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En el super...

Juana Guerrero

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Allá por los noventa, había un concurso en televisión, Supermarket, en el que los concursantes iban a toda velocidad llenando de productos el carro de la compra. Pues bien, como uno de esos concursantes acelerados me siento yo cada vez que voy de compras con mi criatura: recorro a toda velocidad los pasillos, con la lista en la boca voy seleccionando los productos y tras aprovechar alguna ofertilla, intento abandonar cuanto antes el supermercado, porque cuanto mayor sea el tiempo que pase un retoño allí dentro mayor es la probabilidad de que la líe parda.

Como el supermercado es visto por los pequeños como un parque de atracciones, el primer encontronazo, con el guarda de seguridad, lo tienes en la puerta automática de la entrada, cuya apertura es una especie de truco de magia para el peque, y creyéndose David Copperfield se acerca y se aleja del sensor provocando una y otra vez la apertura y cierre de las puertas. Ahí ya obtienes la primera tarjeta amarilla, porque donde tú ves simplemente una experimentación temprana de los conceptos causa-efecto, Seguridad ve una fuga energética y un niño que le va a dar la tarde.

Una vez dentro, hay que conseguir que acceda a ir subido al carro. ¡Qué buena idea lo de incorporar a los carros un asiento! Se le debió ocurrir a algún tendero o tendera que estaba harto de limpiar los desperfectos fruto de alocadas carreras infantiles. Era lo del asiento o una camisa de fuerza, la cuestión era tener un elemento de control sobre el torbellino y que dejara de molestar. Pero...¿Por qué van sentados en sentido contrario a la marcha?, ¿para desorientarlos?. Sea como fuere, ahí duran sentados lo que tardan en pasar dos números en charcutería. Por cierto, en la charcutería, ¿por qué suele haber siempre algún churumbel glotón que marca sus deditos pringosos en las vitrinas, y que grita ¡quiero chopped, quiero chopped¡?. Al final acaban dándole una lonchita, para sonrojo de la madre o padre corresponsable, quien por cierto es quien acaba comiéndose el chopped de forma disimulada, después del ¡No gusta! de la criaturita.

Como el supermercado tenga pescadería ya es el no va más, lo viven como una visita al Acuario, viendo tantos peces y al marisco fresco en movimiento. Mi criaturita no entiende porqué siempre que vamos están durmiendo…No he sido capaz aún de explicarle que…ya saben…que están... si, en una siesta eterna. Un trauma cuando se entere de que nos los comemos, se lo digo... A ver si viendo Buscando a Nemo resolvemos esto.

Cuando se va de compras con la criaturita  hay que armarse de paciencia, autocontrol y de mucho dinero. Si, de dinero, porque aunque vayas a lista cerrada y con ánimo de controlar el gasto, la criaturita quiere que le compres de todo. En el supermercado esta todo diseñado para que tú compres sin parar (olores, colores, sonidos, iluminación,...), pero son los churumbeles la presa más fácil de la compra compulsiva, y en consecuencia TÚ, que con tal de que no te monte el numerito de pataletas y llanto haciendo en el suelo la croqueta, transiges como si poseyeras una tarjeta Black. Y por eso no prohíben la entrada de los niños a los supermercados a pesar de su comportamiento, ¡porque aumentan las ventas!.

En la caja, una vez que has conseguido que deje de montar en el palo de la fregona como si fuera un caballito, te das cuenta de que te ha ido llenando el carro de cosas al azar: “no, esa crema anticelulítica no es mía. No, ese  pack de lubricante y preservativos de sabores tampoco,…”. ¡M“no, esa crema anticelulítica no es mía. No, ese  pack de lubricante y preservativos de sabores tampoco,…”.enuda vergüenza!, que digo yo que ya podrían poner ALGUNAS cosas a cierta altura o venderlas en establecimientos más discretos.

En cualquier caso, la fiesta no acaba hasta que no has pasado el arco de seguridad, porque hay pequeños cleptómanos que aprovechan cualquier descuido para avergonzarte ya del todo cuando pita la alarma. Y una a lo Ana Mato: “no se nada, no me he dado cuenta de nada...”, si esta no vio un Porsche en su garaje ¿por qué iba a ver yo un ambientador en forma de patito en su bolsillo?.

Yo tengo un truquillo, si el supermercado es grande, perderlo a posta para así poder hacer la compra con tranquilidad y disfrutar de esa musiquilla tan animada que ponen para estimular el consumo. Cuando te llamen desde megafonía haces oídos sordos. Luego con pasar a recogerlo alterada con un “¡me has dado un susto de muerte!” tienes bastante.

EL RINCÓN DE LAS MU´MALAS MADRES OPTIMISTAS

Durante una semana ha vomitado unas 20 veces. Que vomite es algo habitual aunque sumamente desagradable y que llevo fatal. Pero esta vez estoy contenta porque han sido tantas las veces que el pobre ya ha aprendido a hacerlo en el wáter. ¡Otra prueba superada!

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