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Sospechosa su actuación, Infanta Cristina (y no solo por los pelos...)

Tony Sanmatías

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Hace un par de semanas, después de conocer el fallo favorable hacia la Infanta Cristina (a la vez que la vergonzosa impuesta a su marido), en las redes sociales se ha comentado mucho sobre imagen en la portada de la revista El Jueves, que hace alusión, de forma punzante ( a la vez que están rodeados de una rejas, que esta olvidadiza señora tendrá que ir de todas todas a la cárcel (al ser condenado a ella su marido, el “señor” Urdangarin, por lo que todos sabemos), aunque solamente la llevara por el hecho del vis a vis que legalmente le pertenecen tener una vez cada mes. En la referida portada puede verse a la Infanta de cuclillas mientras, riéndose y consintiendo, está mirando a Cuenca, y Urdangarin, arrodillado, se la place a gusto cayéndole una lagrimilla -que entiendo pudiera ser por pensar que “aunque le pese estar en la cárcel, se la continuará metiendo doblada a la Infanta por donde mejor le convenga, sin enterarse ella”metiendo dobladasin enterarse ella. Irónico, ¿verdad?

Y aquí viene lo anecdótico posterior: resulta que la revista, según se ha dicho, fue denunciada y secuestrada al mismo tiempo por los actores condenados ¿y por la Casa Real?  (Algo vano, pues ya se había vendido la mayoría de la edición) uniéndose unos comentarios jocosos de los internautas en las redes sociales imputándoselas a las mujeres de los creativos de la revista El Jueves. Dicen así: “Nosotras para nada nos hemos enterado”.  Sarcástico lo de los internautas, ¿no es cierto?

Al margen de bromas, díteles y diretes, en este juicio se esconden muchas cuestiones por las que estamos cabreados la inmensa cantidad de españoles, sean de mayor o menor rango social o económico. A todos nos parece una farsa entre comediantes, tanto por parte de los condenados como por la justicia impartida por los jueces y el fiscal del caso, a quienes al parecer, presuntamente podrían habérsele olvidados, punto por punto, su deberes más esenciales del caso en general. ¿Cómo vamos a respetar a la justicia y a sus impartidores con tales condenas? Y no es solamente en este caso, sino por cuantos otros aquellos en los que a una persona se le condena a dos años de cárcel por utilizar una tarjeta de crédito costeándose –por estar en paro y sin recursos- escasos cien euros para comprar pañales y comida para su hijo. O en aquellos otros muchos en los que por robar un salchichón en un supermercado –o algo de similar cuantía- los encarcelan sin más. ¡¡Y tantos otros en los últimos tiempos!! Son, por ejemplo, en determinados desahucios… o como en los recientes casos que apalean en las calles a gente que se manifieste defendiendo derechos, a los que le cierran la boca bajo cien candados, por ser auténticos demócratas  y legalmente reivindicativas en sus manifestaciones, mientras se la juegan ante una policía obediente, “disciplinada” a tope. Por supuesto que no dejo al margen aquellos añadidos de los políticos corruptos, que son cientos, los cuales, en su inmensa mayoría se van de rositas, de la misma manera que ha sucedido con Bankia y otros entidades de igual calaña en las delictivas acciones de sus directivos (Rato y sus secuaces), mientras a los españolitos nos quedan ganas de vomitar, de sublevarnos contra la justicia que, malamente y a su favor, les imparten los jueces más permisibles, esos mismos que son parciales –u olvidadizos- en “determinados” casos.

Está claro aquello verbalizado por un juez del Tribunal Supremo: “La justicia está hecha para los robagallinas”. Es decir, para los pobres. Y así me lo creo, de igual manera que se lo creen la inmensa mayoría de españolitos.

¿Respetar y acatar a la justicia? ¿Nos respeta y lo acata ella por medio de algunos de sus jueces y fiscales? Pienso que la justicia está bien y que es digna de respetar, de estar bien impartida en todos los casos, dentro de lo que cabe, ya que está sujeta –o al menos al respecto de robos, saqueos y purulencias- a leyes más antiguas que una nana, a lo que se atienen aún determinados jueces, sin ver que no pueden ser aplicadas actualmente por razones obvias. Y no me refiero en aquellos que solamente se atienen a doble vara de medir, que ya es el colmo de la injusticia, ni aquellos otros que se todavía se “despistan” por las lagunas existentes en esas leyes arcaicas, hoy en día vigentes, ¡¡que aún se aplicaban después de más de cien años de entrar en vigor y que para nada son aplicables a una sociedad completamente distinta a la nuestra!! ¡¡Que las cambien, coño, que las cambien y en paz!!

Si los jueces que han juzgado a tanto y tanto chorizo que nos ha robado, que son incontables y hasta me pierdo al contarlos, les obligaran a restituir lo mangado, sin restar un solo euro, no solamente estarían obrando con ejemplaridad y justamente, sino que, para su buen ver y ser bien juzgados (bueno, opinados) por todos, España estaría gozando de una sociedad basada , ese mismo que se ha perdido en buena medida, muy en contra de por cuanto y durante años y años lucharon nuestros padres para obtenerla. Y contra viento y marea, por si fuera poco.

Por este motivo –y por los anteriores- me tengo que sublevar contra la ignominia, lo nefasto, lo pésimamente realizado, contra todo aquello que nos ha hecho retroceder, tal como me lo ha hecho sentir el juicio contra la Infanta Cristina y su esposo (¿juicio o tener juicio se le llama a esto?), al que sobrándole de todo (hasta títulos reales), ha caído, mirar por donde, en el robo en contra de su propia patria y de quienes nos lo hemos currado trabajando duro y a diario y pagándole a Hacienda nuestros tributos religiosamente. ¿Será España su finca particular campando a su antojo, mientras nos joden a los demás con esas raterías que perjudican al resto de españoles. Bueno, a unos más y a otros menos, según la “clase de español se sea.

Acataré, por imposición imparcial y absolutamente subjetiva, la condena impuesta a quienes creíamos eran onerosos, recatados, ejemplares, sin serlo en modo alguno. Porque, ¿cómo es que la Infanta no se enterara de las perrerías económicas que le estaba haciendo su marido? ¿Alguien se puede creer que no estaba al tanto de ello? ¿Pero si hasta la más tonta de las mujeres se da cuenta que vivían muy por encima de sus sueldos? Es más, hasta la Casa Real –según he oído y visto por las teles- ya le dio a ambos un toque de atención para que frenaran en sus libertinajes dinerarios. ¿Tampoco se enteraron de ello? ¡¡Pues hay que estar sordos!! ¡¡Más, mucho más que Beethoven y cien mil sordos juntos!!

Le recordaré a la Infanta Cristina, algo que me sorprendió al verlo publicado en La Razón por el periodista Rivera, a tenor de una documentación filtrada de Hacienda, lo que también es comentado en internet por un tal Fincher en la misma fecha, el 29 de mayo de 2.014:

Así se las gasta la Infanta: 288 euros en Llongueras, además de 890 euros en zapatos Mascaró y 5.000 en el Liceo Francés (por hijo)

Los bancos han enviado al juez los extractos de los movimientos bancarios de las cuentas de Urdangarin y la infanta Cristina. Esos movimientos destapan qué nivel de gastos personales mantuvo durante años el matrimonio. La pareja gasta más de 10.000 euros al mes en colegios, club de tenis y facturas de luz y agua y la hija del Rey destina 288 euros a la semana a gastos de peluquería en Llongueras. Este tren de vida es el que llevó a Iñaki Urdangarin y a su esposa a necesitar fondos adicionales que extrajeron de Aizoon, según Hacienda.

Ello quiere decir que usted, “señora” Infanta Cristina, estaba al tanto de los gastos familiares, de todos ellos. ¡¡Ande…, ande, ande. ¡¡Váyase a engañar a tontos del todo!! Que a nosotros, no nos la cuela.

¡¡¡Y aquí va la bomba!! Después de tanto sufrimiento al que ha estado “sometida” la Infanta Cristina por su esposo, sin enterarse, sin constarle para nada ¿cómo es que aún se ha separado de él? Si yo fuera mujer y tales acciones me las hace mi marido traicioneramente, tanto en mi contra, como en la de mi honor, en los hijos de ambos y en el de mi familia (sobre todo al ser de la más alta alcurnia)… ¡¡inmediatamente me separo de él!! Ipso facto, vamos. De igual manera que obraría cualquier esposa que se sintiera escupida, mancillada, desolada, rota, manchada por todos lados, además de presuntamente menospreciada machistamente. Sí, machistamente. ¿No fue él quien impuso y el responsable de todo ello a espadas de su mujer?

Esta acción de separarse la hubiera ennoblecido, además de darle cierta credibilidad ante todos. Y muy por encima de su propio apellido, el de Borbón, amén de otros que no sé ni de donde han salido. Contrariamente, al no separarse por tantos y dañinos motivos hacia usted y el resto nombrado de su entorno directo, es lo que la delata a usted (mejor sería tratarte de tú) de estar al corriente de todo o, al menos, en una buena proporción.

¿Dónde está ahora la bravura heredada de aquellos  españoles que lucharon contra los franceses en la Guerra de la Independencia?

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