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Rubén Cuesta: “Si hablamos de cantera, el modelo que funciona es el del Séneca”

Ruben Cuesta junto a su padre Manolín Cuesta en un banquillo del Enrique Puga | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Aún es temprano, pero hace calor. El polvo del albero se levanta en pequeñas tormentas de arena provocadas por el movimiento de los trailers del circo, que han ocupado espacios en todas las zonas del campo y tapiado las porterías. El sueño erótico de cualquiera de esos entrenadores cuyo catecismo se resume en un mandamiento: “Mantendrás la puerta a cero sobre todas las cosas”. Los camiones ya empiezan a marcharse. La feria terminó. Aquí se quedan los de siempre. La temporada está culminando y a la instalación se le notan los golpes. La grada está descascarillada y al escudo del club, dibujado sobre una pared blanca entre los aseos y la caseta de los árbitros, parece que le falta una letra. En el bar, vacío, destaca un cartel promocionando el Campus de Alberto Toril. Es un niño del barrio que empezó a jugar allí y que terminó en el Real Madrid. Ahora es un entrenador que vuelve cada verano para inspirar y enseñar a otros chavales. El ciclo sin fin. Cuentos de fútbol. Estamos en el Enrique Puga, la república independiente del Séneca CF.

Detectamos presencia humana. “Perdone, ¿ha visto por aquí a Rubén? Hemos quedado con él para una entrevista”. La mujer está mirando la televisión en lo que podría ser la sala de estar de un domicilio cualquiera. Pero aquí se ven cajas de camisetas apiladas, balones, redes y otros trastos propios de oficio. “Mi hijo estará allí, en la oficina, con Manolo”, nos señala. Es Inés, madre del único español en las eliminatorias finales de la mítica Copa Libertadores de América y una referencia en el fútbol boliviano actual. Y Manolo, su marido, es el legendario Manolín Cuesta, máximo goleador de la historia del Córdoba CF y monarca absoluto, por derecho hereditario y cargo renovado sistemáticamente por aclamación popular, del imperio rojinegro del Séneca. Efectivamente, aparece por allí Rubén de la Cuesta Vera (Córdoba, 1981), pisando el mismo campo -ahora con césped artificial- en el que dejaron huella su abuelo Joaquín, su padre Manuel, él mismo y ahora su hijo Mauro, que pronto cumplirá tres años. Todo rezuma tradición. Como el pequeño cuarto en el que se desarrolla la conversación. Mobiliario modesto, que seguramente observaría con ojos golosos cualquier anticuario, y paredes que hablan de amor. De amor al fútbol, obviamente. Fotos de niños pateando la pelota, de formaciones que un día ganaron -en el Séneca es lo habitual- un título infantil, alevín o benjamín, recortes amarillentos de periódicos clavados con chinchetas... Rubén nos cuenta qué ha sido de su vida bajo un retrato de Manolín Cuesta, su padre, luciendo la camiseta de la selección española.

P. Pasaste por el Córdoba, el filial del Atlético y un montón de clubes de Segunda B. Ya eres un treintañero. Y ahora te proclamas campeón y te señalan como figura en Bolivia. ¿Esperabas un final así?

R. La verdad es que no. Cuando me proponen hace dos años poder ir a Bolivia yo iba con la ilusión de jugar un campeonato internacional, de tener una buena experiencia profesional, pero no de llegar nunca a donde llegué con el Universitario de Sucre, que es un club humilde pero que está haciendo las cosas muy bien en los últimos seis o siete años. Yo llevaba ilusión, pero he tenido la fortuna de hacerlo realidad.

P. ¿Cómo es el Universitario de Sucre?

R. Yo lo comparo mucho con el Rayo Vallecano, que es un equipo familiar, con una hinchada fiel y muy cercana. Es un club mediano, donde tuvieron en momentos anteriores problemas de pago, pero que se ha ido estabilizando y haciendo poco a poco las cosas muy bien. Es una entidad bien considerada.

A pesar de que se digan cosas de mi padre, que si es senequista, que no quiere al Córdoba... Eso es mentira, una especulación de alguna gente"

P. El fútbol allí tiene poco que ver con el que habías jugado hasta ahora.

R. Es diferente. En Sudamérica es muy distinto a Europa. Aquí prevalece más el aspecto táctico y allá se pone por encima lo individual. Allá se lleva más la anarquía, el talento del futbolista. Los partidos se abren más rápido porque son mucho de ida y vuelta. La gente se confunde cuando dice que allí hay más espacios porque es cierto que los hay, pero no es porque los equipos no presionen ni estén poco trabajados tácticamente. Simplemente es porque las características del jugador sudamericano son distintas. Hay muchas acciones individuales y se crean por eso más espacios. Tienes que tener un físico envidiable, porque si no eres capaz de aguantar el ritmo tienes problemas para soportar noventa minutos.

P. Antes de irte a América jugaste en la Balompédica Linense. Una transición curiosa.

R. Fue un cambio muy grande. ¿Que si tiene que ver Bolivia algo con la Segunda B? En absoluto. Nada que ver una cosa con la otra. Ni en ritmo, ni en la competición, ni la manera en que se juega. Es cierto que los primeros dos meses me costó mucho esa adaptación, pero poco a poco fui agarrando el estilo y entrando en la dinámica. El cuerpo técnico que teníamos entonces me dio mucha confianza para que eso pudiera suceder, porque me dieron partidos y tiempo. Al fin y al cabo, si uno es listo y sabe lo que tiene que hacer puede llegar a ese ritmo que se lleva allá. Afortunadamente lo conseguí, pero reconozco que me costó y no fue fácil.

P. Tu trayectoria profesional es un símbolo del fútbol moderno. Has luchado en clubes de segunda fila y pasaste por episodios difíciles.

R. Sí, uno siempre tiene momentos buenos y malos. Al fin y al cabo tienes que aprender de todo. Las circunstancias te hacen mejor futbolista y mejor persona, o al menos eso es lo que tienes que intentar. Verlo todo con positividad, tratar de entenderlo todo y seguir. No hay otra forma. Ésta es una profesión preciosa, pero tiene sus sombras también y no te puedes quedar en el camino porque todo sigue. Está claro que en todos los equipos en los que he pasado ha habido momentos para todo. Hubo temporadas que no fueron buenas en lo personal, incluso jugando. Siempre fui titular en todos los equipos, aunque hubo una temporada, en Guadalajara, la última, especialmente difícil. El entrenador, Carlos Terrazas, tomó la decisión de no contar conmigo. Yo tenía contrato en vigor. Y entonces pasó lo que suele pasar: hubo un choque entre el club, el entrenador y yo. Quise que se respetara mi contrato, ellos lo hicieron y jugué unos veinte partidos sobre cuarenta. Me perdí media temporada. Jugando se lleva mejor, pero como te digo siempre hay que pensar en lo positivo.

La verdad es que no me gusta tratar a los jóvenes como me trataban a mí. Muchas veces sí era una manera fea de meternos en una rueda"

P. ¿Has echado de menos el haber podido cuajar en el Córdoba CF?

R. Sí, es obvio. Uno siempre quiere estar cerca de su ciudad, sentir lo que siente el cordobesista, participar del sentimiento de esa afición que está tan involucrada con sus colores tanto en Segunda B, en Segunda como en Primera. Siempre defienden a su equipo donde esté. Eso es lo que he podido vivir hasta la edad que tengo. El que no quiere jugar en el equipo de su tierra es que no es cordobés. Yo lo siento así. A pesar de que se digan cosas de mi padre, que si es senequista, que no quiere al Córdoba... Eso es mentira, una especulación de alguna gente que no sabe la realidad de lo que sucede. Nosotros, y digo toda la familia, siempre queremos que el Córdoba esté lo más alto posible por el bien del club, de la ciudad y de la cantera cordobesa.

P. Llegaste a debutar en el primer equipo del Córdoba en Segunda. Fue algo efímero. Unos minutos en Sevilla, otro ratito en Leganés y, en medio, un único partido completo en El Arcángel. Fue contra el Lleida y ganasteis 3-0.

R. Me acuerdo del debut en el Pizjuán. Tenía 18 años, no había cumplido los 19. Fue un cambio muy brusco, porque de jugar en tierra en juveniles pasé al debut en Segunda. Había gente muy profesional. Antiguamente se manejaban los vestuarios de otra manera. El veterano imponía más su ley. La vara antigua, como se suele decir. Ahora soy yo el veterano y les hablo a los jóvenes sobre cosas del fútbol y de nuestra profesión. Pero creo que ahora somos muy buenos con los chavales jóvenes en comparación a cómo nos trataban a nosotros. La verdad es que a mí, personalmente, no me gusta tratar a los jóvenes como me trataban a mí. Muchas veces sí era una manera fea de meternos en una rueda que se podía hacer de otra manera. Hay que tener cuidado con los jóvenes, porque ahora se suben muy rápido y hay que tener control para que no suceda. Siempre hay que ser humilde. El fútbol no es solo lo que sucede en el campo, sino que hay que formarse en muchos aspectos más para mejorar como profesional. Eso lo ves más claro a medida que pasan los años, coges experiencia y te haces veterano. Intentas ayudar a los que vienen detrás explicándoles lo que has vivido.

A mí me costó mucho por ser hijo de Manolín Cuesta sobre todo cuando estuve en el Córdoba. A nivel nacional, no. Al revés"

P. ¿Tuviste que pagar un peaje por ser el hijo de Manolín Cuesta?

R. A mí me costó mucho sobre todo cuando estuve en el Córdoba. A nivel nacional, no. Al revés. Siempre se han acordado todos de mi padre, que ha sido una figura del fútbol y ha estado muchos años en Primera. Tiene mucho reconocimiento. Aquí también, pero siempre hay gente que habla cosas que no son. A nivel personal, incluso en el Séneca se me hizo difícil. Para poder jugar me he sentido en la obligación de demostrar más que los demás. Mi padre ha sido quien ha sido, pero eso no tuvo nada que ver para que yo entrara en el Córdoba. Para mí fue muy difícil. Estuve como cinco o seis meses jugando en el filial con Pepe Murcia, al que siempre la agradeceré la oportunidad que me dio, y no me hacían contrato. Siempre me ponían trabas y peros. Yo llevaba veinticinco partidos de titular en el filial, entrenaba asiduamente con el primer equipo, y no era fácil la situación.

P. ¿Qué recuerdas de tu salida? ¿Cómo te sentiste?

R. Se me ofreció renovar. Miguel Ángel Portugal, que era la persona que en esos momentos estaba al frente de lo deportivo en el Córdoba, me ofreció dos años de contrato con un aumento de dinero bueno. Pero yo consideraba que se podía repetir la historia y que lo iba a tener muy difícil. Yo quería por encima de todo jugar al fútbol, estar en el campo y ser protagonista. Uno es joven y quiere jugar sin pensar en otra cosa. Para mí el dinero no era la prioridad. De hecho, me fui a otro club cobrando menos. Yo quería crecer, seguir jugando. Yo pensé que tenía que evolucionar jugando y tomé esa decisión. Fue duro. Me fui a Écija, con 20 años, para jugar en Segunda B y coincidí con gente muy veterana que me enseñó mucho. Fui titular en ese equipo y me tenían entre algodones. Era el joven del equipo y me querían mucho. Me sirvió como una experiencia de fútbol y de vida muy importante.

P. También estuviste un par de años en el filial del Atlético de Madrid.

R. Fue increíble. Pepe Murcia fue el que apostó por mí para volver a llevarme al Atlético de Madrid. Ha sido mi padre futbolístico a nivel profesional, después de que muchos entrenadores me formaran en categorías base y a los que tengo mucho agradecimiento. Cuando nadie quería ponerme en el Córdoba, él me puso. Desde el filial pude vivir la grandeza de un club como el Atlético de Madrid.

Pepe Murcia ha sido mi padre futbolístico a nivel profesional, después de que muchos entrenadores me formaran en categorías base"

P. Luego llegan Zamora, Guadalajara, Lucena, La Línea... Todo en Segunda B, una categoría compleja.

R. En Zamora se hizo un proyecto muy interesante para subir a Segunda División, con jugadores de un nivel alto. Allí estaba Quini, que luego estuvo en el Alcorcón, Chando, Dani -el portero que está ahora en el Betis-, Aitor Sanz... Un equipo espectacular para la categoría. En Zamora, la gente que estaba alrededor no nos ayudó a que todo lo que se había planeado sucediera. Impusieron unas normas que en el fútbol moderno son difíciles de aceptar y nosotros, no sé si bien o mal, nos rebelamos contra eso y deportivamente se resintió el equipo. Íbamos primeros, pero luego no se consiguió. Con cosas que pasan en el fútbol y, como te digo, hay que aprender.

P. En Guadalajara tuviste tu etapa más larga.

R. Ahí creo que di mi mejor fútbol en Segunda B. Hice tres temporadas muy buenas y en la cuarta, con Carlos Terrazas, jugué menos pero conseguimos el ascenso y, obviamente, me sentí partícipe. Llevaba cuatro años trabajando para eso. Llegué a un club recién ascendido de Tercera, con muchas limitaciones, y fue una aventura muy bonita.

P. También pasaste por el Lucena. Eran buenos tiempos entonces allí. ¿Cómo has vivido la dramática temporada de este equipo, sus problemas económicos y su descenso?

R. Al Lucena entraron esta temporada dos personas que no debían haber entrado no en Lucena, sino en ningún club de España. Yo no tuve ningún tipo de problemas de pago cuando estaba la gestora. Al final, las consecuencias las paga una ciudad entera. Para mí lo que han hecho este año los jugadores del Lucena, tratando hasta el último momento de salvar la categoría a pesar de la situación que estaban sufriendo, me merece todo el respeto. Eso es más importante que conseguir un título internacional.

Marta, mi mujer, ha sido siempre mi apoyo en los once años que llevo con ella y más ahora, con esta experiencia en Bolivia. Ella es la culpable"

P. Y un buen día se te presenta la opción de Bolivia. Allí está Carlo 'Gato' Fernández, que fue portero del Córdoba. Tu suegro, Mariano Mansilla -ex jugador del Córdoba-, es agente de futbolistas y controla aquella zona. La conexión estaba hecha. ¿Qué te dijo tu padre?

R. Me dijo que andara, que me fuera y no me preocupara. Gracias a Dios me dio ese consejo. Siempre me ha alentado a emprender nuevos capítulos en el fútbol, que como él dice es la profesión más maravillosa que hay. Estamos obligados a disfrutar de ella, porque no dura para siempre. Son unos años que hay que vivirlos y yo me vi ante esa oportunidad y no la quise desaprovechar. Mi familia siempre ha estado al lado, pero la figura clave en todo esto es Marta, mi mujer, que ha sido siempre mi apoyo en los once años que llevo con ella y más ahora, con esta experiencia en Bolivia. Ella es la culpable de que yo pueda estar viviendo todo eso. Sin ella sería imposible.

P. Tienes ahí una ventaja. El fútbol y Marta Mansilla van de la mano. Forma parte de la saga de los Mansilla. Hasta ha cantado el himno del Córdoba CF en el estadio.

R. Ella, desde el primer momento, sabe cómo funciona esto. Su hermano Mariano ha estado trabajando siete u ocho años en el Córdoba como fisioterapeuta y osteópata. Mariano Mansilla, su padre, es un cordobesista como el que más. Empezó de recogepelotas y pasó por el club como jugador, secretario técnico, director general... Solo le ha faltado ser el presidente. Y de mi padre, qué te puedo decir. Es el máximo goleador de la historia del Córdoba. Ha jugado muchos años. Estuvo en Primera con el Español y volvió aquí para ayudar al Córdoba a salvarse. Mi mujer, imagínate... Sabe que tiene que convivir con esto y le gusta. Sin ella no hubiera sido posible que todo esto que estamos viviendo fuera realidad. Porque sin ella y sin mi hijo no me hubiera ido a Bolivia.

P. Es un tópico, pero la realidad no lo desmiente. Te tienes que ir fuera para que la gente que te vio desde pequeño te llegue a valorar.

R. Sí, pasa en muchos sitios, pero en ese sentido, en Córdoba estamos entre los punteros y no sé por qué. Ya lo he hablado muchas veces. La realidad es que desde hace muchos años, al jugador de la casa no se le da la oportunidad de hacer algo aquí. No lo digo porque a mí no se me haya dado. También recuerdo a Andrés Armada, a Curro Vacas... Te hablo de gente de mi quinta. Yo estaba con ellos y podían haber hecho más. Llevan muchos años así. En Córdoba hay una gran cantera, y no te digo sólo el Córdoba CF sino que te hablo también del Séneca, del Don Bosco, del Atlético Cordobés... Hay muchos equipos que trabajan muy bien y el Córdoba, como primer representante de la ciudad, debería salir beneficiado de eso. Pero por lo que sea no lo hace y desde muchos años atrás. Habría que entrar profundamente en esto.

Creo que el modelo de cantera, habiendo estado el Córdoba en Primera, incluso estando en Segunda, tenía que tenerlo hecho ya"

P. Entramos en el eterno y espinoso debate. Séneca y Córdoba. ¿Una relación imposible?

R. A ver, la conexión tiene que existir por las dos partes. Yo veo una persona aquí que trabaja veinticuatro horas al día, duerme lo justo para llevar a todos los niños adelante, tiene a su alrededor a personas que son fieles a lo que él piensa y hace. Tiene que haber una relación entre las dos partes. Nosotros no hemos querido nunca ser más ni mejor que el Córdoba. Simplemente trabajamos para que los chicos se eduquen, trabajen, disfruten con el fútbol y se preparen para la vida. Y si alguno llega a ser futbolista, fenomenal. Así llevamos muchos años. Por suerte, y a día de hoy, tengo que decir y lo digo claro que el Séneca está por encima del Córdoba en la formación de futbolistas. Tenemos más futbolistas que ellos en Primera, en Segunda y en Segunda B. No es que cerremos el Puga y aquí no entra nadie. Al contrario, esto tiene las puertas abiertas. La realidad es que hay que ponerse de acuerdo en algo que beneficie a las dos partes y de lo que salga, a su vez, beneficiado el fútbol cordobés.

P. El modelo Séneca. Tú eres un producto suyo.

R. Si hablamos de cantera, el modelo que funciona es el del Séneca. Está más que demostrado. Tenemos unos métodos, una filosofía, y la llevamos a cabo por encima de todo. Creo que el modelo de cantera, habiendo estado el Córdoba en Primera, incluso estando en Segunda, tenía que tenerlo hecho ya. Pero no hay continuidad ni un plan claro. Unos años la trabajan bien, otros no... Yo escuché incluso hace dos o tres años que querían quitar la cantera y ahora que quieren ponerla como base. Hay cosas que no concuerdan. No es que nosotros no queremos relación con ellos, es que son ellos los que no llevan una dinámica clara ni una línea de trabajo como sí tenemos nosotros.

P. Supongo que será muy distinto un club que tenga que trabajar para un primer equipo profesional que otro que sólo se preocupe por formar futbolistas que terminan cuando acaban la edad juvenil.

R. Sí, es cierto. Está claro que este año, con el ascenso, todos los niños querían irse al Córdoba. Pero a nosotros no nos modifica eso. Nosotros llevamos una línea y una constancia. Hay años mejores y peores, pero tenemos que seguir trabajando a nuestra manera.

P. Entiendo que te alegraste del ascenso del Córdoba. ¿Cómo lo recuerdas?

R. Justo estaba viajando a Bolivia. Bajé del avión, miré el teléfono y lo vi. Luego me pasaron los vídeos de la gente, Las Tendillas... Yo nunca viví al Córdoba en Primera. Todo lo que sé es lo que me había contado mi padre. Yo he visto algún vídeo de él, pero no se distingue mucho. Y también sé lo que me cuenta Mariano Mansilla. Me alegré muchísimo. Es el club de mi ciudad. Ojalá se pongan las bases para poder subir de nuevo en el menor espacio de tiempo.

Las circunstancias te hacen mejor futbolista y mejor persona, o al menos eso es lo que tienes que intentar. Verlo todo con positividad"

P. Formas parte de una generación de futbolistas que se forjaron en Córdoba sin tener como referencia un club en la elite. ¿Cómo se lleva eso de saber que tu padre jugó en Primera y ni siquiera haberlo visto?

R. Es una sensación rara. Vemos la historia del Córdoba y nosotros nunca podíamos hablar de eso. Escuchaba a la gente, veía imágenes del estadio antiguo con la gente montada en los focos... Este año no he podido estar en el estadio, pero sí por suerte en Sudamérica he visto partidos que han retransmitido en Bolivia y ves el ambiente en el estadio... Es impresionante. El partido contra el Real Madrid lo retransmitieron y se hizo muy buen partido. También vi el del Atlético de Madrid y, por supuesto, siempre siguiendo los resultados y lo que estaba haciendo.

P. Mauro, tu hijo, sí que ha visto a su padre campeón.

R. Desde que tenía un año y pico estaba jugando. A mí me gusta. Yo no le fuerzo a nada, pero es que no hace falta. El va a agarrar el camino que quiera, pero me gustaría que siguiera nuestros pasos. Como mi abuelo, mi padre y yo.

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