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La psicología clínica en España

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Isabel Galindo

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Hoy hago un parón para contaros la situación de la psicología clínica en España. Considero que es un tema que no solo afecta a los profesionales, ya que al final se ve reflejado en la calidad de la salud de los ciudadanos.

El sábado pasado se realizó la prueba de acceso PIR ( Psicólogo Interno Residente), que sería equivalente al MIR para los médicos. Consiste en unas oposiciones para lograr una plaza y ser formado durante cuatro años en un hospital público español. Con esto, resumiendo, se forma a un psicólogo y se le habilita para que pueda trabajar dentro del ámbito público.

Este año han sido 128 plazas (cada año va bajando) para 4103 opositores, creo que las cifras hablan por sí mismas. En Córdoba, por ejemplo, se oferta UNA única plaza. Si a esto le sumamos que no es un temario cerrado y es casi inabarcable, el hecho de conseguir una plaza se convierte, prácticamente, en una utopía.

Pues ya que parece que el ámbito público está difícil, ¿lo intentamos por lo privado? Gracias a una ley reciente, los profesionales que hayan terminado sus estudios unos años atrás, deberán estar en posesión de un master para poder ejercer como Psicólogo General Sanitario (que no tiene exactamente las mismas competencias que un Psicólogo Clínico). Este master, de dos años, cuesta mucho dinero, y debido a la gran demanda, resulta muy difícil conseguir una plaza para realizarlo.

El hecho de tener que hacer un master implica que aquellos estudiantes que no tengan la capacidad económica, lo tengan muy difícil para poder ejercer dentro de la psicología clínica.

¿En qué se traduce esto y cómo afecta a la ciudadanía? Pues en citas de mes en mes en la Seguridad Social (con mucha suerte y dependiendo de la gravedad del caso igual puede ser cada 15 días) y terapia de menos de una hora. En mi opinión, insuficiente, tanto para el profesional como para el paciente. La terapia requiere continuidad, por no hablar de la necesidad de establecer lo que se denomina una “alianza terapéutica” psicólogo-paciente, donde se aporte comodidad y confianza para que ésta fluya, y que puede verse desfavorecida por poco tiempo de terapia y mucha distancia entre sesión y sesión.

En el ámbito privado los precios a menudo veces resultan muy elevados, lo que implica que muchas personas no se lo puedan “permitir”.

Todo esto hace que muchas personas vivan día a día con malestar psicológico, que parece que resulta menos dañino que un problema físico pero no lo es. Como psicóloga opino que gozar de una buena salud mental es la base para mantener una buena salud física.

En la actualidad los tabúes relacionados con ir al psicólogo parece que están desapareciendo, aunque por desgracia todavía hay gente que se lo piensa dos veces antes de acudir. Todos nos hemos encontrado situaciones en la vida que no sabemos gestionar y necesitamos ayuda de un profesional. Igual que nadie se plantea no ir al médico cuando tiene un fuerte dolor en el pecho, si hay algo que está causando malestar y alguien puede ayudarte, ¿por qué no hacerlo, no?.

En varias investigaciones que he realizado sobre el síndrome de burnout (quemazón laboral) se concluye que la mayoría de las bajas laborales se producen por problemas psicológicos (ansiedad y depresión). El hecho de cuidar nuestra salud mental es una manera de prevenirlo.

La demanda de asistencia psicológica cada vez aumenta en la sociedad, pero la presencia de psicólogos en el ámbito público es menor. Hasta donde llega mi lógica, esto no tiene sentido. Poder acudir a un psicólogo no puede resultar un “lujo”, es una necesidad.

Por ello, lanzo un mensaje a políticos y diferentes autoridades, (que muy probablemente hayan aparcado sus agendas hoy para leer mi post): ¡No hay salud, sin salud mental!. Por favor, más dinero destinado a la salud mental, y menos rescates a bancos, viajes y comilonas.

¡Nos leemos la próxima semana!

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