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“¡Zanahoria no, filete si...!” El nacimiento de un rebelde.

Juana Guerrero

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La otra noche, durante la cena, me sorprendió mi criatura cuando, con los puños a ambos lados del plato comenzó a golpear la mesa a la vez que acompañaba el gesto con un “¡zanahoria no, filete si. Zanahoria no, filete si!”. ¡Montó un conato de manifestación en el comedor!. Yo no daba crédito a lo que veía, aunque por dentro me sentí orgullosísima de que mi criatura hubiera sacado la vena materna reivindicativa. Luego me tuve que reír, pero discretamente, de la gesta de este minirevolucionario de dos años. La risa cesó en cuanto caí en que ese el principio de una larga lucha de poderes: mamá/papá vs mi pequeño del alma. No será fácil la victoria, porque ya conoce bien lo de divide y vencerás, y creo que el padre corresponsable está a punto de cambiarse de bando....¡Por dios!, si esto es por unas zanahorias, ¿que no me montará en la adolescencia si no le dejo ponerse un piercing en la lengua?. ¿Se encadenará a la puerta del practicante?.

En fin…que yo primero procedí, como hacen los que están al otro lado de las manifestaciones, haciendo oídos sordos. Pero cuando vi que apenas quedaba filete y que las zanahorias seguían intactas, reaccioné como el Gobierno ante la Huelga por la Reforma Laboral: “¿no te gusta?, pues te la comes y punto. Eso es lo que hay o te quedas sin cenar”. Menos mal que aún es pequeño para que replicara con un “lo llaman democracia y no lo es…” (aunque ya lo tararea). Al final, se pueden imaginar quién acabó comiéndose las zanahorias…YO, me las comí yo... Ojalá todos los movimientos de protesta fueran tan victoriosos como los que protagonizan estos pequeños bolcheviques, consiguen lo que quieren: que quieren algo y no se lo das pues te hacen una tumbada (es la versión infantil de la sentada) en mitad de la calle y ante el bochorno acabas cediendo a lo que pida. Que estás hablando por teléfono y no le haces caso, pues te monta una cacerolada sirviéndose él mismo con el menaje de la cocina, o una pitada con la trompeta que tú misma le has comprado para frenar otra rabieta anterior. Acabas colgando, tú o el interlocutor porque no aguanta el ritmo trotamúsico de tu hogar. Vamos..., que con semejante saber hacer se junta con tres más de la guardería y me monta una marea antimaternalistamarea antimaternalista. Y no se dónde lo habrá escuchado, pero la criatura se cree capaz de todo, aunque le adviertas de que con ciertas cosas no podrá, él te lanza rapidito un “¡Si, se puede¡”.

Y es que ir de manifestaciones es más común ya que ir de procesiones (y eso que en Córdoba no falta un santo en la calle últimamente) y claro, las criaturitas se contagian de ese espíritu reivindicativo y lo cuestionan todo. Afortunadamente las manifestaciones están ya más animadas que las cabalgatas de los Reyes Magos de los últimos años. Las han dotado de cierto matiz lúdico, porque el carácter serio de la reivindicación no disminuye con la alegría de la protesta,  y la verdad es que creo que pueden ser tan divertidas para los pequeños que pronto aparecerán en las guías de ocio infantil. Así por ejemplo, se agradece el momento batucada, los disfraces de algunas personas, los carteles de colores,…y los cánticos…eso hace mucho. Incluso en algunas se han repartido globos, pegatinas,…Así es que aunque no sepas de que va la protesta, te sumas al jolgorio. Aunque luego corres el riesgo de que la criatura se te rebele en casa y acabe siendo una pequeña revolucionaria y tú una dictadora doméstica que se jacta de decir aquello de “¡porque lo digo yo¡”, frase a la que no hay progenitor que se resista, a la que le seguirá una protesta: “eso no es justo”, que acabarás rematando en contra de todos tus principios democráticos con un “¿no es justo?, ¿no es justo?, ¡ni falta que hace…¡”.

En cualquier caso, sea por el movimiento reivindicativo o no, entran en una fase absolutamente nihilista en la que cada frase incluye un NO. “no me gusta el yogur de fresa. No me gusta esa camiseta…no me gustas Tú¡”. (Esto último duele...). Pues espero que tampoco le guste la idea de tener hermanitos…Y te desafían constantemente, bien con la protesta, la simple palabra o el puchero. Y miren… a la protesta o el grito puedes hacerle frente con autoridad, pero al puchero..., ¡¿Cómo resistirse a ese labio inferior sobresaliente que oculta al superior, bajo unos orificios nasales abiertos de par en par dando paso a una respiración entrecortada?¡. Yo ahí me pierdo…y pierdo cualquier posibilidad de ganar la negociación, sobre todo si al borde del lacrimal hay una gotita de pena (fingida, pero pena) que no termina de caer . Y él lo sabe…y lo usa de comodín cuando la situación siente que se le escapa.

¡Las criaturitas si que saben negociar¡, a estas les dejaba yo en sus manos los convenios colectivos. No cesan en sus posturas...¡qué obstinación¡ y se mantienen impertérritas ante cualquier petición que les hagas usando sus propios métodos, vamos... que les pones tú a ellas un puchero para que te dejen dormir, comer, o hacer una llamada y se ríen en tu cara…se ve que hay que perfeccionar el gesto compungido.

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