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La opresión al pueblo saharaui

David Val

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Hace cinco días, 24 saharauis fueron injustamente condenados por un Tribunal Militar marroquí por los hechos acaecidos en 2010 en el campamento Gdeim Izik. España, como siempre, miró para otro lado

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El 10 de octubre de 2010, más de 20.000 saharauis levantaron el campamento más grande de su historia en territorio ocupado marroquí. A escasos 15 kilómetros de El Aauin, la capital “por derecho” de la República Árabe Saharaui Democrática, pero ocupada por Marruecos, se alzaron miles de jaimas con un único objetivo: gritar la libertad del Sahara. Acababa de nacer Gdeim Izik, el campamento de la resistencia saharaui.

Desde el primer día, el ejército marroquí rodeó el campamento y hostigó a los saharauis dificultando la entrada de agua y alimentos al improvisado fortín. El 24 de octubre se produjo el primer enfrentamiento. Un vehículo que intentaba acceder al campamento es reducido a tiros por los marroquíes. Un niño de 14 años muere en el acto. Dos décadas después, el ejército marroquí acababa de romper el alto el fuego que tenía firmado con el Frente Polisario. La situación se recrudecía por momentos.

El bloqueo informativo era total. Los periodistas no podían entrar al campamento y la presión del ejército, la gendarmería y la policía marroquí era cada vez más angustiosa. Mientras tanto, y a pesar del hostigamiento, en el campamento se respiraba libertad. Nunca antes tantos saharauis habían estado juntos en el territorio ocupado. La poca comida se repartía de forma equitativa, igual ocurría con el agua. Solidaridad y libertad a raudales. No eran más que miles de civiles que reclamaban una tierra, unos derechos, un trabajo y una vivienda. Unos civiles que protestaban por las detenciones, los secuestros, las desapariciones, los destierros y la exclusión a la que el ejército marroquí sometía constantemente a su pueblo. No eran más que miles de personas unidas para protestar por las políticas de empobrecimiento, hambruna y marginación a la que el Reino de Marruecos subyugaba al pueblo saharaui.

Pero Marruecos no estaba dispuesto a tolerar lo que calificaba como una “rebelión y una ofensa”. Por eso, el 8 de noviembre de 2010, de madrugada, se adentró en el campamento destruyendo todo a su paso. “Proteged a los niños”, gritaban aterrados los saharauis. Piedras contra armas de fuego, gases lacrimógenos y agua a presión. El campamento resistió poco. Unas cuantas horas después de la ofensiva marroquí los saharauis escapaban como podían, dejando atrás regueros de sangre, odio y sed de venganza.

En los días posteriores al desmantelamiento, hubo ataques en el Aauin y centenares de personas fueron detenidas. Hubo torturados, apaleados y cientos de heridos. Cuando medio mundo reclamaba una investigación sobre estos graves hechos, la ONU, Europa y España miraron para otro lado. Francia incluso llegó a bloquear que hubiera una comisión investigadora. Durante una semana, las fuerzas represoras marroquíes reprimieron a la población saharaui en distintas ciudades del Sahara Occidental. Ningún organismo internacional ayudó a las víctimas. Nadie las escuchó.

Las cifras de fallecidos, heridos y detenidos fueron confusas, dado que las autoridades marroquíes no permitieron la entrada de prensa extranjera ni de directivos de ONG’s durante semanas. Los pocos periodistas que estaban en la zona antes del conflicto tuvieron que esconderse para no ser perseguidos y torturados.  La organización Human Rights Watch señaló en su informe que los únicos datos de fallecidos que poseían eran los aportados por el gobierno marroquí, pero aseguraron que los asaltos a las viviendas de los civiles y la represión y tortura a los detenidos eran totalmente ciertos. Esos datos “oficiales” hablaban de trece personas fallecidas, once militares marroquíes y dos saharauis, entre ellos el español Bai Mahmud El Guerga, nacido en el Sahara cuando todavía era colonia.

Por su parte, el Frente Polisario señaló que hubo 19 víctimas, 4.500 heridos y más de 2.000 personas detenidas. La Asociación pro saharaui de derechos humanos, Thawra, aseguró que la cifra de fallecidos ascendía a más de un centenar. Decenas de saharauis fueron degollados y arrojados a las calles de El Aaiun para aterrorizar a quienes decidieran oponerse al régimen marroquí. El gobierno de Marruecos negó todas las versiones que no fueran la indicada por él mismo. Nadie investigó nada. Todo quedó en el olvido. Sin embargo, esta rebelión pacífica sirvió de lección a los jóvenes de Túnez y Egipto sobre una nueva forma de acción política y protesta pasiva. Es más, muchos analistas aseguran que Gdeim Izik fue el origen de la Primavera Árabe, que tuvo la libertad y la independencia de los pueblos por bandera.

Los detenidos

Se tramitaron diferentes querellas frente a los ministros y gobernantes marroquíes pero nada salió adelante. La Audiencia Nacional española pasó de puntillas sobre el tema. Sin embargo,  dos años y tres meses después, 24 detenidos saharauis seguían encerrados en las cárceles marroquíes. Hace cinco días, se conoció el veredicto del Tribunal Militar de Rabat que juzgó durante nueve días sin interrupción a los saharauis detenidos por la muerte de los once agentes marroquíes. En horas de madrugada y con el objetivo de evitar aglomeraciones o manifestaciones de protesta, y tras siete horas de deliberaciones, los 24 saharauis fueron condenados a nueve condenas de cadena perpetua, otras cuatro de 30 años de cárcel, siete más de 25 años de prisión y tres de 20 años. Dos de los arrestados fueron puestos en libertad después de casi dos años y medio de prisión preventiva.

“A mí no me sorprende nada; es un juicio político y con normas militares; pese a que no hemos visto ninguna prueba inculpatoria, sabíamos que iba a ser así”, dijo a Efe Brahim Dahan, ex preso político y presidente de la Asociación Saharaui de víctimas de violaciones graves de derechos humanos (ASVVDH). A las afueras del tribunal, un pequeño grupo de nacionalistas marroquíes celebraron con vítores la sentencia al grito de “traidores” y “asesinos”. Un veredicto de extrema dureza, totalmente injusto, y que probablemente recrudecerá la situación en los territorios ocupados.

¿Y España?

Pues nada de nada, como siempre que se trata un tema referido a su antigua colonia. Los medios de comunicación españoles han silenciado o manipulado todo el proceso y el Estado, que por derecho todavía es administrador de este territorio sin descolonizar, ni se ha pronunciado. Como bien manifiesta el comunicado de CEAS-Sahara, “es vergonzoso que, los mismos militares que invadieron el Sahara Occidental hace 37 años quieran condenar, sin ningún tipo de pruebas, a los jóvenes saharauis que pacíficamente luchan por la libertad de su pueblo”.

Sin duda, los suculentos acuerdos de pesca que firmó la UE y, concretamente, España bajo el Gobierno de Zapatero con Marruecos para explotar los importantes recursos pesqueros del país, especialmente los situados en aguas saharauis, eran más importantes para los gobiernos españoles que la dignidad de todo un pueblo oprimido. España disponía el 80% de las licencias de pesca concedidas en esas aguas.

Sin embargo, en diciembre de 2011, la UE decidió no renovar este acuerdo y los pesqueros españoles, con el ministro de Pesca a la cabeza, entraron en cólera. La Unión Europea decidió estudiar el acuerdo con Marruecos porque era ilegítimo explotar las aguas saharauis y dar a cambio una serie de ayudas temporales a los pesqueros españoles mientras se solventaba la situación.

Por ahora, no hay acuerdo y el ministro Arias Cañete se impacienta, pues las ayudas europeas no se pueden prorrogar. Se percibe así que, una vez más, España se desentiende de su responsabilidad ante el conflicto del Sahara Occidental. Los intereses económicos en la zona se anteponen al peso de la conciencia ante la implicación de España en el conflicto y a favorecer a una posible resolución del mismo. Habrá que seguir luchando. La grave situación que atraviesa España no puede hacernos olvidar la dramática situación del represaliado pueblo saharaui.

¡Viva el Sahara libre!

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