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Las “L. Casei Immunitas” no existen: son los padres

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Vanesa Cortés

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¿Qué yogur compro? 

¿Cuál es más saludable? 

¿Debería guiarme en mi compra por mi estado de salud ósea o mi nivel de colesterol en sangre o por el estado de mis defensas?

Comprar un yogur se ha convertido en una auténtica aventura. Hay algunos pasillos de los supermercados –de longitud similar a una  pasarela de moda- donde te encuentras una  miscelánea de lo más diversa: desde yogures que tienen propiedades “terapéuticas” hasta otros que bajo el sustantivo “yogur” encierran ingentes cantidades de azúcar y chucherías.

Esta gran variedad tiene su historia particular. Todo comenzó cuando lanzaron por primera vez un botecito con probióticos muy beneficiosos para tu sistema inmune que contenían una bacteria inventada denominada “L. Casei Inmunitas”.“L. Casei Inmunitas”  Este nombre tuvo que ser descartado por publicidad engañosa pero no desapareció el producto, sino que surgieron campañas publicitarias en las cuales te recomendaban tomarte un botecito por las mañanas y ponerte una bufanda enorme y bien apretadita al cuello porque así tus defensas iban a estar fuertes.

Posteriormente, la industria ha ido creando yogures con propiedades medicinales y terapéuticas entre los que se encuentran los que fortalecen tus huesos; otros que controlan y bajan tu colesterol e incluso, y aunque no sea un yogur, existen margarinas compuestas por grasas vegetales que son milagrosas (esta es buena, es para llorar); yogures bifidus para reforzar tu flora y tu fauna; yogures bajos en grasas; yogures enriquecidos con vitaminas y minerales; y  como colofón “tu primer yogur”, adaptado a la población infantil y que sin embargo contiene azúcares añadidos, lo que es muy difícil de entender.

Evidentemente, y como no puede ser de otra forma, aquí hay gato encerrado y no es otro que las ansias de vender de la industria. Por ejemplo, si tienes colesterol o los triglicéridos altos, lo primero que debes hacer es ponerte en manos de un especialista y corregir tu alimentación, realizar ejercicio físico y dejar de comer productos industriales y harinas refinadas.

Tus defensas no se van a convertir en gladiadores si a la misma vez que te tomas el virtuoso botecito te zampas unas tostadas de pan de molde con margarina y mermelada, comes fritos y productos procesados, no pruebas la fruta y la verdura y no realizas ningún tipo de deporte.

Y tampoco tus niños necesitan su primer yogur enriquecido con azúcares y almidones. En tal caso, y a partir del primer año de edad, yogur natural sin azúcar; ya está.

Y un dato interesante, baratos lo que se dice baratos no lo son.

Si realizamos un compendio de lo hablado hasta ahora llegamos a una conclusión rápida y veloz: para corregir patologías relacionadas con la alimentación, lo mejor es acudir a profesionales de la nutrición, realizar ejercicio físico (aparte de caminar a ritmo rápido), tomar el solecito para que no tengamos carencia de vitamina D y acudir más al mercado y menos al supermercado.

Y… entonces… ¿qué yogur compro? Pues aunque suene simple: yogur natural sin azúcar, que tienen fermentos lácticos ya que sin ellos no tendríamos yogur y si nos gustan saborizados, la mejor solución es triturarle o trocearle unas fresas, un plátano, una pera…. Estos yogures son los más económicos sin duda. También podemos condimentarlos con canela, frutos secos y utilizarlos como base de salsas en vez de la leche ideal o la nata. Existen además, yogures de leche de cabra, de soja, griegos sin azúcares y kéfir que sí ayuda a nuestra probiota intestinal. Esta es sin duda la mejor opción.

“Cada ser humano es el autor de su propia vida o enfermedad”. Buda.“Cada ser humano es el autor de su propia vida o enfermedad”. 

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