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¿Asco o susto?

Juana Guerrero

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Madres y padres corresponsables, como no teníamos bastante con rompernos la cabeza buscando, en “los chinos”,  para nuestras criaturas un disfraz original, barato y poco inflamable para las fiestas tradicionales locales, ahora se pone de moda la fiesta de jalogüín (que no se sabe ni como se escribe), y no vean con qué despliegue de medios. Y aquí que en el Día de los Muertos,  lo único excepcional era ir al cementerio, ahora se convierte en un carnaval tétrico, que ya me contarán la gracia que tiene como fiesta infantil…

Pasamos el tiempo controlando los contenidos audiovisuales y realidades que supuestamente pueden herir la sensibilidad de un churumbel, tratando de que su vida sea superflowepower y luego nos dejamos llevar por la magia de una calabaza con rasgos faciales triangulares, y disfrazamos a pequeños y pequeñas criaturas de zombis con el cráneo abierto por un hachazo del que sale sangre y sesos a borbotones. No se yo si este tipo de cosas son mentalmente saludables. ¡Uff, si hasta yo me quedo impresionada…!, pero del asco, no del susto. Que podrían decir eso cuando llaman a tu puerta "¿asco o susto?". Asco, niño…mucho asco…y en América esto tendrá su gracia, pero no me hagas abrir la puerta a las diez de la noche, porque a estas horas tus ojeras maquilladas no superan a las mías naturales y lo mismo ¡el susto te lo llevas tú¡, sobre todo si al llamar al timbre alteras el sueño ligero de mi pequeño del alma.

¿Se trata de aterrorizar a las criaturas?, pues no hace falta tanta performance ni ser tan estéticamente desagradable, con llevarlas al lugar de los horrores por excelencia para ellas tienen bastante. ¿Cuál?, pues la PELUQUERÍA. No hay churumbel que ante la amenaza de un corte de pelo no entre en cólera como si fuese a ser pelado por Eduardo Manos Tijeras o como si en lugar de una maquinilla de afeitar lo intervinieran con una sierra mecánica. Es increíble…criaturas encantadoras se convierten en bestias incontroladas, tanto que el mayor temor, ante la falta de sedación y de material de sujeción autorizados, es acabar con las tijeras insertadas en la sien, como marca la tendencia a lo jalogüín.

Una Mu´Mala Madre, como sabe que ir a la peluquería es un sofocón para la criatura (y para una…, incluso para el personal de la pelu), ¿qué hace?, pues si…dejar el pelo crecer y crecer…pero claro llega un momento que hay que cortar por lo sano, literalmente. Yo que soy una madre muy instruida en temas de crianza y que siempre consulto a las mejores fuentes para saber cómo actuar ante una novedad (esto es una ironía, por si no ha quedado claro...), intenté recurrir para esta ocasión de la peluquería a mi aliado, a la única persona que mi churumbel contempla como referente conductual: ¿su padre corresponsable?, no CAILLOU. Si, Caillou, gracias a su apoyo mi retoño perdió el miedo a la playa, disfruta del baño, se sienta en su sillita en el coche de mamá, se deja oscultar e incluso vacunar por la pediatra…todo simplemente porque lo hace Caillou. Pero miren que mala suerte..., Caillou es calvo, ¡ni un pelo tiene…!, asi que el capítulo de “Caillou va a la peluquería” no existe, de momento, porque pueden hacer todavía un  “Caillou se hace un implante” y abordar este tema que realmente reviste de gran importancia. Desgraciadamente Peppa Pig, que también es líder de opinión en casa, carece de masa capilar igualmente. El único que cuenta con una gran cabellera es el Rey León y no estaba el pobre personaje con su culebrón para preocuparse de estilismos.

Una vez tomada la decisión de cortarle el pelo a la criaturita hay que hacerlo en un sitio de confianza y en un horario en el que no haya nadie, básicamente por mantener cierta dignidad, porque para mantener quieto al churumbel hay que hacer todas las chorradas que se te ocurran, de lo más humillante se lo digo…, desde carantoñas, a cantar secador en mano o meterte las pinzas en las fosas nasales…lo que sea para minimizar el número de trasquilones y de heridas sangrantes. La verdad es que no fue para tanto, para lo que yo he llegado a ver y oir que vivo frente a una peluquería. Que ha habido ocasiones que he estado a punto de llamar a la Policía Nacional ante semejante escándalo. Se ve que haberlo llevado a un sitio que se llama “Corta y Cambia” transforma los espíritus, aunque sólo momentáneamente, porque al rato ya estaba como siempre pero más lustroso.

Es tan difícil cortar el pelo a un peque que hay peluquerías especializadas que parecen más bien un salón de juegos. No se yo si eso servirá para que las criaturitas le pierdan el miedo a la peluquería o para que se lo cojan a los recreativos.

 

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