran por el cuello y le invitan, con mejores o peores formas, a bajar al terreno de lo tangible y a enfangarse en lo de siempre. Pero no lo hace. No van descaminados quienes sostienen que lo mejor de la etapa de Carlos González en la presidencia del Córdoba ha sido el cambio en la mentalidad del cordobesismo, aquejado de un victimismo atroz construido a través de décadas de frustraciones. “Me gusta que la afición sea exigente”, ha dicho en más de una ocasión, ufano por ver que su clientela se acerca a sus mismos gustos. El sueño de cualquiera que emprende un negocio. Si González pretendía montar en El Arcángel una empresa con corazón -un corazón duro-, lo ha conseguido. No le aclaman por las calles, en algunos sectores de la afición le apuntan permanentemente y no hay ningún busto en su honor. “Aún”, dirán sus defensores. Los datos están ahí: un play off, una permanencia “tranquila”... y un ascenso a Primera.

Hace exactamente un año, Carlos González volaba en dirección a Las Palmas acompañado del alcalde, José Antonio Nieto. “Es dificilisimo, pero veo al equipo en Primera”, decía en una charla informal con periodistas en pleno viaje, a muchos metros sobre el suelo. El Córdoba iba a las islas con un empate sin goles en la ida. Necesitaba marcar. En Las Palmas le aguardaba un auténtico infierno, con una ciudad volcada y enloquecida con los suyos. Unas horas después, el presidente contemplaba atónito el gol de Uli Dávila en el kafkiano desenlace de un partido histórico en Las Palmas. En las horas siguientes al partido batió de largo su récord personal de abrazos recibidos. Se le veía emocionado y sereno. “Ya os dije que íbamos a ascender y hemos ascendido”, repitió. No mentía. En Córdoba tenía ya preparada la mayor fiesta que se haya visto. Hubo más de 200.000 personas en las calles de la ciudad, que celebró con todo el exceso tipico. El salto a Primera homologó el estilo de gestión de González, que se reafirmó. “Lo hemos hecho bien”, insistió entonces con la inapelable lógica de los resultados.

Un año después, el Córdoba vuelve a estar en Segunda. El paso por Primera fue efímero y humillante, con números de sonrojo y sensaciones difícilmente tolerables. “El objetivo es llegar a la última jornada salvados”, pronosticó González. Fue la única vez que habló de permanencia, aunque sus genes triunfadores se dejaron sentir cuando auguró, al calor del éxito, que veía un futuro cordobesista en Europa. Ya no está el entrenador, ni el director deportivo, ni los asesores, ni los jugadores... El fracaso se los llevó a todos por delante. González sigue fiel a sus normas: pidió perdón, recompuso la estructura y lanzó su desafío. “Vamos a ser un equipo importante y el objetivo es volver a Primera”, dijo. Habrá quien crea que es un visionario o un charlatán. Pero desde que él llegó ocurren cosas en el Córdoba. Algunas muy buenas. De momento, se ha batido el récord de abonados en Segunda División con más de 12.000. El equipo ha descendido pero el club se ha salvado.

I | ¡Gracias, Uli Dávila! Contigo empezó todo

II | Oda a la sangre blanca y verde de los hermanos Cruz

III | 'Chapi' Ferrer, el poeta del utilitarismo

Etiquetas
stats