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Muertos por respirar

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Alfonso Alba

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Este año, unas 15.000 personas morirán en España por respirar. Su muerte no será inmediata, pero probablemente sí que muy agónica y dolorosa. En su certificado de defunción el médico no escribirá un “murió por respirar el aire de la calle”. Será por algún cáncer de pulmón, por haber sufrido problemas respiratorios, por un infarto o, en algunos casos, incluso por considerarse como muerte natural. Pero no. 15.000 personas morirán por respirar. En Córdoba, tirando por lo bajo, serán unas 200 las personas que mueran en solo un año por el aire que respiran.

Al igual que con el cambio climático, la comunidad científica empieza a alcanzar la unanimidad que relaciona que una de cada seis muertes no naturales en el mundo se deben a la contaminación atmosférica. Fue Hemingway el que escribió que en periodismo, una muerte es una tragedia. Y mil, una estadística. Y eso es lo que parece ocurrir con la contaminación.

Córdoba es una de las ciudades más contaminadas de Andalucía y de las que más polución soporta de España. Su configuración geográfica, encajonada en el Valle del Guadalquivir, y la ausencia de fuertes vientos en la mayor parte de los días del año, unida a periodos largos de sequía y muchos meses seguidos de calor asfixiante, configuran la tormenta perfecta sobre la ciudad. El tráfico y las emisiones de las pocas fábricas de la ciudad (extrañamente localizadas dentro de su casco urbano) hacen que a falta de un estudio concreto en la ciudad mueran al año decenas de personas a causa de la contaminación.

Al Ayuntamiento de Córdoba empiezan a llegarle avisos europeos de que urge tomar medidas. Y esas medidas pasan, irremediablemente, por reducir los niveles de tráfico en la ciudad. A falta del definitivo plan sobre la calidad del aire, aún en borrador, en Córdoba hacen falta medidas drásticas que pasan, desde luego, por reducir el tráfico, pero en paralelo por reforzar el transporte público y concienciar a la población de que o se acaba con la polución o su futuro estará lleno de toses, aerosoles, bombonas de oxígeno y enfermedades respiratorias muy dolorosas.

Cualquier turista que visita Córdoba afirma sin rubor que es una ciudad perfecta para el paseo, para el transporte público o para el uso de la bicicleta. Desde el centro, y salvo a la sierra, no se tardan más de diez minutos en bicicleta a cualquier parte de la ciudad. Caminando pueden ser 40. En autobús, y salvo horas punta, no deben ser más de 20. Es por la salud de todos.

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