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'Calorro' Ramos: “Yo boxeo porque alguien me dijo que no podría hacerlo”

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Paco Merino

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Con una camiseta de Muhammad Ali, enclaustrado entre las desgastadas paredes de un gimnasio del popular barrio del Parque Figueroa, Nacho Ramos persigue algo que sólo él sabe. Es un boxeador que no puede competir. No en España, donde la Federación no considera oficiales los combates entre personas discapacitadas. “¿Por qué no puedo hacerlo? ¿No hago yo el mismo esfuerzo que los demás? ¿No me levanto temprano, me sacrifico, entreno y sufro como los otros?”, se pregunta, con rabia, un joven de 28 años que un buen día decidió que su camino lo iba a escribir con guantes en las manos. “¿Me ayudas a quitármelos?”, me dice después de terminar una sesión de dos horas de entrenamiento no aptas para remilgados. Después se marcha al vestuario acompañado de su amigo Juan, casi un hermano para él, que le ayudará a vestirse. “Como los toreros”, bromea un tipo de casi dos metros que se ha convertido en inseparable de Nacho “Calorro” Ramos, al que todos miran con veneración. Es un símbolo, aunque él ni lo sabe ni lo quiere saber. Con una discapacidad superior al 80 por ciento, se ha empeñado en ser boxeador. Ya lo es. Pero quiere demostrarlo aquí, en su casa. Su lucha, que relata con una sonrisa y salpicando su discurso de chascarrillos, es conmovedora. Al nacer le diagnosticaron una enfermedad catalogada como rara, la artogriposis degenerativa, que debilita los músculos y las articulaciones hasta la atrofia. “Pero mi cabeza piensa bien”, recalca mientras repasa los mensajes en su móvil, apagado durante la preparación. “Las mujeres, que me tienen loco”, dice jocosamente. Saluda a todos. Es un líder. El retrato perfecto del héroe de barrio.

Lo que quiero supongo que es lo mismo que cualquier boxeador. Quiero ser el mejor en mi categoría"

Nacho ha nacido para ir contracorriente. Es un boxeador que no mueve los brazos, un madridista que nació en Barcelona, un joven que superó la etapa de los excesos y que ha domado sus instintos con una vida espartana. Se levanta temprano para venir desde la localidad de Valenzuela, donde vive con su familia, hasta la residencia de Fepamic (Federación Provincial de Asociaciones de Minusválidos Físicos y Orgánicos de Córdoba), el lugar en el que tiene su cuartel principal. Allí, con su monitor deportivo Ramón Bustos, y también con sus colegas del gimnasio Extremo, espera con impaciencia a que llegue el mes de Mayo. Y no por la Feria -que seguramente también-, sino porque es el único mes en el que puede cumplir su desafío de competir. Lo hace en Francia, donde el boxeo para discapacitados es oficial. Se desplaza a Perigueux buscando el dinero de aquí y de allá, sin apenas ayuda, y allí sale “a pelear contra quien haga falta”. Ha ido ya dos veces. En 2015 será la tercera. Si se ha propuesto hacerlo, lo hará. Calorro no acostumbra a rendirse. En el gimnasio no deja de sudar mientras escucha las órdenes, con la voz quebrada, de Gregorio Pérez “El Aspirina”. Anda con gripe, sin fuerzas ni ganas. “Pero aquí estoy”, dice el entrenador demostrando el espíritu indomable y un punto masoquista de los boxeadores, que encuentran un raro placer en el sufrimiento.

PREGUNTA. ¿Cómo es un día a día de Nacho Ramos?

RESPUESTA. Me levanto a las seis y media de la mañana. Salgo de mi casa y me vengo en el autobús de Fepamic para Córdoba. Eso de lunes a viernes. Tres días entreno en el gimnasio de Figueroa y los otros dos con mi terapeuta y fisioterapeuta, haciendo musculación y ejercicios en la Unidad de Día de Fepamic. Todavía no le estoy dando fuerte porque no tengo competición hasta mayo, pero entre unas cosas y otras le dedico un par de horas diarias.

P.  ¿Qué quieres conseguir con todo esto?

R. Hombre, supongo que lo mismo que cualquier boxeador. Quiero ser el mejor en mi categoría. A mí esto me ha dado la vida.

P.  ¿Por qué el boxeo y no otro deporte?

R. Porque es el deporte con el que me identifico. Tiene mucho sacrificio, es muy sufrido. Y como desde pequeño he estado siempre con médicos, rehabilitaciones, lo considero como algo más que un deporte. Para mí es un símbolo y una manera de vivir.

P.  Se dice que para ser boxeador hay que haber sufrido. En tu caso se cumple.

R. Es así. Me ha ayudado tanto física como psicológicamente. Te cambia el chip de la cabeza.

P.  Te gusta también el fútbol. Eres un habitual en El Arcángel...

R. Sí, me gusta. Soy del Real Madrid y del Córdoba.

El boxeo es el deporte con el que me identifico. Desde pequeño he estado siempre con médicos, rehabilitaciones..."

P.  ¿Pero no te criaste en Barcelona?

R. ¿Y eso que tiene que ver? ¿Qué pasa? Yo soy del Madrid. Había un sitio debajo de mi casa, el Bar Alhambra, donde eran muy aficionados del Madrid y ahí estaba yo. De pequeño tenía un poquito de vena culé, pero a los diez añillos o por ahí ya supe lo que era el fútbol y me quedo con el Real Madrid.

P.  ¿Qué recuerdas de tu infancia?

R. Siempre de médicos. Y la escuela también. Yo me veía un chico normal. Luego, de adolescente, pues ya me eché mis amigos. Me gustaba la fiesta, me hice un poquito más bala perdida. Yo no tenía horarios, no miraba lo que comía, bebía de todo... Ahora de vez en cuando me tomo una cervecita, pero nada de lo de antes.

P. ¿Te has domesticado a ti mismo con el boxeo'

R. Sí, sí. Así ha sido. Me ha cambiado. De vez en cuando lío alguna de las mías, me sale la vena de calorro...

P.  Ése es tu nombre artístico como boxeador. ¿De dónde viene?

R.Me lo pusieron cuando estaba trabajando en el mercadillo, todo el día cantando con los gitanillos. Me decían “calorro” y con eso me quedé. Aquí lo llevo puesto [enseña un tatuaje en el antebrazo] y también en los guantes de boxeo. Soy Nacho “Calorro” Ramos.

P.  Has convertido tu cuerpo en un aliado en vez de en un obstáculo.

R. Hay un dicho que dice: Un boxeador no necesita un cuerpo perfecto, yo tengo el cuerpo perfecto para un boxeador. Y otro dice que no importan las cualidades que te haya dado el Señor, sino cómo las usas. Lamentarse no vale para nada. Hay que aprender a luchar.

Hay muchos puristas del boxeo que no quieren que nosotros salgamos a hacerlo. Dicen que sería un circo. ¿Pero eso por qué?"

P. Pero no es fácil eso. Ver la salida donde otros ven el muro.

R. Siempre hay alguna vía de escape. Si no puedo por un lado, me tiro por otro. Pero siempre llegamos al punto que queremos.

P.  Cada año, a Francia. ¿Cómo vives este éxodo obligado?

R. Allí la Federación Francesa tiene estipulados como oficiales los combates de boxeo para discapacitados. Hacen galas mixtas. En el torneo que llevo peleando dos años consecutivos están trabajando desde hace seis y es el más importante del mundo de boxeo para personas con discapacidad. Eso surge a través de un amigo que me lo contó. Empecé a buscar información y decidí competir. Empecé a entrenar con 76 kilos y ahora estoy en 54.

P.  ¿Qué recuerdas de tu participación?

R. Mi categoría todavía no estaba bien asemejada en el primer año que fui, pero en este último ya estaba más cercano en el peso con mi rival. La primera vez tuvo como contrincante a un muchacho que pesaba veinte kilos más que yo y además su única discapacidad es que le faltaba una pierna. Las manos las tenía bien. O sea que... Muy complicado. Yo llegué allí y dije que peleaba con el que fuera porque yo había ido a Francia a pelear.

P.  Esa historia está en un cortometraje.

R. Sí, tenemos una película que se llama “Nacho Calorro. No fight, no life”. Sin lucha no hay vida. Esa es la firma que pongo yo siempre.

[Nacho Calorro 'No fight, no life’ es la primera experiencia en el mundo del cine de Emilio Sánchez Zaballos, que ejerció como director, guionista, cámara, editor y productor de un cortometraje rodado en Valenzuela, Córdoba capital y Perigueux (Francia), en el que se relata la historia de superación de Nacho y su afán por romper barreras]

P.  Tu vida es de película.

R. A mí me gustó la idea. Mucha gente se volcó conmigo. Empecé a meterme en las redes sociales a partir de aquella experiencia y veo a mucha gente que me sigue, que me preguntan cómo me va. Veo que puedo ser un ejemplo para muchos y eso me da orgullo.

Hay un promotor que dice: "Mientras haya pobres, habrá boxeo". Este es el deporte de los pobres, de los marginales..."

P.  ¿Eres el primer discapacitado español que boxea?

R. El primero en competir de una manera oficial, sí. No ha habido ninguno antes. Conozco a chicos que están entrenando y se están interesando, a ver si alguno puede venir. Sería bueno que salieran más.

P.  ¿Cuál es el principal obstáculo para competir en España?

R. La Federación. Podría hacer lo mismo que en Francia. Eso es viable cien por cien. Sólo tienes que coger las normas que tienen allí y trasplantarlas a España. Igual que hay baloncesto en silla de ruedas, atletismo o fútbol sala para ciegos... Hay muchos puristas del boxeo que no quieren que nosotros salgamos a hacerlo. Dicen que sería un circo. ¿Pero eso por qué? ¿Es que no tengo yo el mismo derecho que los demás a prácticar el deporte que me gusta? Yo me levanto temprano cada día, lucho y me esfuerzo en los entrenamientos. Me entrego a diario. ¿Por qué luego no puedo competir? Yo invito al que quiera a que eche una semana conmigo de entrenamiento y que vea lo que hago.

P.  ¿Habría demanda de chavales que quisieran boxear?

R. Por supuestísimo que sí. Yo estoy en contacto con chicos discapacitados de Barcelona, de Canarias, de Madrid... Todos están interesadísimos, pero lo que es financiarse un viaje a Francia no puede todo el mundo. En el viaje de este año nos gastamos 2.250 euros, pagados a través de una donación anónima que me dio 1.000 euros. Todo ha sido con patrocinadores privados que he conseguido yo. No hay ninguna federación que te ayude en los gastos, porque yo de alguna manera voy representando a España, ¿sabes? En Francia era el único español y salí a pelear con mi bandera de España.

P.  ¿Qué papel ha jugado tu familia en tu carrera en el boxeo?

R. Mi familia me ha apoyado siempre. Quizás fueron mis amigos los que más se sorprendieron con mi decisión de dedicarme al boxeo. Algunos me decían: 'Pero hombre, tu así ¿cómo vas a bóxear? No se podían creer lo que quería hacer y algunos no confiaban nada en que pudiera lograrlo, pero ¿sabes que pasa? Pues que todo eso a mi me motivaba. Yo les decía: '¿Que no? Pues ahora vais a ver'.

Hay mucha gente que se lamenta por tonterías, pero se quedan ahí y no hacen nada para cambiar las cosas"

P.  Esto tiene un punto de locura. Dicen que los porteros de fútbol están locos. ¿Y los boxeadores como están?

R. Pues no te creas. Hay de todo. El boxeo lo que pasa es que se mira el ahora de las personas. El boxeo ha cogido a gente que estaba en la calle y la ha sacado. Hay un promotor que dice: “Mientras haya pobres, habrá boxeo”. Este es el deporte de los pobres, de los marginales... Pero lo que no ven es cómo estaba esa persona antes de hacer boxeo. Mira, por ejemplo, a Mike Tyson. Antes de entrar en el boxeo estaba metido en centros de menores. El trabajo de reinserción es fantástico. En Sevilla está haciendo una labor de reinserción fenomenal Antonio “El Bigotes”, que precisamente han hecho una película sobre él, que se llama “Tres minutos”, que es lo que dura un asalto. La gente ve el ahora, no ve el antes.

P.  El boxeo puede hacer mejores personas.

R. Cien por cien que sí.

P.  En tu web dices: “La gente no aprecia lo que tiene”

R. Me refiero sobre todo al físico. Hay mucha gente que se lamenta por tonterías. Dicen: “Estoy gordo”. Sufren por eso, pero se quedan ahí lamentándose y no hacen nada para cambiar las cosas. Yo qué sé. No tienen ganas de trabajar, de lograr cosas, teniendo un cuerpo que si lo trabajaran podía ser perfecto. Me refiero a que no aprecian eso. Mira cómo estoy yo. Lucho cada día por mejorar en todo lo que puedo. Luego ves a otros que sin tener ninguna dificultad están luego todo el día quejándose. Yo con eso no puedo. Yo soy de los que no se quejan. Yo estoy en el gimnasio y si me duele algo, pues me aguanto y ya al final me pondré hielo o lo que sea.

P.  ¿Cuántas peleas te has imaginado?

R. Muchísimas. Ten en cuenta que en España no he podido hacer ninguna. He hecho exhibiciones y poco más. Imagínate aquí en Córdoba, con el montón de veladas que se hacen. Yo veo a compañeros míos en el gimnasio y que se van a pelear. Yo me muero de envidia porque estoy entrenando por hacer lo mismo. Hasta que llegue mayo del año que viene, cuando vaya a Francia, no voy a poder hacerlo. Cuando llegue allí me encontraré con muchachos que van a pelear conmigo llevando ya treinta combates hechos antes del campeonato. Yo voy a pelo, con entrenamientos y con lo que guanteo en el gimnasio.

P.  Eso es una desventaja enorme.

R. Pues sí, porque no es lo mismo pelear delante de un público que en el gimnasio con gente que conoce. Pero como no nos dejan hacer interclubes ni nada...

Yo estoy aquí gracias a que me han dicho: "Tú esto no lo puedes hacer"

P.  Hace unos días recogiste un premio del Instituto Andaluz de la Juventud. ¿Te sientes un ejemplo para otros?

R. Pues ya me lo dicen muchas veces y no sé cómo decirte. Yo me siento igual de siempre, como si no hiciera nada. A través de mi representante, que me aconsejó, empecé a entrar en las redes sociales con Twitter, Instagram... Veo que la gente se interesa por mí, que tengo seguidores y me apoyan. Yo me alegro, porque si esto le puede servir a alguien para darle ganas de luchar en la vida, estupendo.

P.  Tu historia personal es bastante inspiradora.

R. A mí me motiva saber que puedo motivar a otros. Me da responsabilidad, porque sé que mucha gente me ve y les quiero dar el mejor ejemplo. Pero, a ver, yo soy joven y me gusta de vez en cuando... Tienes que dar una imagen y controlar un poco. Sobre todo soy un luchador. No hay nada fácil en la vida.

Hay mucha gente que trata a los discapacitados físicos como si fueran niños y yo creo que no debe ser así"

P.  ¿Tienes alguna ayuda para practicar el boxeo?

R. Ahora mismo no. Empezaremos a buscarla para ir a Francia. Intentaremos buscar una marca para ropa, la equipación... Es que el viaje nada más son 1.200 euros y yo con la pensión que tengo, pues no me llega. Yo he ido las otras veces con ayuda privada, porque no tenemos tampoco ningún tipo de beca. Aparte, piensa que tengo que pagar el gimnasio, la ropa, las rodilleras, tobilleras...

P. ¿Qué haces aparte del boxeo?

R. Ahora estoy estudiando un poquillo, ¿sabes? Un curso de Dietética y Nutrición. Quiero en un futuro ser entrenador personal y dar yo clases de boxeo. Como me gusta tanto este deporte, me gustaría poder seguir vinculado.

P.  ¿Alguna vez has sentido el deseo de dejarlo?

R. Todo el mundo no te puede apoyar. Hay gente que está en contra de que yo boxee. No ven bien bien el que boxeen discapacitados.

P. ¿Pero a ti te lo han dicho?

R. Pues sí que me lo han llegado a decir. Que no lo ven bien, que no sé qué... Algunos han cambiado de opinión, otros te pintan una sonrisa por delante pero por detrás no te quieren ver en esto. Pero a ver, es lo que hay. A mí estos son los que más me motivan. Soy muy cabezón. Yo estoy aquí gracias a que me han dicho: “Tú esto no lo puedes hacer”. De niño me decían que no podía correr. Y yo corría por mis huevos. Me decían que no podía montar en bicicleta, pues ahí estaba yo. Y mi abuelo, que ha sido el que siempre me ha apoyado, me daba una bicicleta.

P.  Tu abuelo es para ti alguien especial.

R. Fue la primera persona que me trató de manera igual a mis primos ya todo el mundo. Llegaba a su huerto y me ponía a cavar, a clavar clavos en madera... No me tenía quieto y arrinconado en un sitio diciéndome 'ten cuidado, no te caigas'. Que eso es lo típico, ¿no? Una persona con discapacidad, de chico no suele oír más cosas que ésas. Que tenga cuidado, que no se mueva mucho, que se siente y no se mueva. Mi abuelo me hacía correr, me montaba en la bicicleta. Yo siento que él ha sido el que me ha hecho un luchador.

P.  Cuando te repiten constantemente que no hagas nada, acabas haciéndote más dependiente.

R. Así es, claro. Hay mucha gente que trata a los discapacitados físicos como si fueran niños y yo creo que no debe ser así. Yo conozco a gente que igual tienen treinta años y una discapacidad física y no han madurado, son como niños precisamente por el trato que han tenido de su propia familia. Ojo, que lo hacen con toda la buena intención, pero desde mi punto de vista, que estoy dentro de esto y lo vivo, creo que no es bueno tratarlos así. Eso no le hace ningún bien a nadie. Somos iguales. Yo, porque tenga este cuerpo... Mi cabeza piensa igual que la de los demás. Yo reconozco que mi madre lo ha tenido que pasar mal conmigo, porque también tuve mi época peor, pero gracias a Dios ahora estamos aquí.

Algunos me decían: 'Pero hombre, tú así ¿cómo vas a bóxear? No se podían creer lo que quería hacer y algunos no confiaban nada"

P. ¿Un combate de boxeo es una lección de vida?

R. El boxeo es un deporte de inteligentes. Tienes que pegar sin que te peguen a ti. Se trata de puntuar. Para mí, un combate es inteligencia pura. Saber esquivar, contrarrestar lo que te tiren... Esto no tiene nada que ver con las peleas callejeras. Es para mí un arte.

P.  ¿Puedes ser un ganador aún habiendo perdido un combate?

R. ¡Por supuesto! Yo en Francia perdí combates, pero me sentí satisfecho por lo que hice. El boxeo da muchas lecciones.

P.  ¿Qué relación tienes con el resto de los boxeadores?

R. Me llevo muy bien con todos los de aquí, con boxeadores de Francia, con Wilfredo Vázquez Jr., que está en Puerto Rico, con Kiko Martínez... Muchos grandes boxeadores me han dado su apoyo y por este motivo yo me siento mal, porque en la Federación nos dan la espalda. Ahora han puesto el boxeo júnior, para los niños, pero no quieren acordarse del boxeo para los discapacitados.

P.  ¿Hay alguna plataforma, algún organismo, que os apoye en esta reivindicación?

R. Yo me veo solo. Estamos solos. Hablas con la Federación, con unos y con otros, pero no se da el paso adelante. Lo raro es que en Francia puedas y que en España no. Ahora estamos en trato con los franceses para que hablen con la Federación Española para poder competir en nuestro país. Si dijeras que estoy yo sólo... Cada vez salen más discapacitados a los que les gusta este deporte y quieren dedicarse a él en serio.

P.  ¿Cómo te ves dentro de diez años?

R. Más viejo. No lo sé. Yo vivo el hoy y no sé lo que vendrá en el futuro. De aquí a diez años, espero a tener mi mujer y mis niños. Estar trabajando. Tengo muchas ganas de hacer cosas.

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